Las perspectivas de democratización del sector de las plataformas digitales son malas. Los algoritmos se desarrollan de maneras que permiten a las empresas beneficiarse de nuestro comportamiento pasado, presente y futuro, o lo que Shoshana Zuboff, de la escuela de negocios de Harvard, llama “superávit conductual”. En muchos casos, las plataformas digitales ya conocen nuestras preferencias mejor que nosotros y pueden empujarnos a hacer cosas que produzcan todavía más valor. ¿De verdad queremos vivir en una sociedad en la que nuestros deseos más íntimos y las manifestaciones de nuestra voluntad personal están a la venta?
El capitalismo siempre ha sabido muy bien crear nuevos deseos y antojos. Pero, con los datos masivos y los algoritmos, las compañías tecnológicas han acelerado y simultáneamente invertido ese proceso. En lugar de crear nuevos productos y servicios imaginando lo que la gente podría querer, ya saben lo que vamos a querer y se lo venden a nuestros yos futuros. Peor aún, los procesos algorítmicos que se utilizan suelen perpetuar los prejuicios raciales y de género y pueden manipularse para obtener beneficios económicos o políticos. Aunque todos sacamos inmenso provecho de servicios digitales como el buscador de Google, no pensábamos que iban a catalogar, moldear y vender nuestro comportamiento.Para cambiar la situación habrá que centrarse directamente en el modelo de negocio predominante, específicamente en la fuente de las rentas económicas. Igual que los terratenientes del siglo XVII extraían sus rentas de la inflación de los precios de la tierra, igual que los magnates ladrones se beneficiaban de la escasez de petróleo, las empresas tecnológicas de hoy en día obtienen su valor gracias a monopolizar los servicios de búsqueda y comercio electrónico.
Mariana Mazzucato,
Prevenir el feudalismo digital, El País 13/10/2019
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