Internet le permitió a Trump desacreditar y puentear a otros portavoces de la opinión pública, imprescindibles en una democracia. Más allá de corromper el debate público, el autoritarismo trumpiano amenaza con desembocar en una tiranía que no respeta la división clásica de poderes. Su discurso presenta a los contrarios (jueces, oposición, expertos, científicos… periodistas que les dan voz) como actores deshonestos, que amenazan América. Él, sin embargo, la representa, porque habla directamente con el Pueblo.
Twitter le permitió a Trump encumbrarse sobre el lodo que había esparcido. Y, tras asumir el cargo, hablarle a la Nación. Los tuits incendiarios de 140 caracteres le convirtieron en el trol de la campaña. Tenían el formato perfecto para alguien obsesionado en llamar la atención, demoler a los contrincantes, imputarles barbaridades sin fin y lanzar promesas simplistas. Sin espacio para los matices, sin argumentos.
Esta estrategia ya ha sido replicada por otras figuras políticas. El ultraderechista
Jair Bolsonaro ha llegado a la presidencia de Brasil con armas similares. E incluso introduciendo algunas novedades. En campaña electoral apenas contaba con 8 segundos en los informativos, aunque sus corrosivas declaraciones contra las mujeres, los negros, el colectivo LGTBI, los sindicatos, etc, le proporcionaban una amplia cobertura en la parrilla televisiva brasileña.
Así llegan los Césares digitales al poder, instaurando una pseudocracia (régimen de la mentira). Como no podía ser de otra manera, el primer mensaje de Bolsonaro tras ser elegido presidente lo envió a través de Facebook. Y Trump y su homólogo brasileño ya han intercambiado tweets de felicitaciones mutuas. Las redes comerciales les proporcionan el soporte para desplegar sus campañas publicitarias, más que electorales, con las que trolean a la democracia.
Víctor Sampedro,
Redes en elecciones: dinero y ego de un trol, Público 2/11/2018
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