¿Qué sucede cuando nuestro espacio de atención disminuye, a medida que disponemos de más estímulos externos?
La oferta de información a nuestro alcance es sustancialmente más abundante que en el pasado. También la demanda: probablemente, jamás en la historia habíamos consumido tantos símbolos. Pero, al mismo tiempo, el manejo de conceptos abstractos es cada vez más habitual. Vivimos en una especie de paradoja de la atención: nuestro mundo se hace más complejo y el número de personas que son conscientes de dicha complejidad y están dispuestas a pararse a pensar en ella es mayor que nunca, pero tenemos menos tiempo para dedicar cada pequeño aspecto de dicha complejidad. Cuando los ensayos son más necesarios y potencialmente más demandados que nunca, es más difícil hacerles un espacio en nuestra vida cotidiana.
En realidad, el ser humano tiene una vieja táctica para sortear eso. Cuando es sencilla, directa y no admite matices, se le llama moraleja. Fábulas, cuentos, historias, chistes con un pequeño aprendizaje encerrado que, eso sí, no admite discusión. (...)
La pregunta es, al fin y al cabo, una de las formas más sofisticadas de pensamiento abstracto, especialmente si e la mismo tiempo relevante y universal. en ello se basa la filosofía: en preguntarse las cosas apropiadas, de la manera correcta, y en definir un proceso para darles respuesta. El ensayo es su manera natural, o al menos a eso estamos acostumbrados hoy día: de nuevo, uno llega ante la página en blanco y cuenta lo que tiene que contar. En crudo. Sin embargo, no siempre fue así. Sócrates y Platón pusieron las bases de la filosofía occidental a través de una plataforma distinta: el diálogo. Lógicamente, el intercambio explícito de pareceres sobre un tema determinado facilita con mucho el perfilado de aristas, matices y visiones diferentes.
Jorge Galindo, Black Mirror, Existential Comics y los ensayos del siglo XXI, jot down nº 30, marzo 2018