En su artículo de 1937, Loewenstein también da mucha importancia a esta prenda (las camisas). De acuerdo con su concepción del fascismo como técnica de movilización emocional, señala el protagonismo que tenían en ella los uniformes y otros símbolos, como brazaletes o insignias, con los que se expresaba en público una opinión y se ponía en escena la fuerza de la organización. Loewenstein apunta que lo que se denominaba con humor la “mercería adoctrinadora” era clave en el autobombo y el marcaje de territorio típicos de la propaganda fascista. Y recuerda que, entre 1933 y 1936, once democracias europeas promulgaron “leyes anticamisas”, que limitaban esta forma de la libertad de expresión en el espacio público. Fueran o no pertinentes o eficaces, estas leyes ilustran que la mercería adoctrinadora, además de ser una poderosa arma de propaganda, era percibida por los legisladores como una amenaza para la convivencia.
Josep Maria Ruiz Simon,
Arqueología de Loewenstein (VI), La Vanguardia 26/03/2019
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