El ganador del Premio Nobel de Economía de 2017,
Richard H. Thaler, se enmarca en esta corriente plural y diversa de pensamiento económico conocida como la economía conductual, que no es sino una manera de redefinir el comportamiento de los agentes económicos en función de los condicionantes cognitivos, morales o grupales de los mismos, con resultados siempre sorprendentes. Thaler se ha hecho mundialmente conocido por el bestseller
Un pequeño empujón (Taurus, 2009), en el que describe cómo las limitaciones de la racionalidad de los agentes económicos los llevan a tomar decisiones subóptimas para las cuales la economía escolástica no está preparada. Desde su punto de vista, los decisores de políticas públicas deberían tomar esta realidad en cuenta a la hora de diseñar las mismas y ofrecer una suerte de "paternalismo liberal" por el que, a través de "pequeños empujones", los agentes económicos se decidan por opciones racionalmente superiores, como dejar de fumar frente a no hacerlo. Su obra más reciente en castellano es
Todo lo que aprendí con la psicología económica (Deusto, 2017), en la que hace repaso de sus investigaciones explicando las fallas cognitivas y de racionalidad existentes en la toma de decisiones económicas.
¿De qué estamos hablando? Supongamos que tenemos dos opciones para hacer una apuesta. En la primera, tenemos un 50% de probabilidades de ganar 100 euros y un 50% de probabilidades de no ganar nada. En la segunda, tenemos un 50% de probabilidades de ganar 200 euros y un 50% de probabilidades de perder 100 euros. ¿Cuál elegiría? La respuesta mayoritaria es la primera opción, si bien ambas tienen el mismo resultado en términos de esperanza matemática (100*50%+0*50%=50 euros; 200*50%-100*50%=50 euros). La clave de este ejercicio es que el cerebro humano sobrepondera las pérdidas frente a las ganancias, somos conservadores por naturaleza, aunque la esperanza matemática de ambas apuestas es la misma.
Thaler ha dedicado su carrera a examinar cómo este tipo de "fallas" en la racionalidad humana afectan a la toma de decisiones económicas. Las consecuencias son de calado: la economía escolástica se basa en una racionalidad ilimitada del agente económico, que toma decisiones maximizando su función de bienestar, y que, además, atendiendo al operador de "expectativas racionales" tan de moda desde la revolución de la nueva macroeconomía clásica, es omnisciente respecto de lo que se puede esperar en el futuro. En otras palabras, el homo economicus sabe perfectamente lo que le conviene, y además es capaz de tomar en consideración las consecuencias presentes y futuras de las decisiones del resto de los actores.
Es más que notorio que la mejor ciencia económica ha desacreditado esa visión idílica y reduccionista del ser humano:
Thaler ha contribuido a ello con sus estudios sobre el imperfecto comportamiento humano, permitiéndonos comprendernos como lo que somos, seres limitados que no sólo nos equivocamos, sino que lo hacemos siguiendo unas pautas predecibles. Que este reconocimiento de nuestra falibilidad como agentes económicos ponga en cuestión la bondad del mercado como asignador de recursos escasos es harina de otro costal. Las consecuencias lógicas de sus investigaciones podrían sugerir que así es, de la misma manera que las investigaciones de Sen y Nussbaum nos hacían dudar de la capacidad de elección bajo la tesis de las preferencias adaptativas -aquella tesis por la que la capacidad de elección de un individuo está predeterminada por las opciones que se perciben como factibles.
José Moisés Martín,
Thaler, un Nobel contra el 'homo economicus', el diario.es 09/10/2017
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