No es justo que yo pueda liberar a un perro enfermo de su sufrimiento con una inyección y no pueda hacer lo mismo con mi abuela si ella sufre y me suplica que la ayude. El legislador católico concibe al perro como un ser desprovisto de alma y esto, paradójicamente, termina siendo una ventaja para el perro. Nadie ha prohibido a los veterinarios que liberen a los animales de su sufrimiento, ni lo hará. Pensando en los animales, vemos que tiene sentido acortar un camino de dolor si sabemos que no hay cura posible.
Yo quiero tener garantizados los mismos derechos que un perro si me veo en el trance de tener que tomar esta decisión. Pensando así, no estaría mal morir como un perro.
Juan Soto Ivars,
Quiero morir como un perro, El Confidencial 05/04/2019
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