«La investigación de asuntos educativos está dominada ahora por el feminismo y eso limita los temas y las perspectivas», se quejaba hace unos meses la ensayista y académica británica Joanna Williams en un artículo. «En vez de evaluar la naturaleza y el significado del éxito femenino y cómo se están creando nuevos nichos de desigualdad de género, los investigadores buscan las pocas áreas en las que todavía las mujeres pueden decir que están en desventaja».
Oscar Marcenaro, catedrático de la Universidad de Málaga, ha publicado en Young, una revista británica de investigación de los adolescentes, un estudio sobre el rendimiento académico de los jóvenes andaluces, con datos de la Consejería de Educación. Sus conclusiones: las niñas tienen expectativas académicas más altas, creen que van a seguir estudiando más tiempo, mientras que los niños son más sensibles a los cambios en las circunstancias socioeconómicas de sus familias. Lo constata también PISA cuando recomienda que los profesores den «un mayor apoyo en atender a los alumnos más desaventajados, porque los chicos tienden a hacerlo peor que las chicas en los centros escolares más desfavorecidos».
En su libro
Mujeres contra feminismo, Joanna Williams cuenta que, siendo estudiante de un máster de profesorado, preguntó por qué no se atendía al fracaso escolar masculino. Y le contestaron: «A nadie le preocupaba cuando a las chicas les iba peor».
Berta G. de Vega,
El 'sexo débil' en clase: por qué los chicos sacan peores notas, el mundo.es 13/02/2019
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