Si es posible hablar de
justicia epistémica es porque las trayectorias históricas del mundo contemporáneo han convertido el conocimiento en un bien sometido al imperio de la justicia. No hay duda de que el conocimiento siempre ha sido un bien para quien lo ha poseído o lo ha necesitado. Es algo que pertenece a la historia de la humanidad. Pero no siempre ha sido un bien que haya pertenecido al dominio del concepto de
justicia estructural o social, por más que su distribución haya estado sometido a las reglas de la moral o de la justicia transaccional.
Platón consideraba el conocimiento como un bien, pero no consideraba que debiera repartirse por igual a toda la sociedad, al contrario, abogaba por una sociedad sometida al control de una aristocracia epistémica. El conocimiento, sostenía, era una obligación dependiente de la posición social y, correlativamente, la posesión de conocimiento entrañaría una posición social correspondiente. En
La República aboga por una correspondencia fiel entre posición epistémica y posición social que anticipa la epistemología política por cuanto para
Platón las nociones de justicia y conocimiento son inseparables. Ciertamente la obra de Platón es el primer ejercicio de epistemología política en la historia del pensamiento, pero lo es por exceso. Un exceso que difícilmente nos permite hablar de derechos, obligaciones y responsabilidades epistémicas, dejando a un lado las dificultades que tiene la teoría platónica para fundamentar una legitimación de la democracia.
Fernando Broncano,
Mentira, posverdad e injusticia epistémica, El laberinto de la identidad 22/09/2019
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