La industrialización empujó el gran cambio en la concepción del tiempo, que pasó de regirse por los ciclos naturales del mundo agrícola al control de los procesos de producción en las fábricas regidos por el reloj. Se abrió la ecuación poder, dinero y tiempo, un tiempo que empezó a dejar de ser propiedad de cada una de las personas. Dannoritzer narra la evolución del capitalismo llegando hasta la sociedad actual en la que, dice, la voracidad del tiempo ha aumentado conquistado también las vidas personales.La gente vive como una culpa personal el hecho de no hacer nada durante los ratos libres. En las ciudades se camina, se habla más rápido. Parece que hay que salir de casa con un objetivo, que cada minuto es imprescindible para no perder el autobús, para llegar antes… La aceleración, explica, impacta en la calidad de vida de la sociedad, nadie se para a ayudar a nadie. En esta línea argumental se recogen las opiniones de Fabian Mohedano, impulsor en Catalunya de la Reforma Horaria, que vincula la calidad democrática con la disponibilidad de tiempo personal. Sin él nadie se puede implicar en los proyectos colectivos.
Cristina Sen,
La falta de tiempo, una nueva pobreza, La Vanguardia 27/05/2018
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