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Por muy complejo que parezca, el cerebro humano no es más que un conjunto de células como cualquier otra parte del cuerpo. Se trata de células hermosas, por cierto, que incluyen más de ochenta mil millones de neuronas especializadas en la conducción de electricidad, cada una con la forma de un árbol desnudo en invierno con muchísimas ramificaciones, y cada una con decenas de miles de conexiones químicas, llamadas “sinapsis”, con otras células. Minúsculas señales de actividad eléctrica fluyen sin cesar a través de estas células que emiten pulsos a lo largo de fibras de conducción eléctrica, llamadas “axones”, que están aisladas por una capa de grasa y conforman en conjunto la materia blanca del cerebro; cada pulso dura solo un milisegundo y se puede medir en picoamperios de corriente. Esta interacción de electricidad y química de alguna manera da lugar a todo lo que la mente humana puede hacer, recordar, pensar y sentir, y todo lo hacen células que se pueden estudiar, conocer y modificar.
Karl Deisseroth, Así diseñé un método que permite electrificar el cerebro, El País 27/04/2022
Samuel Butler es el precursor de dos distopías ya clásicas. La del recreo bobalicón (Un mundo feliz) y la de la tiranía y la opresión (1984). Pero su singularidad y actualidad reside en que no escribe una novela ejemplar, como hacen Huxley y Orwell. Butler renuncia a la carga moral y doctrinaria, prefiere que el lector juzgue por sí mismo. Su visión de lo humano es excéntrica. La humanidad ya no es el centro, sino un órgano externo de la máquina. Frente a la idea común del ser humano como dueño del destino de las máquinas, que construye para satisfacción de sus necesidades y mejora de sus capacidades (el vehículo, la velocidad; el anteojo, la vista; el altavoz, el oído; el martillo, el brazo) y que podrá desconectar o destruir cuando le venga en gana, aparece la idea de la humanidad como especie auxiliar que hace posible la evolución cibernética. La carencia fundamental de las máquinas es que no pueden reproducirse ni saben aparearse. ¿Cómo evolucionar sin órganos sexuales? Utilizando a otra especie. La flor se sirve de la abeja para reproducirse, y la seduce con sus vivos colores. El muérdago hace lo propio con los pájaros. Las máquinas, que también tienen su erótica y atractivo, seducen la mente ingenieril con promesas de eficacia y rentabilidad. El magnetismo del algoritmo es el equivalente evolutivo de la atracción de la abeja por la flor.
Es evidente que los valores de las máquinas y de la especie humana no pueden coincidir. Tampoco sus respectivas historias. La amenaza es, precisamente, que los fines humanos más nobles (el conocimiento, la alegría, la empatía y la solidaridad), pueden quedar sometidos a los fines de las máquinas (supervivencia, potencia y eficacia). Ya no somos el centro del universo, sino una especie al servicio de la evolución de lo mecánico. Los privilegios que Descartes había atribuido a la especie humana, consciente y libre, mientras que el reto era mecánico y determinado, con Butler han desaparecido. El inglés presenta la conciencia, al modo oriental, como algo que no pertenece exclusivamente a la especie humana, sino que la comparten animales y plantas, y, por deferencia (mediante un órgano externo) las máquinas. Gracias a ella garantizan su subsistencia, reaccionan a las vicisitudes y previenen accidentes. Con el tiempo, el humano será para la máquina, lo que ahora son los caballos y los perros, una especie domesticada y a nuestro servicio.
Los ciudadanos de Erewhon, anticipándose a esta situación de servidumbre, deciden destruir las máquinas. No basta con desconectarlas, hay que acabar con ellas. Una situación parecida a la de 2001, una odisea del espacio. El protagonista trata de desconectar a Hal, un sofisticado ordenador que controla la nave en la que viaja. Para su sorpresa, la máquina advierte su propósito y trata de impedirlo. No lo consigue y, finalmente, en un delirio de moribundo, lamenta su apagamiento entonando una canción de infancia.
Juan Arnau, Samuel Butler, la seducción cibernética, El País 26/04/2022
Dentro de nuestro cerebro existen áreas que regulan funciones concretas. Determinadas lesiones en el cerebro pueden hacer que perdamos el gusto, el habla o la movilidad de cierta zona. De la misma forma, hay lugares precisos que integran la información sensorial que recibimos de un determinado brazo o pierna. ¿Qué pasa cuando amputamos ese brazo o esa pierna? El cerebro sigue teniendo la zona que integra las señales de esa extremidad. Al dejar de recibir señales de los miembros periféricos, esta parte del cerebro que ha dejado de tener función genera descargas espontáneas que son interpretadas como dolor, picor o molestia.
J.M. Mulet, La ciencia explica el fenómeno de los miembros fantasma, El País Semanal 28/04/2022
Posteriormente decidí estudiar el doctorado y realicé los cursos para obtener el DEA con la tesina "La palabra oculta " . Pero el resultado de estos años no fue otro que considerar que la educación en valores es un mecanismo de usar el lenguaje sin resolver la acción que se puede suceder en el hacer relacional de la persona. Con eso quiero decir que hablar de Derechos Humanos y de valores que se desarrollan no deja de ser una concepción prescriptiva de la realidad, en el ámbito deontológico de lo que consideramos o "idealizamos" como una realidad humana.
Fue esta idea que me hizo pensar sobre la diferencia entre la ética y la moral que recogida de M.Foucault , el filósofo francés, sostendria que la acción compromete con ese hacernos o ser en relación a lo que vivimos (entendido como ética) y la moral estaría en la concepción de los principios, prescripciones que creemos que socialmente debemos tener. En el caso de la ética la verdad compromete directamente con lo dicho y hecho, lo que los griegos definían como la "parresía" ; a diferencia de la moral que serviría como un espacio de buenas intenciones sin más.
Dicho esto se entendería porque en educación en valores , estos andan absolutamente alejados de una simple predicación docente. De hecho en el análisis de muchos claustros -como espacios comunes- o asambleas de vecinos, o comisiones, o grupos de trabajo vemos como el criterio moral sale a la luz y rompe el consenso real de las verdaderas intenciones de quienes actúan o deciden actuar. En las muchas observaciones que realice para la tesina con el claustro del centro donde trabajaba en Mataró observaba antivalores como la impuntualidad, la falta de responsabilidad social, la falta de respeto, agresividades, ...
En filosofía la responsabilidad ha sido tratada por distintos autores y se entiende como un valor.
En filosofía, el concepto de responsabilidad implica el de libertad y libre albedrío, en el sentido de que cada uno puede ser considerado responsable de su trabajo si éste se realiza sobre la base de una libre elección y no por condicionamientos necesarios debidos a leyes físicas, psíquicas o socioeconómicas.
Responsabilidad significa ser capaz de responder, haciéndose cargo de los propios actos, decisiones y obligaciones.
La responsabilidad es la deuda de obligación que exige reparación y satisfacción por sí misma o por otro, como resultado de un delito, culpa o causa legal. Es el cargo moral que genera un error en algún asunto o acto determinado que significa responder por lo realizado. Sólo la persona responsable es digna de crédito.
La falta de responsabilidad seria la ignorancia . Cuando en la vida actuamos lo hacemos de forma consciente y responsable porque asumimos la decisión tomada como algo que ejercemos de forma libre. A menudo cuando no queremos sentirnos responsables de nada entonces buscamos las causas externas como responsables de lo que no hemos hecho. En este sentido no actuar a veces podría ser debido a no querer ser responsable de las consecuencias . Una persona egoísta como dirá Kant en "la Fundamentación de la Metafísica de las costumbres" puede actuar sin sentirse responsable de lo que no hace , pero para este autor no seria el peor bicho en la tierra. Para Peter Singer , el sentido común dicta los límites de lo que podemos o no podemos hacer pero siempre serán subjetivos . Para mi cuidar de mis hijos es una responsabilidad que no puedo dejar de hacer pero para otra persona cuidar los hijos no es responsabilidad suya. En esta idea hay la peligrosidad de la filosofía utilitarista que considera válido y útil aquello que subjetivamente nos representa un bien o individual o colectivo. En función del benefició la responsabilidad se aplica en todos los ámbitos .
Ser responsables de lo que hacemos o no hacemos es cuestionable si lo hemos hecho por omisión como salvar a otra persona o dejar de ayudar a quien lo necesita. Pero hay que diferenciar la responsabilidad moral y la legal . En la moral la no acción puede a constituir un delito y ser inmoral en ciertos contextos . Pensemos en el obedecer órdenes en la Segunda Guerra Mundial para masacrar a judíos , gitanos, homosexuales, comunistas, republicanos apátridas, ... A veces no hacer será en el fondo actuar no haciendo algo. Eso también compromete , en este sentido estamos en un oxímoron ético. Pero en esta idea de no actuar dando auxilio a quien lo necesita puede ser un problema de consecuencias exclusivamente.
Claro si ahora pensamos en el budismo el no actuar, (WU Wei) seria el un no actuar para no crear consecuencias negativas que seria muy diferente a no hacer para no querer uno enfrentarse porque no tiene valor de hacer algo , siendo cómplice entonces de eso que no ha hecho.
Será en este segundo grado de no hacer cuando estamos en un tema ético .
Un autor como Hans Jonás ha trabajado mucho este tema de la responsabilidad . Das Prinzip Verantwortung, Para este filósofo el principio de responsabilidad sigue el criterio kantiano del imperativo categórico reformulado
«Obra de tal manera que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida auténticamente humana sobre la Tierra»
En esta idea hay una lucha contra el antropocentrismo y remarcar la importancia de lo humano como especie para entender que el individuo ha de actuar en función de la responsabilidad de la especie. Este modelo inspirado en la biología y contrario a la tecnología porque considera que esta no está pensada para lo humano como finalidad de un valor absoluto como es la dignidad moral del humano , busca en esta responsabilidad considerar la acción y la no acción como un compromiso imperativo ecológico fundamental. Pensar que uno puede no ser responsable de aquello que no hace en la vida en el fondo seria defender una forma de nihilismo existencial.
El nihilismo existencial seria una forma apocalíptica de vida en la que el sujeto no ve ni observa la realidad como globalidad y de forma subjetiva deja de valorar las consecuencias propias como perjudiciales a los demás o a si mismo. El nihilista no sigue esa ética de la consecuencialidad , porque el contexto poco determina la acción .
Max Weber diferencia entre ética de la convicción y ética de la responsabilidad para establecer los límites entre política y ética. Si la ética responde a un bien personal y sigue el criterio de las creencias o de las ideas que uno considera sostenibles para vivir bien , la política responde a un bien común y sigue un criterio social que se debe a los demás , a la "comunitas" . En este sentido actuar movido por responsabilidad es actuar por el deber de lo común a diferencia de la convicción .
En conclusión pensar que la responsabilidad es un valor es entender que la acción responsable nos determina en nuestro existir , todo lo que hacemos nos dibuja lo que somos, y todo aquello que hemos dejado de hacer también nos compromete en la medida que sus consecuencias pueden tener perjuicios para uno mismo o para los demás.
Ayer por la noche volvía a casa en el cercanías, cansado, pero feliz, porque el día nos había ido estupendamente en la editorial. Nada más sentarme en el vagón, saqué un libro del bolsillo de la americana y me sumergí en la lectura, sin fijarme ni en quién subía ni en quién bajaba, hasta que, no sé muy bien dónde, al levantar la cabeza, vi que había a mi lado, de pie en el pasillo, una mujer embarazada con las manos sujetándose la tripa. Inmediatamente me levanté y le cedí mi asiento. Fue un gesto casi automático, porque nada me parecía más elemental. La mujer se deshizo en elogios en voz alta a mi amabilidad que, como me di cuenta enseguida, eran también reproches a los jóvenes que iban sentados y que no habían mostrado ni la menor caridad con ella. Algo funciona muy mal en nuestra sociedad cuando a los jóvenes les ha dejado de ser evidente que hay que ceder el asiento a una mujer embarazada.
Unos días antes, el martes 19, exactamente, bajando por el Paseo de Gracia en una noche lluviosa, me caí -me caigo aparatosamente con cierta frecuencia porque al suelo le gusta jugar conmigo al escondite- justo sobre un charco y allí en el suelo, con el paraguas roto en una mano, empapago por el agua del charco y de la lluvia, vi pasar a mi lado una joven que me miró sin imutarse y siguió para adelante. Fue un joven con acento argentino el que me ayudó a ponerme en pie y se preocupó por mi estado. Estaba un poco magullado, pero bien... si ignoramos que al levantarme chorreaba.
Al certamen filosòfic, Palma Pensa, Cristina Avilés 'ha facilitat un taller titulat: Coneix-te a tu mateix, al Centre Flassaders de Palma. Els participants eren estudiants de 1r de Batxillerat de l'IES de Son Pacs de Palma de Mallorca.
Es tracta d'un taller que tracta sobre autoconeixement filosòfic des de l'enfocament sapiencial. L'objectiu és que els alumnes captin la diferència entre l'autoconeixement psicològic i l'autoconeixement filosòfic, perquè puguin arribar a assaborir i viure des d'un fons més originari, allò que fonamenta els seus actes, pensaments i emocions.El prólogo comienza así:
Como confirmando que todo lo que rima es verdadero, hoy, mientras Borja me comunicaba por teléfono que me había enviado el libro, ha sonado el timbre y era el cartero, que me lo traía y casi al mismo tiempo que el libro he recibido la invitación oficial del Centro Internacional Antonio Machado para dar tres lecturas en julio con el título genérico de "Leer a Sor María Jesús de Ágreda, la monja inabarcable". Allí está, en la cocina, J.A. González Sainz, con el que es muy fácil llevarse bien. Por cierto, su libro La vida pequeña es una joya.
El día se ha completado de manera óptima e inesperada. Se han puesto en contacto conmigo desde el decanato de la Facultad de Psicología de la Universidad Católica de Honduras con la invitación a un viaje.
¡Hola a todos! El próximo sábado, Rosamerón estrena su primer Sant Jordi y… ¡queremos convertir este gran día en una fiesta! Desde la mañana hasta bien entrada la tarde, os esperamos en esta encantadora placita, donde lucirán nuestros grandes protagonistas: las rosas y los libros. Además, vamos a acompañarlos con vino para brindar, tapas y... ¡por qué no una paella! ¡Editar es vivir! ¡Os esperamos!
Que seamos capaces de expresar con palabras nuestros pensamientos es uno de los milagros más fabulosos con los que contamos, fruto de una íntima imbricación de biología y cultura. Y, como todo milagro, pasa desapercibido. Hasta que se pierde y, sin él, la nada amenaza con habitar por completo nuestro cerebro. Una nada absoluta que no solo nos roba las relaciones sociales, sino incluso nuestro pensamiento y nuestra autonomía.
Porque hay determinadas enfermedades o accidentes que afectan a las neuronas que procesan el lenguaje. Tras la despedida de Bruce Willis y la avalancha de noticias que han seguido a la noticia, seguro que todos sabéis de qué hablo. Puede ser un ictus, un traumatismo craneoencefálico (provocado por un accidente de tráfico, por ejemplo), una infección viral o un proceso degenerativo de demencia. Sea por lo que fuere, algunas redes neuronales se ven comprometidas y se pierde la capacidad de pronunciar de forma fluida los sonidos del habla, o la de comprender lo que escuchamos, o la de crear frases adecuadas o, por supuesto, la de acceder a las palabras que necesitamos expresar. La pérdida de cualquiera de estas capacidades lingüísticas nos afecta como ninguna otra otra discapacidad. Porque lo veamos o no, los seres humanos somos, entre todas las cosas, seres lingüísticos.
Mamen Horno, Afasia: la lucha de un cerebro contra la nada, Letras Libres 18/04/2022
Frente a las matemáticas desarrolladas por civilizaciones anteriores —como la fenicia o la egipcia—, los griegos vieron en esta disciplina la clave no solo para comprender el mundo, sino para alcanzar una verdad absoluta. Para ellos, las matemáticas estaban por encima de su evidente utilidad, eran una forma suprema de verdad y belleza. Esta idea aparece reflejada en los textos de Platón; para el filósofo, la geometría es “conocimiento de lo que siempre existe”, y que “atraerá el alma hacia la verdad y formará mentes filosóficas que dirijan hacia arriba aquello que ahora dirigimos indebidamente hacia abajo”.
Ágata A. Timón, Las matemáticas tal como se pensaban en la Grecia antigua, El País 18/04/2022
El algoritmo es el nuevo Gran Relato de la posmodernidad. Sin embargo, contrariamente al logos filosófico, tras él no se halla el rostro de Dios, el conocimiento absoluto, la consecución del bien y de la felicidad. El algoritmo es un mero desarrollo instrumental, con posibilidades benéficas, pero también en manos de intereses comerciales o de manipulación informativa: para estos, los hechos no son una variable a tener en cuenta, sino el logro de determinados objetivos a través de una programación adecuada. La selección de datos ya implica un posicionamiento que, cuanto menos, condiciona el fin al que se quiere llegar. El dataísmo a través del Big Data nos da un mapa de lo que hay, predice resultados, conforma la realidad y la transforma.
Rosa María Rodríguez Magda, La ética del algoritmo, El País 19/04/2022
Sorpresas de la ciencia1
El principio de Arquímedes2
El daguerrotipo3
El caucho4
La insulina5
La penicilinaAl concluir la guerra francoprusiana se dijo que había sido ganada por los maestros de escuela alemanes. Wellington sostenía que la batalla de Waterloo se había ganado en los campos de Eton.
También hay batallas hoy que se están librando en los patios de nuestros centros educativos.
Han llegado el sol, las tardes largas, los bañistas y los paseos por la montaña. Todo anima al optimismo, pero mis rodillas se han empeñado en recordarme insistentemente que ellas también forman parte de mi mundo.
Me llama M.F. pidiéndome fotografías sobre Eitingon y asegurándome que está poniendo el punto final al documental sobre los Mercader. Ha conseguido buenas entrevistas y material inédito de esta mina ingotable de la historia que es la familia de Ramón Mercader. Nos veremos en septiembre en Biarritz, en el Festival de Cine Latinoamericano. El documental huele a premio.Me llama Luis Moctezuma, querido amigo mexicano, que está en Barcelona, y lo invito a comer en el puerto de El Masnou un arroz con sepietas y alcachofas. Repasamos recuerdos y rostros que nos son comunes y hacemos planes para una hipotética visita mía a México. En octubre estoy invitado a Colombia y quizás...
Rosamerón va bien. Ya hay cuatro libros nuestros en las librerías y se están vendiendo a buen ritmo. El próximo -a punto de salir- será este:
Cristóbal del Hoyo Solórzano y Sotomayor, Marqués de la Villa de San Andrés y Vizconde de Buen Paso (Tazacorte, Canarias, 1677- San Cristóbal de la Laguna, 1762), excusa en una de sus cartas a Judas Iscariote de una manera original.
Tras haber oído un Jueves Santo a un predicador despotricar de manera encendida contra Judas, un soldado salió colérico de la iglesia dispuesto a darle al felón traidor su merecido. El demonio, que anda siempre al quite, se le apareció y se ofreció a conducirlo hasta su escondite. Al llegar al lugar, el soldado echó mano a su espada y hubiera acabado en un periquete con Iscariote si éste no le hubiera convencido, no sin esfuerzo, para que escuchara la verdadera versión de lo acaecido. "Atiéndame, Señor Soldado", le rogó, "y si no tengo razón, hará usted lo que quisiera de mi."
"Yo, Señor Sargento", dijo Judas, "era comprador en la casa de mi Maestro en tiempos en que no éramos en mesa más que doce, pero creció la familia mucho y el dinero era tan poco, que no me alcanzaba para el gasto. En este estado, mi Maestro, manirroto, se empeñó en que debíamos hacer una cena magnífica sin tener un cuarto. Unos judíos me dicen que me darían treinta monedas si les decía cuál era mi Maestro. Aunque no juzgué buena aquella acción, pensando que mi Maestro se paseaba por el mar como cualquiera por su casa; que atravesaba paredes, como hace el sol por los vidrios; que del agua hace vino y de cinco peces comida para muchas almas, decidí tomar el dinero, que mi Maestro ya haría de las suyas para salvarse y los judíos quedarían burlados y nosotros, remediados. Pero llegada la hora, lo agarraron, y él se dejaba agarrar como un cordero, y yo me decía para mi sayo: "¿A qué espera este hombre?" Pero viendo que se lo llevaban sin que nada de lo que yo había previsto aconteciera, me salí afuera contrito, y me colgué. Estos pocos reales me quedaron, aquí los tiene usted, y déjeme en paz, por su vida, que bastantes preocupaciones tengo yo".
Las Cartas del Marqués fueron publicadas en 1740 por fray Gonzalo González de San Gonzalo (no me invento su nombre, que ahí está Google para verificarlo).
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Hoy hemos comido solos mi nieto Bruno (12 años) y yo. Y no hemos parado de hacer deberes.
Hemos ido juntos al mercado. Le he dejado comprar lo que quisiera con dos condiciones: que de primero, habría ensalada y de segundo lo que él eligiera más espárragos a la plancha. Lo demás, a su antojo.
Nada más sentarnos a comer ha aparecido sobre la mesa la cuestión del infinito y la necesidad de aportar a la filosofía un nuevo concepto, que viene impuesto por la misma naturaleza de las cosas: el de infinito y pico. Si hay infinitos que contienen infinitos, entonces el primero es un infinito y pico. Después se nos ha planteado la posibilidad de concebir el Todo como un container. La pregunta que me ha planteado Bruno es si el container, para contener el Todo, no debiera contener al container que contiene el Todo. De aquí al argumento ontológico de San Anselmo, no había más que un pasado... que me he apresurado a dar. Por cierto, lo ha rechazado con una seguridad pasmosa que dejaría satisfecho al mismísimo Kant: la existencia pensada no es lo mismo que la existencia real. Le ha intrigado mucho más esta pregunta: ¿Si el Universo se expande, por dónde se expande?
A los postres la interrogación versaba sobre lo admirable y extraño que es el ser capaz de preguntarse sobre estas cosas.
La conclusión de todo, mientras recogíamos la mesa, la ha puesto mi nieto: "Somos máquinas con conciencia". Me he limitado a decirle que era un cartesiano y lo he dejado encender la televisión con esa convicción.
Pues eso, que no hemos parado de hacer deberes.
Jan Matejko "Stanczyk" 1862 |
Ahora bien, ese viejo carnaval ritualmente subversivo ya no existe. Y casi que menos mal, porque en él la gente se desmandaba de veras, dando rienda suelta a la violencia y las pulsiones más primarias sin disfraz alguno. El carnaval que celebramos hoy en nuestras calles está, por el contrario, complemente domesticado, y es poco más que una ceremonia naíf sin otro desmadre que el de desfilar a juego, cantar unas letrillas ingeniosas (siempre del mismo modo – pocas fiestas más conservadoras y envaradas que el carnaval actual –) y salir de cañas con más disciplina de lo corriente (¡Si los que participaban en las saturnales, las misas de locos o las fiestas de esclavos levantaran la cabeza!)
Esta laxitud del carnaval actual tiene, por cierto, su explicación. Las viejas celebraciones dionisíacas tenían que contrarrestar unas condiciones de vida muy duras y un ejercicio del poder aparentemente más estricto que el que soportamos hoy. Pero ojo, no es que ahora el poder y el orden sean realmente más laxos; todo lo contrario, son más imperativos que nunca, pero lo son amablemente y sin que apenas nos demos cuenta. Y son así de amables gracias, precisamente, a que vivimos en una suerte de «carnaval» perpetuo y al ralentí, de manera que podemos evadirnos del yugo que nos sujeta, reírnos de él, soñar que no lo tenemos o fingir que nos saltamos sus normas, sin salir de la ficción mediática o los mundos virtuales que nos entretienen y evaden cada día tanto, al menos, como nos conforman y controlan.
Frente a la mascarada perfecta del festival mediático (del que la política, como vemos estos días, es parte insustituible), el carnaval de antaño no tiene ya nada que ofrecer. Si las verdaderas carnestolendas consisten en invertirlo ficticiamente todo, ¿qué otro desparrame carnavalesco puede competir con el que nos ofrecen hoy los medios, redes y plataformas digitales? ¿Qué puede hacer sombra a sus fábricas de mitos, sus catálogos de máscaras, perfiles y personajes, sus posibilidades casi infinitas para la burla, el postureo, el alterne, la subversión figurada o el linchamiento regenerativo?
Es difícil imaginar cómo podríamos salvar al carnaval de las calles y plazas del de las webs y los servicios de entretenimiento a domicilio. Planteo, no obstante, una sugerencia, no sé si muy loca, para celebrar una inversión o mascarada mucho más profunda y subversiva que la que producen los «late shows», los videojuegos o la adicción a las series.
A ver, si el carnaval ha de celebrar lo infrecuente y darle la vuelta a todo, ¿por qué no llevamos la fiesta al límite? Por ejemplo: en lugar del estruendo con que agredimos normalmente a los demás – debido no a nuestra «alegre y latina forma de vivir» sino a la más absoluta falta de consideración por los otros –, en nuestro carnaval podríamos disfrazarnos de personas educadas, capaces de hablar sin dar voces y de divertirnos sin tener que exhibir (por impotencia cerebral) la potencia sonora de nuestros bajos en garitos, coches tuneados o plazas públicas. ¿Qué les parece?
Otro ejemplo: en vez de burlarnos de las costumbres e ideas de los demás y arder de indignación cuando toca reírse de nuestras sacrosantas manías, creencias y tontunas idiosincráticas, podríamos hacerlo al revés, o reírnos de todo, como es lo propio a un carnaval serio.
Otra idea. Como es corriente no respetar las normas más que cuando interesa hacerlo, ¿qué tal si durante los días de carnaval nos comportarnos de forma más íntegra? Para algunos políticos y la ciudadanía que los vota, esos días representarían un auténtico desahogo tras meses de estresante subordinación al imperio de los peores deseos.
Finalmente, y para salir de la rutina carnavalesco-mediática, ¿y si en vez de emborracharnos y ahondar en la inconsciencia habitual, invertimos las cosas y nos regalamos una experiencia más consciente de todo lo que nos rodea? Por ejemplo, a través de una sesuda reflexión acerca de la enorme y engañosa mascarada de la que formamos, seguramente, la peor parte.
¿Les gusta el proyecto? Ser educado con los demás, reírnos de nosotros mismos, comportarnos siempre de forma honesta y llevar una vida más reflexiva y consciente; dadas las circunstancias, todo eso sí que sería, y triste es decirlo, una auténtica fiesta de carnaval.
Vuelvo a estar de Rodríguez y esto hace que, de alguna manera, vayan más pausadas las horas. Hasta echo en falta el tic-tac de un reloj de pared que vaya ritmando su lento sucederse.
Leo y salgo al pequeño jardín de nuestra casa a ver la maravilla de los cerezos en flor. Tenemos dos y están espléndidos. No hay nada más mecánico y rutinario que la floración primaveral y, sin embargo, siempre nos coge desprevenidos, boquiabiertos y con hambre de belleza.
Sigo con sor María de Ágreda y los mil matices de su correspondencia con Felipe IV. El rey parece claro que ve a la monja como su embajadora en el cielo y la cuida para que le entregue informes precisos del Más Allá y, sobre todo, para que rece por él, que aunque la edad va amortiguando inexorablemente los pendoneos de la juventud, aun anda con los bajos levantiscos y dispuestos a asaltar cualquier fortaleza que se le ponga a tiro. Al final, el progreso de los achaques corporales acabará haciendo de él un monarca trabajador y taciturno que gracias a Sor María ha aprendido a sobrellevar con el mayor estoicismo las desgracias que le van cayendo encima.
Cada vez que aparece una reseña de alguno de nuestros libros o alguna entrevista con alguno de nuestros autores, mi alma de editor, recién estrenada, se alegra con una alegría nueva que me sienta muy bien. ¡Bienvenido sea el futuro que llega con dulces sabores nuevos!
El artículo sobre la amistad que apareció el sábado pasado en La Vanguardia, sigue vivo. Son muchas las personas que me escriben para decirme que han encontrado en él palabras que describen muy bien su experiencia.
“Darwin reconoció que no somos una creación separada, un punto muy importante, porque en los textos religiosos, como por ejemplo la lectura literal del Génesis, los humanos somos una creación directa de Dios, los únicos hechos a su imagen y semejanza, los únicos que poseen un alma inmortal que sobrevive al cuerpo, y mucha gente, Aquino por ejemplo, interpretó eso como una negación de que tengamos obligaciones con los animales. Solo las tendríamos con otros seres que posean almas inmortales, y esos solo somos nosotros, los humanos. Pero Darwin mostró que eso es una falacia, puesto que no estamos hechos a imagen de Dios, sino que somos producto de la evolución a partir de otros animales. Esa es la percepción fundamental de Darwin. No somos los amos de los animales, simplemente vivimos en el mismo planeta que ellos, y no tenemos ningún derecho a suponer que nuestros dolores y placeres sean únicos ni diferentes de los suyos. De hecho, el hinduismo y el budismo no ven una división tan nítida entre los humanos y el resto de los animales como la que ve el cristianismo”.
“En un sentido filosófico, no podemos estar seguros de que los animales sufren y sienten dolor. El solipsismo es una posición difícil de refutar. Como yo sufro, puedo estar seguro de mi dolor, pero no lo puedo estar del tuyo. Aunque esta idea sea difícil de refutar, sin embargo, no me parece verosímil. Vemos las mismas reacciones de dolor en los animales que en las personas, y basadas en los mismos fenómenos nerviosos. Una aspirina o un paracetamol alivian el dolor en humanos y animales por igual. La propuesta de que no son conscientes de su sufrimiento resulta inverosímil”.
Javier Sampedro, entrevista a Peter Singer: "La conciencia no es un fenómeno exclusivo de los humanos, ni siquiera de los primates", El País 09/04/2022
... el transhumanismo tal y como lo conocemos es una especie de matrimonio entre los compromisos fundamentales que comparte con la eugenesia en Estados Unidos y la noción, derivada de los desarrollos de informática y la teoría de la información durante y después de la Segunda Guerra Mundial, de que los seres vivos y las máquinas son básicamente iguales.
Aquí, la idea clave es que las entidades animadas y las máquinas son, en esencia, información y, por lo tanto, sus acciones son fundamentalmente las mismas. Desde esta perspectiva, los cerebros son dispositivos computacionales, la causalidad genética funciona a través de “programas” y los patrones informativos que nos constituyen son, en principio, trasladables al ámbito digital. Esta perspectiva informativa es el punto crucial del transhumanismo: sus convicciones científicas y su confianza en las perspectivas de autotrascendencia tecnológica de la humanidad hacia la posthumanidad.
Susan B. Levin, La filosofía favorita de Silicon Valley está esencialmente equivocada, Letras Libres 05/04/2022
Al contrario de lo que podríamos pensar, cuanto más compleja es una estructura de menos personas depende su reproducción y, por eso mismo, más cuenta la personalidad de los individuos decisivos. En el marco del capitalismo global —digamos— la “maldad” personal es más decisiva que la “bondad” colectiva. Millones de personas que trabajan, honran a sus padres, cuidan a sus hijos y son solidarias con sus vecinos no pueden nada contra la libertad de un lobby o de un autócrata; miles de periodistas honestos que buscan la verdad no pueden nada contra la libertad de mentir de un magnate o un conspirador. Hay estructuras concebidas para neutralizar las rutinas morales y liberar, en cambio, las irregularidades más discrecionales. Pero esto significa precisamente que, cualesquiera sean los antecedentes de un acontecimiento y la genealogía histórica de una acción, el paso de lo posible a lo inevitable es siempre una decisión. Como recordaba Hannah Arendt, una estructura no es responsable de nada, salvo que aceptemos justamente que, allí donde hay causas y constelaciones y contextos compartidos, todos somos responsables de todo por igual, lo que equivale a renunciar al concepto mismo de responsabilidad y, en consecuencia, a la distinción entre conflicto y guerra, entre invadido e invasor, entre pensamiento, obra y omisión. Que el desplazamiento de una estructura compleja esté en manos de pocas personas quiere decir que la responsabilidad en nuestro mundo es desigual, como la riqueza y el poder, pero quiere decir que es individualmente inalienable: que es la condición misma para que podamos intervenir en el espacio político a favor de la justicia, el derecho y la igualdad. Aceptar, por ejemplo, que la invasión de Ucrania era inevitable, colofón mecánico de una acumulación “histórica”, es aceptar como inevitable todo lo que suceda a partir de ahora, pero lo inevitable en una guerra es siempre más guerra y más destrucción. Putin es el responsable de una decisión criminal que interrumpe toda cadena mecanicista y que solo puede desactivarse con otras decisiones, a las que habrá que acercarse con una temblorosa botella de nitroglicerina entre las manos, en un mundo más multipolarizado, más militarizado y menos democrático que nunca.
Santiago Alba Rico, Contra la geopolítica, El País 08/04/2022