Infravaloramos nuestra propia capacidad de hacer daño sobre todo por dos razones. La primera: la mayoría de nosotros creemos en el mito de la buena persona. ¿Y quién es nuestra buena persona favorita? Nosotros mismos. Este sesgo nos lleva a sobreestimar nuestra ética. Y la segunda: igual que en los cómics, todo héroe necesita un villano, así que creamos la noción de maldad en contraste con nuestra bondad.
Cada uno de nosotros tiene la capacidad de matar, y cada uno de nosotros, si somos llevados hasta nuestro límite, podemos convertirnos en asesinos. La mayoría de las personas que terminan matando a alguien también habrían dicho antes que no eran capaces de hacerlo. No excuso ese comportamiento, pero debemos tratar de entenderlo. Y la mejor manera es ver las razones a menudo ordinarias que llevan al asesinato: los celos, la ira... No pasa como en televisión: los que matan casi nunca son genios del mal. En su mayor parte son personas normales, como tú o como yo.
José María Robles,
El secreto del mal: por qué tú puedes ser como Hitler o José Bretón, el mundo.es 08/07/2019
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