Fernando Broncano |
Los artefactos de la ingeniería son objetos culturales. Uno no puede diseñar nada sin pensar en el usuario, sin tener en cuenta tanto su condición como la sociedad en la que se desenvuelve. Un buen ingeniero ha de ser también buen sociólogo y humanista. En la ciencia se puede ser especulativo, pero quien fabrique un coche autónomo debe pensar quién va en su interior. No debe resultarnos extraño que la ingeniería contemporánea requiera de un diagnóstico previo de cómo somos.
Antes de la Revolución Industrial se veía que los males y los bienes llovían del cielo. El destino de los humanos lo miraban como si estuviera escrito ya previamente. Esto ha ocurrido ahora con la técnica. El entorno tecnológico ha asumido características casi religiosas. En nuestro imaginario, las catástrofes son tecnologías. La sociedad moderna tiene como un sentido de impotencia. Evidentemente, nuestro entorno es masivamente técnico; pero los artefactos no van a tomar el poder de nada. Su desarrollo depende de la gestión que hagamos de ellos.
Tenemos un problema de cultura técnica. Existe un déficit tanto en la sociedad como en los políticos y el aparato judicial. Falta comprender cómo se relacionan unos artefactos con otros. Por ejemplo, surge Facebook y nos despreocupamos de cómo funcionan sus algoritmos. Las empresas crean unas tecnologías tan robustas que las personas las utilizan sin necesidad de aprender previamente nada sobre su manejo. ¿El peligro? Que tendamos a creer que no podamos hacer nada al respecto.
Pongamos el ejemplo de Google. Parece que haya límites legales para intervenir en sus algoritmos. De hecho, ni deja que se conozcan. Esto genera una conciencia de que no se puede hacer nada porque no lo entendemos y, de la misma forma, resulta complicado imponer unas condiciones de uso. La sociedad democrática debe alcanzar el diseño de la ingeniería. Ahora es como un territorio salvaje, como el lejano Oeste, que es alegal. Es el momento de imponer por parte de las grandes instituciones, como el Parlamento Europeo, reglas de conducta a los grandes sistemas tecnológicos. El problema es que las grandes multinacionales, probablemente, no estén interesadas en que lo público entre a controlar su negocio.
En la inteligencia artificial. Ya hay robots que deciden si vamos a tener una hipoteca o si te contratan en una empresa. Hay un déficit de normativa al respecto. Aquí no hay responsabilidades porque la ley no ha entrado en ello. Más aún, varias crisis bursátiles han surgido por errores de la inteligencia artificial porque sobrerreaccionaron a los movimientos de determinados valores.
Los llamados gurús llegan a foros como el de Davos, explican a los políticos que estamos inmersos en la cuarta revolución industrial y estos se vuelven a casa pensando que no pueden hacer nada. Creo que no han llegado a valorar todo lo que pueden corregir y cambiar. Estamos dentro de un gran cambio de paradigma tecnológico, pero hay mucho por desarrollar. Crearía un panel jurídico, moral y político para abordar esta tendencia.
Jorge G. García, entrevista a Fernando Broncano: "Hay que imponer normas políticas a la inteligencia artificial", Retina. El País 06/04/2018 [https:]]