Debemos pensar que el tumultuoso proceso de polarización de grupos facilitado por la nueva mediación cultural de la tecnología de redes es también un factor cultural que contribuye a la degradación. La polarización de grupos está bien estudiada. Una persona tiene una cierta opinión sobre algo: puede tener prejuicios racistas, o cierta aversión al riesgo en las inversiones, o está convencida de ser de izquierdas en política. Se mueve en un grupo de gente afín que mantiene opiniones similares con quienes interactúa. Al final del proceso se habrá movido hacia posiciones extremas: no solo habrá reafirmado sus convicciones sino que las habrá convertido en mucho más radicales y estará dispuesta a apoyarlas.
Este fenómeno es muy natural y la psicología social ha ofrecido múltiples explicaciones entre las que destaca nuestro deseo natural de sentirnos acogidos en un grupo, que se define por una cierta opinión. No hay nada malo ni bueno en ello, y muchas veces es un factor muy positivo en la formación de movimientos que transforman el mundo para mejor. La cuestión es cuando este mecanismo psicológico es explotado industrialmente para producir resultados sociales ajenos a los objetivos más o menos morales o identitarios que definen al grupo. Por ejemplo: cuando los líderes políticos usan la polarización de grupo para afirmarse como tales y no para promocionar lo que serían los objetivos de su movimiento; cuando las empresas de comunicación emplean la polarización de grupos para generar beneficio y no para clarificar las diferencias de opinión; cuando las élites político-económicas instrumentalizan la polarización para ocultar sus miserias inconfesables y distraer la atención ciudadana hacia fenómenos periféricos.
La tecnología contemporánea en sus múltiples variantes de las mil pantallas y plataformas ha generado una poderosa herramienta que aparentemente es neutral respecto a las ideologías en competencia puesto que es superficialmente formal. De hecho, partidos, empresas e instituciones adoptan este instrumento a través de sus nuevos grupos de gestión de redes y comunicación. Lo grave es que es sólo superficialmente formal. De hecho afecta a la estructura democrática de la sociedad, puesto que también la democracia es una cuestión de formas.
Podría decirse: ¿estás afirmando que la democracia debe orientarse al consenso y no desvelar los conflictos? No. Todo lo contrario. La democracia es un modo de hacer explícitos y resolver los conflictos, no necesariamente, de hecho casi nunca, a través del consenso. Lo que ocurre es que la polarización de grupos manipulada industrialmente es un fenómeno que produce ceguera respecto a los conflictos de fondo, respecto a las situaciones de hecho, puesto que está diseñada para ser usada para objetivos, fines y valores oblicuos.
La polarización de grupos genera ceguera cognitiva respecto a la sociedad. Los psicólogos han detectado un resultado colateral que se denomina “ignorancia plural”. Este mecanismo hace que gente que rechazaría personalmente una norma sin embargo cree que el grupo la acepta y eso le lleva a seguirla en la práctica. El autoritarismo que crecientemente inunda los partidos políticos o las empresas se aguanta por la incorrecta creencia de que todos aceptan como inevitable esa situación. Se han descrito como ejemplos históricos la extensión del racismo en Estados Unidos o la sumisión de los miembros del Partido Comunista en la antigua Unión Soviética. No quiero poner ejemplos de ignorancia plural en nuestro entorno inmediato. Sobran.
¿Cómo se usa industrialmente la polarización de grupos a través de las nuevas tecnologías? También hay un nombre para ello: la creación de “Cámaras de eco" y "Burbujas de filtro" (burbujas epistémicas). Se trata del uso de los instrumentos informacionales para construir grupos de afines donde producir polarización orientada al servicio de las élites de turno: repitiendo una y otra vez el mismo mensaje, usando algoritmos para generar grupos afines, disminuyendo, en definitiva, la diversidad, el contraste, la calidad deliberativa.
Fernando Broncano,
Ferromagnetismo social, El laberinto de la identidad 03/02/2019
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