Regreso a Reims habla del precio que uno paga al someterse a un cambio de clase social. “El exilio social es muy distinto del político. No es como huir de la guerra, de la miseria o de un desastre medioambiental. Es un exilio deseado, que se vive con una relativa felicidad: te permite dejar atrás a una familia que no te entendía para poder reinventarte en otro lugar”, afirma
Eribon. “Sin embargo, tras la muerte de mi padre, entendí que esa felicidad reprimía, en realidad, una profunda melancolía. La ruptura con mi entorno había dejado una huella, un malestar profundo”. Al autor le costó entender los motivos de ese desarraigo. “No comprendía cómo era posible que yo, militante de izquierdas y sociólogo especialista en la desigualdad social y los mecanismos de dominación, hubiera sido capaz de sentir vergüenza por mi familia e incluso mentir sobre mis orígenes”, expone
Eribon. “Pero la violencia social es tan fuerte que siempre logra instaurar fronteras entre las distintas clases. Cuando cambias de clase, te resulta muy difícil mantenerte comunicado con la anterior…”.
Su libro persigue una reconciliación con ese entorno y también consigo mismo. “Tras el entierro de mi padre, empecé a ver más a mi madre. En ese sentido, sí hubo un apaciguamiento. Aunque, por otra parte, se abrieron nuevos puntos de fractura... Mi madre me confesó haber votado por el Frente Nacional, cosa que ya sospechaba, pero que nunca me había dicho abiertamente. Y mis hermanos, también. ¿Qué habrá sucedido en nuestra historia social y política para que una familia de tradición comunista acabe votando por la ultraderecha?”, se pregunta
Eribon. Esa es otra de las claves de su libro: reflexionar, a partir de su caso familiar, sobre la trashumancia ideológica de los votantes del comunismo francés, que hoy apuestan por el partido encabezado por
Marine Le Pen. “De entrada, mencionaría la traición de los ideales de la izquierda por parte de la socialdemocracia. Pienso en Blair, en Schroeder y los líderes del socialismo francés, cómplices todos ellos de una revolución conservadora. Hace 20 o 30 años que se nos dice que ya no existen las clases sociales, que todo depende de la responsabilidad individual. Un grupo social como la clase obrera, que tanto pesó en términos sociales y demográficos, ha dejado de tener sentido cuando se acepta que todo reposa sobre el individuo. Seguramente ya no se puede hablar de clases sociales como en los tiempos de
Marx, pero está claro que siguen existiendo”.
Su libro es un estudio sobre las férreas estructuras de reproducción del determinismo social. Aunque su propia trayectoria vital demuestre que, a veces, es posible esquivarlo. “Sí, pero que exista una excepción no significa que la regla no exista. Yo creo que habría que hacerse la pregunta al revés: ¿cómo es posible que alguien como yo, viniendo de donde vengo, haya terminado teniendo la vida que he tenido? Milagros sociológicos como yo existen pocos”, opina
Eribon. “E, incluso en ese caso, nunca escapamos del todo al determinismo: yo fui a la universidad, pero no a un centro de élite. No pude terminar mi tesis porque no tenía dinero y debía trabajar. Cuando encontré trabajo fue en la Universidad de Amiens, por la que tengo gran respeto, pero que no deja de ser un centro universitario periférico. Se me describe como uno de los intelectuales más importantes de mi país, pero ninguna institución parisina ha querido contratarme por no tener el itinerario clásico. Dentro del rígido sistema francés, sigo siendo un hijo de obrero”.
Álex Vicente,
Didier Eribon:
"Milagros sociológicos como yo existen pocos", Babelia. El País 22/05/2018
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