Kant trató la imaginación en dos de sus grandes obras: en la
Crítica de la Razón Pura y en la
Crítica de la Razón Práctica, y en las dos situó la imaginación en un lugar central de las capacidades cognitivas (en la Razón Pura) y morales (Razón Práctica), es decir, en el ¿qué puedo conocer? y ¿qué debo hacer?. En la primera de las Críticas,
Kant considera que la imaginación es una condición de aplicación de los conceptos al material empírico. Un concepto no podría ordenar la experiencia, dándole sentido y produciendo comprensión sin el ejercicio de la facultad de imaginación que hila lo universal del concepto con lo concreto de la experiencia perceptiva. En la
Crítica de la Razón Práctica, la imaginación es igualmente el medio por el que un curso de acción en una situación concreta se convierte en un imperativo moral pues el sujeto moral es capaz de imaginarse en el lugar de otros que estuvieran en la misma situación. Observemos como se activan estos dos usos de la imaginación en la maduración cognitiva y moral de los niños. Por ejemplo, el concepto usual y cotidiano de "espacio". Una persona cognitivamente madura domina el concepto de espacio cuando, pongamos por caso sabe que las cosas que ve tienen una cara oculta que no ve, pero que podría hacerlo si diera la vuelta alrededor de ese objeto, o que a sus espaldas hay cosas que no ve, etcétera. La imaginación opera en la aplicación del concepto de espacio activando posibilidades contrafácticas como "si mirase desde el otro lado de la habitación vería las cosas de otro modo". Moverse correspondientemente en el espacio guiados por el concepto implica poner o activar estas formas imaginativas. En lo que se refiere al conocimiento moral, el uso de la imaginación es similar. El niño comprende que su acción ha hecho daño a otros cuando es capaz de situarse en el lugar de aquellos e imaginar el sufrimiento causado por su acción. Sólo entonces activa nuevas emociones desconocidas como la culpa y la vergüenza, y no meramente el miedo.
La imaginación, nos enseña
Kant, es la facultad que nos permite la trascendencia de lo inmediato: del puro dato sensorial o de la situación propia y concreta. Nos sitúa en un territorio de posibilidades alternativas en el cual se hace posible comprender lo general, lo que está en juego, el dar nombre, el elaborar un plan de acción, el legitimar una decisión. La psicología cognitiva nos enseña que esta facultad se desarrolla progresivamente en el niño en un largo proceso por el que llega a ser capaz de desprenderse de lo actual y pensar y vivir a la vez en dos mundos, el presente y el imaginado. Comienza con el juego de ficción, cuando es capaz de usar una escoba como caballo y disfrutar de la maravilla de la metáfora, sabiendo que vive a la vez en dos mundos, el de la escoba real y el de la escoba-caballo. Más tarde desarrollará la capacidad de largos monólogos interiores donde construirá relatos que ordenaran juegos complejos con personajes que ejercen roles alternativos. Por último, adquirirá la capacidad de pensar en la mente de los otros como un espacio de posibilidades o perspectivas diferentes a la suya.
Esta poderosa cualidad de trascendencia de lo real para habitar en el espacio de lo posible es el regalo que le hizo a la especie humana el lenguaje, que creó esa segunda naturaleza escindida entre lo real y lo imaginario. Es un arma peligrosa y ambivalente. Puede servir para anticipar la realidad, calcular posibilidades e iniciar planes de acción estratégicos que alcancen a un futuro lejano y puede servir también para escapar de la realidad y vivir una fantasmagoría que en realidad no es sino una proyección distorsionada de la realidad, como el juego del niño que se encierra en el mundo propio de su juguete.
Es, ¡ay! la facultad más fácilmente colonizable por el poderoso imperio del fetichismo de la mercancía. En la era del capitalismo del consumo, la era del optimismo desatado, el control de la imaginación a través de la publicidad llevaba a que todos los mundos posibles se resumiesen en el cerrado espacio del gran almacén o el centro comercial. "Bienvenidos a la República Independiente de Ikea" podría ser el gran mensaje del siglo del consumo. En la era del capitalismo del futuro inseguro la imaginación fue colonizada por los mensajes apocalípticos. En un ejercicio de eterno retorno ideológico, la vuelta de la imaginación de las postrimerías: el Juicio Final y el Infierno, el capitalismo logra la colonización de una de las fuerzas más poderosas que activa la imaginación: el miedo a lo desconocido. En los dos casos, el optimista y el pesimista, la expropiación de la imaginación es también y sobre todo una expropiación de agencia, de capacidad de ordenar la vida personal y colectiva de modo estratégico trascendiendo la realidad presente y guiados por una realidad que puede ser diseñada y construida por las capacidades prácticas.
Fernando Broncano,
La imaginación vulnerada, El laberinto de la identidad 20/01/2019
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