La protesta de 1968 centró su lucha contra los que se percibían como los tres pilares del capitalismo: fábrica, escuela, familia. Como resultado, cada dominio se sometió a una transformación postindustrial: el trabajo en la fábrica se ha externalizado cada vez más o, en el mundo desarrollado, se “ha reorganizado” a través del trabajo en equipo interactivo no jerárquico posfordista. La educación permanente, flexible y privatizada, ha reemplazado cada vez más a la educación pública universal. Por último, múltiples formas de modelos erótico-emocionales flexibles han ido reemplazando cada vez más la idea de la familia tradicional. Sin embargo, con el paso de los años se ha constatado que la izquierda ha acabado perdiendo en su propia victoria: el adversario visible fue derrotado, pero en este tránsito se le ha dado tiempo para su nueva recomposición, para una nueva y potencial forma de dominación capitalista más sutil, imperceptible, y por eso cada vez más eficaz, directa e inmune.
En el capitalismo "postmoderno" el mercado está invadiendo nuevas esferas que hasta ahora se consideraban dominio privilegiado del Estado, desde la educación hasta la sanidad o la seguridad. Así, cuando el “trabajo inmaterial” (educación, manejo de afectos, etc.) se celebra como la labor que incide directamente en relaciones humanizadoras, uno no debe olvidar lo que esto significa dentro de una economía mercantil: que los nuevos dominios, hasta ahora excluidos del mercado, se han convertido en mercancía. Cuando tenemos problemas ya no acudimos a un amigo o amiga, sino que pagamos a un/a psiquiatra o un/a coachpara que se encargue de la situación. Cada profesión debe poder tener su espacio, claro está, pero detrás de esta lógica de “naturalización” de la dimensión emocional (¡del todo necesaria!) y altruismo profesionalizado, pervive otra dinámica. Es el ciclo del mercado lo que también se impone, donde todo se paga.
Slavoj Zizek, Su mayo del 68 y el nuestro, ctxt.es 14/03/2018 [ctxt.es]