El Roto |
Las reacciones de los últimos días han mostrado, asimismo, qué difícil nos resulta desarrollar categorías nuevas para comprender los nuevos fenómenos. Seguimos pensando que la compilación de nuestros datos digitales -eso que Matthew Fuller llama “motas de identidad” en forma de likes, visitas a páginas web o adquisiciones en ellas- hace posible la construcción de un inmenso panóptico: una estructura de vigilancia que permite la observación ininterrumpida de la vida privada. En realidad, no es así: los algoritmos registran acciones digitales y no a las personas que las realizan. Aquí no hay nada que “ver” en sentido tradicional: pensar que un ingeniero de Wisconsin pueda estar interesado en nuestras conversaciones en el chat de los primos carnales demuestra un curioso narcisismo. No somos nadie: en un solo día se envían 55.000 millones de mensajes por whatsapp y se suben 350.000 millones de fotos a Facebook. Para los programas que rastrean la red, no hay identidades: solo datos en bruto de los que extraer patrones susceptibles de aprovechamiento comercial. A menudo, el resultado es que nos persigue por la pantalla del ordenador un vuelo a Estocolmo que consultamos una semana antes.
Manuel Arias Maldonado, ¡@capitánrenault te está siguiendo ahora!, The Objetive 26/03/2018 [theobjective.com]