La banalidad del mal y el sadismo están detrás de una tradición de formatos televisivos más o menos inocentes o amables, encabezada por el concurso japonés
Humor amarillo (1986-1989) y que en España siguió su curso con
El Gran Prix del verano (1995-2009).Hoy en día encontramos otros concursos en los que el error del concursante es penado con castigos físicos leves o un simulacro de ellos (
Ahora caigo,
Boom,
Crush, la pasta te aplasta) o de
reality shows en los que los participantes son sometidos, al menos aparentemente, a condiciones más o menos extremas de supervivencia (
Supervivientes o
La isla son los más populares, pero existen otros formatos mucho más duros, como
Solos,
Fear Factor o
Kid Nation, entre otros).Desde luego, y aunque el éxito de estos formatos pueda venir en parte justificado por el sentimiento sádico de la audiencia, sus consecuencias a nivel de sufrimiento ocasionado no pueden compararse de ninguna forma con las atrocidades de Eichmann. Pero, probablemente, sí pueden ser estudiados desde los mismos paradigmas.
David Navarro Martínez, Carmen M. Méndez García,
Sobre la banalidad del mal en la parrilla televisiva, Público 3/11/2018
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