Señala
el escritor británico John Lanchester que el mundo de hoy se parece más a la distopía de quien había sido profesor de Orwell,
Aldous Huxley: Un mundo feliz (1932). Ese libro describe una sociedad marcada por la ciencia y la tecnología y entregada a una “narcotizante promiscuidad sexual”, tranquilizada por el placer y las drogas (el
soma milagroso) y sumida en una infantilización general; y coherentemente con ello, narrada en un tono más ligero que
1984. Para entender el presente, Lanchester propone una síntesis de
Un mundo feliz y
1984.A esa síntesis a lo mejor habría que añadirle algunas de las tendencias e innovaciones que inundan nuestro mundo. Como las llamadas “capacidades aumentadas” —drogas, prótesis, implantes cerebrales—, los nuevos órganos obtenidos con impresoras 3D; los robots que controlan nuestras casas, aprenden y transmiten nuestros datos; la realidad virtual que entretiene y anestesia… Orwell no se explayó en descripciones de nuevas tecnologías y máquinas: puso el foco en un estado mental y social. Por eso sus augurios conectan con los lectores. Como apunta Dorian Lynskey en una reciente biografía de Orwell
(In the Shadow of Big Brother), al británico “le interesaba mucho más la psicología que los sistemas”. Ahí reside la clave del poder, y de los mecanismos de control de la masa a través de la mentira y el miedo. Eso apenas cambia.
Ignacio Vidal-Folch,
El Gran hermano de Orwell vive, El País 07/06/2019
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