Hume y
Smith coincidieron en un momento extraordinario de la historia: la Escocia de mediados del siglo XVIII, una época que con frecuencia ha sido comparada con la Atenas de Pericles o la Florencia del Renacimiento. Entonces, Escocia contaba con algunas de las mejores universidades europeas, andaban por ahí James Watt (que inventaría el motor a vapor), James Hutton (que inventaría la geología moderna) o se encontraba, de paso, Benjamin Franklin (que coinventaría Estados Unidos). Además, después de décadas de inestabilidad política, el país vivía una cierta paz y prosperidad provocadas por la unión con Inglaterra para formar Reino Unido y una cierta -ya veremos que no del todo- tranquilidad en los conflictos religiosos.
Dentro de este contexto,
Hume y
Smith eran al mismo tiempo muy parecidos y muy distintos. Ninguno de los dos se casó, ambos formaron parte del
establishment intelectual de la época, ambos eran liberales -quizá
Hume un poco más osado y
Smith un poco más conservador- que creían en las ideas ilustradas, pero eran al mismo tiempo conscientes de que estas se debían implantar gradualmente, sin revoluciones ni grandes choques sociales. Ambos, y esto es crucial, eran -por lo menos- escépticos con las religiones en general y con el cristianismo de la época en particular.
Ramón González Férriz,
Un libro extraordinario sobre la amistad que forjó el pensamiento moderno, El Confidencial 27/03/2018
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