La sociedad ideal siempre es posible, porque existió una y no hay condiciones sociales necesarias para su realización; lo que ha sido y debe ser puede ser. Lo único que hace falta es fe y voluntad. El adversario no es el tiempo en sí, sino aquellos que en todas las épocas históricas han obstaculizado el camino de Dios. Esta idea poderosa no es nueva. Al analizar las reacciones conservadoras a las revoluciones de 1848,
Marx escribió que en épocas de crisis revolucionarias “conjuramos ansiosamente el espíritu del pasado” para tranquilizarnos frente a lo desconocido. Confiaba, sin embargo, en que esas reacciones fueran temporales y en que la conciencia humana estaba destinada a alcanzar lo que ya ocurría en el mundo material. Hoy, cuando los cuentos infantiles políticos parecen más poderosos que las fuerzas económicas, es difícil compartir su confianza. Somos demasiado conscientes de que los eslóganes revolucionarios de nuestra época empiezan diciendo: “Érase una vez...”
Mark Lilla,
Solo un apocalipsis puede salvarnos ahora, Letras Libres 19/06/2017
[www.letraslibres.com]