Escrito por Luis Roca Jusmet
Criticar el multiculturalismo significa problematitzar dos cuestiones : En primer lugar la operatividad teórica de la noción de multiculturalidad para entender la sociedad contemporánea. En segundo lugar la propuesta política que hay detrás de la defensa del multiculturalismo.
Pero voy a aclarar cuál es la perspectiva a partir de la que orientaré la reflexión crítica, puesto que sólo podemos hacer una crítica si tenemos un criterio y quiero que éste sea explícito. Esta perspectiva es filosófica, lo cual quiere decir para mí que está orientada por la investigación de la verdad y del bien, sin mayúsculas ( no pueden tener un carácter absoluto) pero con determinación, es decir, sin perderse en un relativismo que acaba diluyendo cualquier afirmación. Hay un primer criterio epistemológico que es lo del realismo crítico, que por cierto formula muy bien uno de los autores que inspiran este texto, que es Kwame Antonthy Appiah. Este filósofo considera que aunque hay que mantener la idea de una realidad independiente del conocimiento, es la naturaleza del tema del cual hablamos el que nos trae a una posición realista o nominalista. y que justamente el problema de las identidad hay que abordarlo de manera nominalista. Y es nominalista en el sentido que, al margen de que nuestra identidad individual es real, todas las otras identidades ( las particulares y las universales) se basan en clasificaciones que son posibles pero no son necesarias. Es decir, que sin ser arbitrarias, sí son convencionales ( son productos del acuerdo, aunque estén basados en elementos comunes que representan propiedades reales ) pero con elementos subjetivos ( porque en última instancia hay un elemento fundamental en las identidades colectivas que es el de la identificación). En la perspectiva de la moral y la política, dice Appiah, también hay que mantener un cierto realismo, en el sentido de afirmar la existencia de elementos comunes incuestionables. La buena convivencia ( que es, creo, el objetivo de la moral y la política) se tiene que garantizar a partir del respeto y de unas normas que la posibiliten. Pero esto no se tiene que plantear en términos de valores porque estos principios universales no tienen que depender de ellos, puesto que son los que los posibilitan. El que hay que dejar claro es que estos principios comunes son concretos en el sentido que es a lo largo de la historia que se van cristalizándose.
Creo que lo hacen a través del respeto ( en la moral) y la democracia ( en la político). Considero inadecuada una moral que no se base en el respeto al otro, puesto que en caso contrario podemos hablar únicamente de una ética como sistema de valores ( tal como puede plantear Nietzsche, por ejemplo ) pero no de una moral, que siempre hace falta que esté orientada hacia el reconocimiento del otro y a las obligaciones que ello implica. Cómo dice el interesante y poco conocido filósofo francés Marcel Conche la moral debe ser universal mientras que la ética es particular y singular. La moral de los derechos del hombre es el absoluto moral de nuestra época porque hemos decidido intersubjectivamente que lo sea, no porque tenga un fundamento objetivo.. Del mismo modo no puede haber política sin democracia, como muy bien nos ha mostrado Jacques Rancière, puesto que si por política entendemos la acción pública, la intervención del pueblo transformado en ciudadano, sin democracia lo único que tenemos es un orden jerárquico y un sistema policíaco que lo mantiene.Aquí hay que entender que, como dice Amartya Sen la democracia se tiene que entender no como un sistema político formal inventado por Occidente sino también como una conquista histórica de raíces mundiales, basada en la deliberación pública como premisa por las decisiones políticas.
La teoría de referencia de defensa del multiculturalismo será la de Charles Taylor, filósofo contemporáneo canadiense y defensor de los derechos de la minoría francófona del Quebec en su país. La crítica del multiculturalismo lo orientaré a partir del análisis de un sociólogo crítico, Gerald Baumann y de algunas reflexiones teóricas de tres autores que ,curiosamente, tienen en común que aunque se han formado en nuestra tradición cultural europea proceden por su origen del nuestro el Otro : el Europa del Este, Asia y África. Son Slavoj Žizek y los anteriormente citados Amaryta Sen y Kwame Anthony Appiah, procedentes respectivamente de la antigua Yugoslavia, de la India y de Ghana. Seguiré este itinerario para llegar a una conclusión crítica respecto al multiculturalismo y formular una propuesta política alternativa.
El término multiculturalismo apareció en Canadá en 1970 vinculado a la presión de la comunidad francófona quebenenca ante la mayoría de origen anglosajón. El año 1982 incorporó el reconocimiento explícito de la multiculturalidad a su Constitución. Este multiculturalismo aparecía, por lo tanto, como resultado de una demanda específica, que era la del reconocimiento de la identidad cultural de una comunidad minoritaria dentro de un Estado-nación. Lo podemos englobar dentro de una opción comunitarista, que considera que la identidad personal la adquirimos dentro de grupos culturales cohesionados de manera homogénea y claramente diferenciados de las otras comunidades. Sin denominarlo así, el nacionalismo catalán utiliza este concepto para reivindicar Cataluña como nación a partir de un identidad cultural propia. Este es el primer sentido que da Will Kymlicka que es, como Taylor, de nacionalidad canadiense y militante del movimiento francófono del Quebec. Su propuesta política es la de formular un tratado bilateral de respeto mutuo entre diferentes grupos culturales ( etnias) de un mismo Estado ( tomando como modelo el que ha pasado con la comunidad francófona de la cual él forma parte en Canadá). Desde esta posición considera que tenemos que entender el derecho a la propia cultura como un derecho humano, que en el caso de las minorías implica una política activa que hace falta que dé lugar a políticas de discriminación positiva. Kymlicka considera que este último punto, que es el de los derechos de las minorías étnicas, se tenía que incluir dentro de una Teoría de la Justicia.
Posteriormente hay un desplazamiento del sentido del término multiculturalismo para aplicarlo a otra realidad social, que es la de los colectivos de inmigrantes no europeos que llegan a los países industrializados. Y lo hacen desde realidades culturales claramente diferenciadas. Charles Taylor considera que el multiculturalismo es un problema moral que se basa en el principio ético del reconocimiento del otro. En un primer lugar desde su dignidad y en segundo lugar desde el reconocimiento de su diferencia. Taylor considera que la Modernidad desarrolla históricamente este principio ético del reconocimiento en dos etapas, una primera basada en la universalidad y una segunda basada en el reconocimiento de esta diferencia. En primer lugar hace falta, efectivamente, reconocer los valores y los derechos universales de la persona, que conduce desde la defensa del principio del honor hacia la defensa del principio de la dignidad. Pero en un segundo momento cree que tenemos que pasar a un reconocimiento de las diferencias. Para Taylor se concretan en las personas, pero sobre todo en las culturas, que es el único horizonte en que los primeros se pueden desarrollar. Considera Taylor que esta es una cuestión pendiente, no resuelta, puesto que lo que ha sucedido es que las culturas minoritarias han sido oprimidas por las mayoritarias. Todo ello justificándose con un universalismo procedimental que no tiene en cuenta las diferencias reales, que son diferencias culturales, y para diluirlas en un particulturalismo eurocentrista disfrazado de universalismo . Esta es la opción que él considera que se llama erróneamente liberal. Tiene las falsas bases de una concepción atomista y formalista de la sociedad, considerada como una agregación de individuos. Cada cual tendría así sus derechos y el objetivo es defender los derechos de todos . Sus raíces filosóficas considera que las encontramos en Hobbes ( por la concepción atomista) y en Kant ( por su defensa de la noción de derecho por encima de la noción de bien). John Rawls sería el máximo exponente actual de esta opción política. Pero Taylor no se considera un antiliberal, por lo cual le parece falso el debate entre comunitaristas y liberales. Él mismo se considera un tipo de liberal que plantea la sociedad como una herramienta común a través de la cual los individuos pueden llegar a unos objetivos, que no pueden lograr individualmente. Lo que nos hace humanos es el lenguaje, que se concreta en una lengua determinada, que es la práctica normativa de una comunidad. La concepción atomista sería, para él,contraria a la concepción del hombre como ser social.
La única defensa de este principio ética del reconocimiento de la diferencia, según Taylor, la encontramos en un multiculturalismo muy entendido. Y este multiculturalismo no puede ser relativista, puesto que esto nos obligaría aceptar culturas que niegan la dignidad de justificando la discriminación o la violencia ( canibalismo, racismo, ablación...). El problema para él es como solucionar esta paradoja, que es l de evitar el relativismo sin caer en el etnocentrismo. La solución, tal como la plantea Taylor, es que partamos de una presunción sobre la igualdad de validez de todas las culturas para hacer después un estudio comparativo y seleccionar las que han dado un horizonte de sentido a unos hombres durante un largo tiempo ( que casi se ve tentado de identificar con las religiones). Pero el problema es evidente : ¿ Cuáles serían estas culturas ? Quién las determinaría y en función de qué ? Creo que la raíz de la cuestión es otra, puesto que cómo plantea acertadamente Appiah lo que hay en el fondo de este discurso tan discutible sobre el multiculturalismo, tal y como lo plantea Taylor, es la prioridad que da a una discutible concepción de la identidad cultural. Esta se entiende entonces como un tipo de de equipaje que heredamos para volver a transmitir a la generación siguiente, con lo cual es la continuidad a través de las generaciones. Continuidad de las creencias, de las instituciones y de las prácticas específicas. El sociólogo Gerd Baumann plantea una interesante reflexión sobre multiculturalismo a partir de un análisis crítico de las bases de la identidad cultural. Estas serían la identidad nacional, la identidad étnica y la identidad religiosa. Lo que está en juego en realidad en el debate sobre la nación, la etnia o la religión es la idea de cultura que tenemos. Considera que hay dos formas de entenderla, que son la cerrada y de base esencialista y la que la entiende como una construcción abierta y heterogénea. La primera empieza con el siglo XIX, tiene su base filosófica en Herder y considera la cultura como una herencia colectiva inmutable que configura la forma de vida de sus miembros. La segunda considera la cultura como un proceso dinámico que vamos creando y recreando, puesto que las culturas reales son abiertas y están sometidas a una transformación permanente. La concepción final sobre la nación, la etnia y la religión dependen del punto de vista que escogemos sobre la cultura. La etnia es, para Baumann, una construcción social imaginaria que establece un límite entre diferentes comunidades. Esta clasificación es falsa cuando pierde su ambigüedad real y quiere tener un carácter absoluto y restrictivo. La etnia se transforma entonces en un elemento unificador que elimina las diferencias internas y que legitima a unos representantes que hablan en su nombre. Se trata de entender la etnicidad como una construcción social que interpreta mal las diferencias relacionales de los sacados colectivos y las transforma en diferencias absolutas.La nación se constituye a partir de uno o varios grupos étnicos que tienen voluntad de construir un Estado y consideran que se los corresponde. Históricamente los estados aparecen a partir del siglo XVI y es por lo tanto es una realidad social tabla étnica, puesto que tiene unas bases ambivalentes : por un lugar es racional y por una otro es romántica ( étniconacionalista). De este modo el Estado-nación creó una nueva religión que es el nacionalismo, que transforma un colectivo humano en una comunidad de sentido, lo cual quiere decir que se basa en una identificación imaginaria con una serie de valores y de creencias, igual que la religión. En este sentido me gustaría recordar un excelente texto de Slavoj Žizek, que plantea que el nacionalismo es el resto patológico de la democracia, puesto que mientras esta es formal (hace referencia a un sujeto sin atributos) el disfrute de la identificación colectiva pasa por la idea de nación. Respecto al último aspecto mencionado por Baumann, que es la religión , considera que este es un elemento prioritario en la identidad cultural de los inmigrantes de países no europeos, pero el error es que cuando lo hacemos le damos un carácter reificador y esencialista. De esta forma lo entendemos erróneamente, como si tuviera un carácter dogmático y fundamentalista, como si fuera un equipaje cultural que uno trae encima cuando emigra sino como un proceso abierto que el sujeto puede conservar, transformar o dejar. Contra esta concepción de la religión también tenemos que luchar porque también es un proceso abierto y cambiante.
En su excelente libro Cosmopolitismo Appiah critica la que considera que es la base epistemológica y ética que fundamenta la base del multiculturalismo. Esta sería el relativismo cultural basado en la separación radical entre hechos y valores que viene del positivismo. En esta línea se consideraría que los hechos son verdaderos o falsos y los valores éticos dependen de preferencias subjetivas, sean individuales o colectivas. El multiculturalismo se basaría en el derechos que tienen los colectivos que quieren vivir según su preferencia subjetiva.. Des de esta perspectiva no hay posibilidad de un sustrato moral común ni de ningún tipo de universalismo, por lo cual todo queda reducido a opiniones que son inconmensurables entre sí.
La identidad cultural de cada persona es muy diversa, puesto que el conjunto de sus influencias, prácticas y afinidades venden de lugares muy diferentes. Si nos olvidamos de la pluralidad de nuestras filiaciones nos identificamos con una cultura única totalmente imaginaria que nos trae a caer en la ilusión de un destino colectivo absoluto. Esta ilusión nos lleva al sectarismo, al fanatismo y en su límite a la violencia, como se ha demostrado trágicamente a lugares como Bosnia o Ruanda.
La propia idea de civilización, tan mal utilizada actualmente, es en sí misma errónea porque es producto de esta lógica ficticia. Lo que hace falta no es sustituir una guerra por un diálogo entre civilizaciones sino eliminar la propia idea de civilización, puesto que esta palabra no corresponde a ninguna realidad. Todavía es más difícil identificar, como muchas veces hacemos,de civilización con religión.
El multiculturalismo se basa en una concepción errónea y peligrosa, que es que la de considerar que las personas nos definimos a partir de una identidad cultural única. Esta idea es falsa porque tenemos muchos disparos culturales que nos definen y hace falta que seamos nosotros individualmente los que definimos la prioridad que damos a cada uno de estos elementos, puesto que esta es nuestra capacidad de elección y el horizonte de nuestra libertad personal. Pero también se falsa porque con junto a la identidad cultural tenemos otras identidades, como por ejemplo la política y la social. Es peligrosa porque esta identidad cultural única conduce al dogmatismo y al sectarismo al dividir el mundo humano entre “nosotros” y “los otros”.Finalmente entraré en la crítica que desarrolla un sector de la izquierda radical de Zizek sobre el multiculturalismo como lógica cultural del capitalismo multinacional , tal como aparece en Arriesgar lo imposible , El frágil absoluto , Repetir a Lenin y Amor sin piedat. La crítica de Žizek va contra el pensamiento liberal de la tolerancia ( el multiculturalismo sería una de sus dimensiones) al que se presenta como políticamente correcto. Considera que su función es esconder los antagonismos reales de la sociedad capitalista globalizadora. Aunque hay muchos conflictos sociales a nuestra sociedad, la lucha de clases considera que es el antagonismo básico. El postmodernismo, por el contrario, da prioridad a las diferentes luchas parciales ( mujeres, homosexuales, etnias, ecologistas). En otro sentido la tolerancia hacia el Otro adopta una posición de superioridad en el caso de los comunitaristas como Taylor, puesto que se plantea a partir de una distancia enfrente el Otro desde el filtro de nuestra superioridad moral, que es el que decide el que es aceptable y el que es inaceptable. En el caso del relativismo posmoderno, el multiculturalismo sería una posición global vacía de contenido y que sería el punto de la superioridad universal a partir del cual contemplamos los otros. Nosotros nos constituimos como el tribunal, nosotros decimos hasta donde pueden llegar, porque en el fondo no hemos perdido la perspectiva del colonialista que observa la cultura local del colonizado. A veces también tiene la superioridad del paternalismo : igual que a un niño le toleramos sus tonterías cuando no hacen daño.Pero detrás del multiculturalismo liberal y tolerante hay también un cierto miedo a aquel Otro al que toleramos, pero con quién manteniendo siempre la distancia : lo dejamos tranquilo pero siempre que se quede con los suyos. Es la ambivalencia hacia el goce del Otro. Pero añade que no podemos considerar el multiculturalismo liberal un fenómeno social aislado : lo tenemos que contemplar dentro de la dinámica capitalista global de que forma parte. Por el filósofo el complemento inevitable del multiculturalismo es el racismo obsceno y abierto de la extrema derecha populista, que canaliza la parte escondida de este racismo cultural que se niega a sí mismo. El multiculturalimse es, en definitiva, un racismo reprimido : como dice Freud lo que reprimimos siempre retorna, y lo hace justamente a través del populismo racista El multiculturalismo defiende la idea de una nación cultural, del patriotismo a partir de una determinada identidad cultural homogénea. Pienso que el que hace falta es salir de estas polémicas a partir de identidades culturales para defender otro punto de vista a partir de las premisas que iré formulando. Mi propuesta es sustituir en primer lugar, la palabra multiculturalismo por la de cosmopolitismo. Hay un artículo de Žizek titulado "Hacia una nueva lectura de Kant” , que pienso que sirve para establecer las categorías básicas a partir de las cuales lo podemos entender de una manera eficaz. Lo que plantea es que la idea de Kant de una sociedad mundial-cosmopolita hay que entenderla como un nuevo principio de identificación radicalmente diferente del orgánico-cultural que se actualiza en una tradición particular. La noción de Kant, según su discutible pero interesante lectura, sería la de la singularidad universal, la del sujete que sin pasar por la mediación particular participa en la humanidad universal. En este sentido, cuando Kant contrapone, en su texto “Qué es la Ilustración", lo que es público por encima de lo que es privado, hay que entender bien lo que quiere decir. Se trata de defender esta humanidad común que surge de la propia singularidad, sin pasar necesariamente por esta cultura identitaria. Lo privado es lo que está que ligado a los lazos comunitarios. En este sentido hay que reivindicar de la herencia ilustrada esta singularidad ligada a la universalidad y no una dimensión comunitaria-étnica que daría la pertenencia a una cultura determinada.
Podemos, de todas maneras, aceptar el que nos dice Charles Taylor en contra del atomismo y el individualismo, puesto que somos seres sociales que nos conformamos a través de una lengua y de un orden social. Pero pienso que hay que plantear esta dimensión social en una perspectiva universal y cosmopolita y no cultural y particular. Creo que tendríamos que aplicar al racismo cultural la misma terapia que hicimos con el racismo biológico. Y esta consiste en no entrar en el debate si las culturas ( cómo antes las razas) son iguales en valor o alguna es superior a las otras. Se trata de desactivar la propia idea de cultura ( cómo antes la de raza) que encontramos a su raíz. El científicos nos mostraron que la genética nos muestra el que tenemos de común a nivel específico y el que tenemos de diferente a nivel singular. Que las supuestas unidades genéticas particulares absolutas que se encuentran con las supuestas razas no existían y que el único que hay son disparos genéticos particulares ( de grupo) que no conforman unidades reales. Con la cultura pasa exactamente lo mismo y es la idea de grupo, con una identidad cultural homogénea la que tenemos que cuestionar. Las particularidades culturales, como las lenguas, hay que respetarlas porque están vivas en muchos ciudadanos. Las costumbres, las prácticas se respetan pero como manifestaciones de un conjunto de ciudadanos y siempre que ellas mismas no sean un atentado contra el respeto a los otros.
Hay que sustituir el término multiculturalismo por el de interculturalismo. Podemos aceptar las identidades culturales como un conjunto de discursos y de prácticas particulares distribuidos .No se trata de la negación de la identidad cultural sino de entenderla de manera relativa y no absoluta, dinámica y no estática. Las personas son las que tenemos identidades culturales y estas se basan en identificaciones subjetivas, sean conscientes o inconscientes, voluntarias o involuntarias. Estas identificaciones no son únicamente creencias sino también son prácticas. Forman parte de un proceso abierto de intercambio con los otros. La conclusión es, por lo tanto, que cultura es un proceso abierto de creación y recreación y no una transmisión. Podíamos vincular este planteamiento sociológico con la perspectiva filosófica de Cornelius Castoriadis, que critica la metafísica identitaria para afirmar que la cultura es producto del imaginario radical, un magma de representaciones imaginarias que están en proceso de constante transformación. La identidad cultural es hoy una construcción más singular que particular, más del individuo que del grupo. Pero hay que entender el individuo en sentido cooperativo y social, no competititvo y privado. No hay identidades culturales absolutas, hay una identidad personal que recoge diferentes aspectos culturales, cada cual de los cuales nos trae a formar parte de un conjunto de personas. tenemos que entender no de manera negativa sino también positiva, puesto que no se trata sólo de mantener unos límites respecto al otro sino también de hacer un trabajo activo (expresivo como diría el sociólogo Richard Sennett) de acercamiento al otro. Cómo dice correctamente Appiah hay que acostumbrarse al otro. no intentar convencerlo. Pero también quiere decir buscar el que hay de común y el sentimiento de curiosidad por el que es diferente.
¿ Qué podemos compartir y que podemos esperar de aquel al que percibimos como alguien que está equivocado y que como tal lo tenemos que tolerar ? Podemos aprender algo de aquellos con los que estamos en desacuerdo. Pero hace falta que insistimos que aquí no hablamos de respeto ni de democracia, sino de valores. Al que no acepta el respeto ni la democracia ni siquiera lo tolero ( como mínimo en estas creencias y, si llega el caso, conductas ) mientras que aquel que sí la respeta, no únicamente lo tolero sino también lo respeto También me parece mejor plantear esta conversación de las personas de valores culturales diferentes, por encima del llamado genéricamente diálogo de las culturas. Al margen de la buena voluntad y la perspectiva universalista ( es decir, cosmopolita ) que hay muchas veces detrás de esta propuesta, siempre podemos criticar el planteamiento excesivamente culturalista de la propuesta.
Finalmente quiero señalar que la perspectiva de la izquierda debe mantenerse dentro del republicanismo ilustrado de Kant , que es la del cosmopolitismo. es también fundamental la aportación de John Stuart Mill. Hay que plantear una opción moral y política universal de mínimos basado en unas normas que sirvan para una buena convivencia. Es a partir de lo que vamos aprendiendo históricamente de nuestras experiencias como podemos ir definiéndola. Con la "Declaración Universal de los Derechos humanos" tenemos un buen logro concreto. El Estado de derecho que debe garantizarlos, según la vieja pero actual formulación del contrato social, no está en función de ninguna unidad cultural. La nación, como el ciudadano, no es previo al Estado de derecho sino su consecuencia. Solo así tenemos una nación cívica y no étnica.