A diferencia de los cinco sentidos ordinarios, por los que percibimos el mundo exterior, la propiocepción es un sentido por el que tenemos conciencia del estado interno de nuestro cuerpo. Nuestra percepción del paso del tiempo se debe a este sentido, que coordina y ordena la relación espacial de las partes de nuestro cuerpo y de este con nuestro entorno. Así, nuestra percepción del tiempo es también muy personal e incomparable entre diferentes individuos. Esto es verdad a diferentes niveles, tanto física como biológicamente. Desde un punto de vista biológico y neurológico, el tiempo que puede medir un reloj atómico no tiene la relevancia que tienen
nuestros propios ritmos circadianos (nuestro reloj biológico) y nuestra acumulación de memorias. Esto hace que la percepción del tiempo varíe según quiénes somos, cuántos años tenemos, qué hemos vivido y qué estamos viviendo en este momento. Por ejemplo, el neurocientífico
David Eagleman realizó una serie de experimentos que muestran cómo cuando estamos asustados, y en general bajo el influjo de la adrenalina, el tiempo parece pasar más lento.
José Antonio de la Peña,
Viajar en el tiempo, una idea loca, pero ¿imposible?, El País 07/05/2017
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