La filosofía debe, si no quiere verse cada vez más arrinconada en una autocontemplación narcisista, retomar como tarea fundamental la reflexión sobre los problemas que inquietan a los seres humanos en el momento presente, como supo hacer en otros momentos en que gozó de mayor consideración. En realidad, puede decirse sin exageración que los problemas principales que tiene la filosofía ante sí al día de hoy son probablemente los más graves y más difíciles de todos aquellos a los que ha tenido que enfrentarse a lo largo de su historia. A título de ejemplo, he aquí algunos de los que creo de más interés:(1) ¿Qué consecuencia ha tenido sobre nuestro planeta el desarrollo tecnocientífico e industrial, y qué alternativas hay a lo que estamos haciendo con él? ¿Hay posibilidad de mantener una actitud nueva ante la tecnología? ¿Qué relación queremos mantener con los demás animales y con la naturaleza en general? ¿Qué responsabilidades tenemos con las generaciones futuras?(2) ¿Qué cambios han de producirse en la comprensión de nuestra propia especie ahora que empieza a vislumbrarse su posible su transformación biotecnológica? ¿Querríamos ser sobrehumanos o posthumanos a través de la genética? ¿Querríamos ser inmortales si estuviera a nuestro alcance esa posibilidad?(3) ¿Cómo va afectar todo esto a nuestros modos de ordenación política y social y qué podemos hacer para que el resultado sea más justo y proporcione mayor libertad e igualdad? ¿Cómo vamos a hacer que los beneficios del progreso científico y técnico estén orientados realmente al bienestar de todos los seres humanos, empezando por los más desfavorecidos?
Antonio Diéguez,
El valor de la filosofía, Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales Vicente Lombardo Toledano marzo 2015
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