Cualquier movimiento intelectual se define por sus premisas filosóficas fundamentales. Estas premisas afirman lo que es el ser humano, lo que es la realidad, cuáles son los valores y cómo podemos adquirir conocimiento. Es decir, cualquier movimiento intelectual tiene una metafísica -una concepción de la naturaleza humana y valores- y una epistemología: los principios, fundamentos y métodos del conocimiento humano. Aunque el postmodernismo se ha presentado a veces como anti-filosófico, tiene también sus premisas dentro de las cuales sitúa su pensamiento y su acción. A nivel metafísico, el postmodernismo es anti-realista, es decir, afirma que no existe una realidad independiente ahí fuera y la sustituye por un relato socio-lingüístico y construccionista. Epistemológicamente, dado que rechaza la existencia de una realidad exterior, el postmodernismo niega que la razón, o ningún otro método, sean métodos para adquirir un conocimiento objetivo de la realidad. Dado que la realidad es un constructo sociolingüístico, el postmodernismo enfatiza la subjetividad. Las explicaciones o relatos acerca de la naturaleza humana son colectivistas, sosteniendo que las identidades individuales son construidas por los grupos sociolingüísticos de los que los individuos son parte, grupos que son muy variables en dimensiones como sexo, raza, etnia y riqueza. El relato postmodernista consistentemente enfatiza las relaciones de conflicto entre estos grupos y, dado que no se da un papel a la razón, los conflictos entre estos grupos se resuelven fundamentalmente por la fuerza, sea enmascarada o desnuda. El uso de la fuerza lleva a relaciones de dominancia, sumisión y opresión. Finalmente, los temas postmodernistas en ética y política se caracterizan por una identificación con los grupos percibidos como oprimidos en los conflictos, y una voluntad de entrar en la refriega de su lado.
Pablo Malo,
Explicando el Postmodernismo, Evolución y Neurociencias 12/11/2017
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