Escrito por Luis Roca Jusmet
La libertad puede entenderse a dos niveles. Como libertad interna, que es de lo que trata la ética y la moral, y como libertad externa, que es de lo que trata la política.
Voy a tratar ahora la primera cuestión. El primer problema es, en el fondo, ontológico : ¿ es el ser humano libre o la libertad humana es una ficción ?. La formulación del problema, en términos modernos, tiene su raíz en Spinoza y en Kant. Spinoza plantea que el libre albedrío es una ilusión. El ser humano es un cuerpo que, como cualquier otro, está determinado por un conjunto de causas. es decir, que lo que se hace en cada momento es consecuencia de los condicionamientos anterior. Esto quiere decir que si supiéramos todos los condicionantes sabríamos, sun margen de error, el efecto, es decir el acto. En los seres humanos estos es imposible, pero no por cuestiones ontológicas sino epistemológicas. Porque el ser humano es tan complejo que nunca podemos saber todos los condicionantes externos. Es, por tanto, la falta de información la que imposibilita que podamos saber lo que haremos o lo que harán los otros. Es decir,que el ser humano está determinado y en este sentido no es libre. Ahora bien, podemos afirmar paradójicamente que es libre en otro sentido, que no es incompatible con la determinación. En realidad la determinación humana es autodeterminación en la medida que es el mismo, por sus determinaciones internas, sus pasiones, el que determina la acción. Pero como uno mismo no se ha elegido a sí mismo lo que cada uno está determinado por cuestiones constitucionales y ambientales. Ahora bien, la libertad sería la capacidad, también determinada, que tienen algunos humanos no de elegir, porque nunca elegimos, sino de entender lo que nos pasa, las pasiones que nos dominan y el deseo que nos conduce a desarrollar lo que somos. Entendiendo las pasiones y su naturaleza nos distanciamos de ella. Entendiendo nuestro deseo lo liberamos. La libertad interna es entonces la capacidad de hacer lo que queremos, que es lo que necesitamos para ser lo que somos.
Me convence totalmente esta concepción de la libertad. En realidad también la concepción de Kant podría entenderse en esta línea. Para Kant la libertad es la capacidad de seguir la ley moral, el deber. Quizás el deber es ser consecuente con ser fieles a lo que realmente somos, La pregunta es por supuesto ¿ qué quiere decir lo que realmente somos ? Aquí me defino por una concepción más de construir que de descubrir, como planteará más tarde Foucault. No hay una esencia oculta, un yo íntimo que descubrir, una verdadera naturaleza escondida. Hay un deseo propio que nos conduce hacia un determino estilo de vida, una determinada estética de la existencia. La ética sería entonces la práctica de la libertad. la ética entendida como este compromiso con uno mismo, en el sentido apuntado. Hay algo de nietzscheano en este planteamiento, pero con reservas. Para Nietzsche la libertad pasa por el dominio del otro, es decir por la negación de la moral. Yo apuntaría más bien a una ética que nos responsabiliza con respecto al otro, es decir a una ética abierta a la moral.
Estoy hablando aquí de la libertad interna, que es la que depende de uno mismo. Es decir que es cada cual el que en función de su carácter es o no es libre. Esto sería para mí la libertad como capacidad de decisión. Hay por supuesto otra libertad que es la externa, que no depende de ti sino de las posibilidades que te ofrece la sociedad. Lo que te deja o no te deja hacer. Me parece tan importante diferenciarlas como entrelazarlas. Porque en realidad no podemos plantear la libertad externa como algo ajeno a la sociedad. Somos sociales y como tales la libertad interna es algo que también está condicionado socialmente, aunque sea lo singular el que determina y quién no. El tipo de sociedad en la que se vive, la familia, la clase social son por supuesto condicionantes. Igual que la genética. Pero no hay determinismo social ni genético, hay una interacción de factores que determinan la singularidad de cada cual.
Otro fenómeno relacionado con la falta de libertad interna es la servidumbre voluntaria. No es libre en este caso el que está dominado por sus pasiones sino el conformista que se deja manejar. El paso de los antiguos ( Grecia y Roma) a los modernos ( europeos) no puede entenderse sin los largos siglos que separan a unos y otros y a los que damos el nombre de medievo. Lo que aparece con el cristianismo, concretamente formulado por Agustín de Hipona, como el poder que tienen los humanos de elegir entre el bien y el mal. Elegimos una cosa y podríamos elegir otra, con lo cual somos totalmente responsables de nuestros actos. Será un concepto de libertad en el que cada cual se elige, en cierta forma, a sí mismo. En el tránsito entre el medievo y la modernidad, Pico della Mirandolla plantea una versión radical del libre albedrío . el hombre tiene la libertad de elegirse como un ángel o como una bestia.
En la modernidad aparece Shakespeare, que transformará la tragedia en drama. La tragedia es inevitable pero el drama es evitable porque son nuestras contingentes decisiones la que generan la tragedia. Es Macbeth, con su decisión de matar al rey el que generará el desastre. Es Hamlet el que debe decidir y sabe del peso de su decisión. Filosóficamente, hay en el barroco, en el siglo XVII, dos reflexiones muy interesantes. Una ala protagoniza Descartes y la otra Spinoza. En la cuarta de sus meditaciones metafísicas Descartes plantea una cuestión interesante. Se pregunta porqué los humanos nos equivocamos y con esta pregunta hay implícita la cuestión de que el error es la otra cara de la libertad. Es decir que si entendemos por libertad la capacidad de elegir la persona que supiera el que es el bien y actuara según este bien no sería libre. ¿ O sí ? ¿ Es Dios, que no puede equivocarse, libre? ¿ O es la libertad resultado de la imperfección ? La imperfección es,para Descartes el desfase entre la razón y la voluntad. Actuamos sin poder razonar de manera completa y adecuada y por esto nos equivocamos. El que supiera lo que hacer y como hacerlo no se equivocaría nunca y por tanto no sería libre en cuanto que sus actos tendrían un carácter necesario. Spinoza plantea que la libertad depende del poder del entendimiento para entender lo que nos ocurre. Partiendo del planteamiento pero con la aportación moderna de que el bien y el mal no existen en términos absolutos sino que son ficciones humanas para referirse a lo que es bueno o malo para nosotros. Lo bueno sería entonces lo que aumenta nuestro poder y por tanto genera alegría y lo mal lo que la disminuye, lo que nos hace impotentes y genera tristeza. Ser libre es entender nuestras pasiones como causantes de nuestros actos. Si las entendemos, nos distanciamos de ellas y las desactivamos. Lo cual nos permite entender y seguir nuestro conatus, nuestro deseo esencial. Ser libre es entender el deseo propio y seguirlo, disolviendo el obstáculo de nuestras pasiones. Impotente es el que es incapaz de hacer este proceso. Lo imposible es, por supuesto, lo que no depende de nosotros, delante de lo cual hemos de tener una postura de aceptación que también surge del entendimiento.
Podemos hacer una última referencia a Kant, con quién concluye el Siglo de las luces y el movimiento de la ilustración, uno de los rasgos de nuestra modernidad. Kant contrapone la libertad al determinismo natural. Es decir, que todo lo natural forma parte de un proceso causal en el que una cosa lleva a la otra, pero el ser humano es una excepción porque puede ir en contra de lo natural, necesario y determinado. El ser humano es libre únicamente cuando no actúa a partir de sus determinismos internos, sino en función de una elección propia que surge de su razón práctica, a la que podemos llamar el deber o la ley moral. Kant acepta que la creencia en esta libertad es una opción metafísica por la que hemos de optar para dar dignidad al ser humano y para hacerle responsable éticamente de sus actos. Desde una supuesta influencia de Kant, Schopenhauer formulará una teoría determinista, influida por el Vedanta indio, que intentará fallidamente conciliar con una libertad que existiría más allá del mundo como representación. NIetzsche considerará que somos libres cuando nos determina nuestra voluntad de poder y no la del otro.
Mi postura es que estamos condicionados siempre por un conjunto de factores internos y externos. Cuando nuestra decisión es el resultado de esta presión no somos libres internamente. Cuando somos capaces de distanciarnos y decidir desde esta distancia, en función de algo que algunos llaman razón ( Spinoza) y otros intuición ( Nietzsche ), entonces sí lo somos. Incluso me parece que el psicoanálisis o el budismo no plantea, cada cual desde su óptica, lo que acabo de afirmar.-