... nunca había escuchado el trino de los pájaros o una cafetera en el fuego. No sabía cómo sonaba un papel que se arruga, la lluvia golpeando sobre el coche, una cuchara removiendo el café, la ropa cuando se roza, el zumbido de la nevera… Ni siquiera podía imaginar que su propia respiración pudiera oírse.
Escuchó estos sonidos por primera vez hace nueve años, con los 32 ya cumplidos. Hasta entonces, por una
sordera profunda de nacimiento, solo había logrado percibir, con sus audífonos, golpes fuertes o sonidos altos pero poco precisos. Una intervención quirúrgica y un implante en su oído interno abrieron su mente adulta a un universo de sonidos. Como un miope que se pone gafas, comenzó a descubrir lo que pasaba a su alrededor.
—Es algo mágico —recuerda—. Pero no basta con el implante para que todo cambie. El efecto no es inmediato. Luego hay que aprender a escuchar.
Mónica Cebeiro Belaza,
Mi hijo sordo puede oír, El País semanal 18/06/2017
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