Amparado en el anonimato de Internet y a salvo prácticamente de represalias (sólo en casos muy extremos la policía interviene), cualquier indocumentado puede insultar a diestro y siniestro, tenga motivos para ello o no y sepa o no de lo que está hablando. Da igual que el tema sea la política que el fútbol, el periodismo que los toros, cualquiera se siente capacitado para insultar al vecino o para difamarlo gratuitamente. La saña que uno advierte en muchos de ellos, el odio que destila su manera de escribir y de ofender, la agresividad de muchos de los comentarios que lee le hacen pensar a uno que está rodeado de delincuentes y de asesinos dispuestos a darle dos tiros al prójimo.
Julio Llamazares,
Anonimato, El País 24/06/2017
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