Venimos de un mundo binario, estamos muy acostumbrados a la patologización del adversario, soportamos muy mal la ambigüedad, descalificamos con rapidez el matiz como falta de convicción… Con estos esquemas mentales es lógico que la vida política esté llena de sectarismo y perplejidad. ¿Por qué no interpretamos esta nueva confusión como una oportunidad democrática? Que estemos menos seguros de nuestro equipamiento conceptual puede hacernos más sensibles a las razones de los otros, puede estimular estrategias cooperativas, puede abonar terrenos para el acuerdo y el compromiso. Mi concepción republicana de la democracia me lleva a pensar que la buena política debe estar diseñada para evitar la dominación de unos sobre otros y el vocabulario que se corresponde con esta visión es menos el de las seguridades dogmáticas que el de la conciencia de nuestra ignorancia compartida: límites, garantías, provisionalidad, revisabilidad… Siempre he pensado que somos demócratas a causa de nuestra ignorancia y no porque sepamos mucho. La democracia parte del presupuesto de que no sabemos suficientemente y combatimos colectivamente esa ignorancia con instituciones que permiten tanto el conflicto como la cooperación. Pensemos en lo que diseñaríamos si partiéramos del supuesto contrario: invisibilizaríamos los conflictos y otorgaríamos a la autoridad unas capacidades excesivas.
Cristina Monge, entrevista a
Daniel Innerarity:
"La política ha gozado del privilegio de que ninguna alternativa radical era posible", ctxt.es 04/04/2018
[ctxt.es]