II
Me gusta esta expresión: "la vista cansada". Cansada... ¿de qué? No de mirar ni de ver sino de mirar y ver mal, pendiente de la pantalla del ordenador. Los ojos se cansan como la tierra cuarteada por la sobrexposición al sol. Esta mañana el oculista me ha dicho que vuelva a visitarlo dentro de unos días y que el día anterior no abriese el ordenador, para ver si entendía lo que me pasaba. Veo las letras como si se sobrepusieran un poco borrosamente unas sobre otras. Vivi inmerso en una ligera neblina.
III
Esta tarde tengo que asistir a un acto conmemorativo. No me gustan esos actos que miran hacia atrás y te dejan el alma con tortícolis. Corres el peligro de convertirte en una estatua de sal. Pero a veces hay que hacer lo que no gusta. Especialmente si tu agente provocador se empeña en ello.
IV
Esta mañana en el tren una adolescente con la cabeza apoyada en el cristal de la ventanilla parecía dormida. Muy guapa, con el pelo rubio, largo y un poco enredado. Su belleza estaba resaltada por un aire de fragilidad que resultaba muy llamativo en medio de un vagón a rebosar de pasajeros condenados a intimar físicamente. Llevaba un teléfono móvil entre las manos. El tren ha parado en Masnou, Montgat Nord, Montgat Sud... y no se ha despertado. En Badalona me he bajado yo y ella seguía durmiendo. La he visto unos segundos desde el andén. ¿Se despertará en el lugar al que quiere llegar?
V
Me invitan a colaborar periódicamente en un diario catalán. Tengo que pensarlo.
I
Ayer descubrí un par de librerías de viejo en Madrid, no muy lejos de la Tatiana, y volví a una de las librerías más interesantes de la ciudad, la del BOE, que edita libros magníficos, tanto por su contenido como por el exquisito cuidado de la edición, y, para mi sorpresa, me encontré a mí mismo en venta:
Tras la magnífica conferencia de Javier Borràs en la Tatiana, fuimos a cenar a un restaurante cercano con María Blanco y Josefina Stegmann. Fue una cena amena que podría haber durado toda la noche, pero a las 5:00 tenía programado el despertador. Me suelen decir que hago muchas cosas. Yo lo veo de otra manera: hago lo que me gusta y haciéndolo me siento manejando las riendas de mi vida y creo que. nunca me he sentido más libre. En resumen: quizás haga muchas cosas, pero todas ellas son aventureras.
III
El martes que viene acude al seminario un grande, José Luis Pardo. Para mí es uno de los pocos pensadores españoles que merecen el título de filósofo y no solamente de profesor de filosofía. Nos hablará de las vacas negras, de Hegel a Deleuze.
IV
He venido a Barcelona esta mañana en un vagón del Iryo, el 2, en el que único no japonés creo que era yo. Nadie ha hablado en voz alta por teléfono, nadie se ha movido del asiento que tenía asignado, nadie ha alzado la voz. Todo el mundo ha seguido escrupulosamente las instrucciones y solo nos hemos levantado para coger nuestro equipaje cuando el tren, efectivamente, ha parado. La salida del vagón ha sido un desfile. Después, en la planta de arriba de la estación de Sants, el caos. Por primera vez en mi vida he sentido un enorme deseo de ser japonés.
Carta a Georges Bernanos[1]
(¿1938?)
Estimado señor:
Por ridículo que resulte escribirle a un escritor que, dada la naturaleza de su profesión, siempre está inundado de cartas, no puedo evitar hacerlo después de leer Los grandes cementerios bajo la luna. No es la primera vez que un libro suyo me conmueve: el Diario de un cura rural es a mis ojos el más bello, al menos de los que he leído, y verdaderamente un gran libro. Sea como fuere, el hecho de que me hubieran gustado otros libros suyos no me daba motivos para importunarlo comunicándoselo por escrito. Pero algo distinto ocurre con el último: yo he tenido una experiencia que se corresponde con la suya, aunque mucho más breve, menos profunda, situada en otro lugar y vivida aparentemente –solo aparentemente– con un espíritu por completo distinto.
Aunque no soy católica –lo que voy a decir, dado que no lo soy, sonará sin duda presuntuoso para cualquier católico, pero no puedo expresarme de otra manera–, lo cierto es que jamás me ha parecido ajeno lo católico, lo cristiano. A veces me he dicho a mí misma que si simplemente se pusiera en las puertas de las iglesias un cartel que prohibiese la entrada a cualquier persona con una renta superior a tal o cual pequeña suma, entonces yo me convertiría inmediatamente. Desde la infancia, mis simpatías han estado dirigidas a los grupos que afirman pertenecer a las capas despreciadas de la jerarquía social, hasta que me he dado cuenta de que tales grupos desalientan por su naturaleza todas las simpatías. El último que me inspiró algo de confianza fue la CNT española. Yo había viajado un poco por España antes de la guerra civil, poco pero lo suficiente para sentir el inevitable amor a sus gentes; había visto en el movimiento anarquista la expresión natural de sus grandezas y de sus defectos, de sus aspiraciones más y menos legítimas. En la CNT y en la FAI había una mezcla asombrosa; cualquiera era admitido y, en consecuencia, la inmoralidad, el cinismo, el fanatismo y la crueldad se codeaban con el amor, el espíritu de fraternidad y, sobre todo, esa reivindicación del honor que resulta tan hermosa entre los hombres humillados; me pareció que quienes llegaban allí movidos por un ideal prevalecían sobre aquellos impulsados por su afición a la violencia y el desorden. En julio de 1936 me encontraba en París. No me gusta la guerra, pero lo que siempre me ha horrorizado más de ella es la situación de quienes se hallan en la retaguardia. Cuando comprendí que, a pesar de mis esfuerzos, no podía dejar de participar moralmente en esa guerra, es decir, de desear cada día, a todas horas, la victoria de unos y la derrota de otros, me dije que París representaba para mí la retaguardia, y tomé el tren a Barcelona con la intención de alistarme. Eso fue a principios de agosto de 1936.Un accidente hizo que mi estancia en España fuese corta. Estuve unos días en Barcelona, después en el campo aragonés, a orillas del Ebro, a unos quince kilómetros de Zaragoza, en el mismo lugar por el que recientemente las tropas de Yagüe cruzaron el Ebro; luego en el palacio de Sitges transformado en hospital y después otra vez en Barcelona; en total pasé en España unos dos meses. Salí de allí en contra de mi voluntad y con la intención de regresar. Pero después, de manera deliberada, no hice nada al respecto. Ya no sentía ninguna necesidad interior de participar en una guerra que no era, como me había parecido al principio, una de los campesinos hambrientos contra los terratenientes y contra un clero cómplice de estos, sino una guerra entre Rusia, Alemania e Italia.
Conozco ese olor de guerra civil, sangre y terror que desprende su libro; lo he respirado. Debo decir que no he visto ni escuchado nada que alcance el grado de ignominia de algunas de las historias que usted cuenta, esos asesinatos de viejos campesinos, esas juventudes fascistas italianas que hacían correr a los viejos a porrazos. Pero lo que escuché fue suficiente. Estuve a punto de presenciar la ejecución de un sacerdote; durante los minutos de espera, me pregunté si simplemente me quedaría mirando o si me dispararían al intentar intervenir; todavía no sé qué habría hecho si una feliz casualidad no hubiera impedido la ejecución.
Cuántas historias abarrotan mi pluma… Pero se haría demasiado largo contarlas todas; además, ¿para qué? Bastará con una. Me encontraba en Sitges cuando regresaron derrotados los milicianos de la expedición a Mallorca. Habían sido diezmados. De los cuarenta jóvenes que habían salido de Sitges, nueve habían muerto; nos enteramos cuando regresaron los otros treinta y uno. A la noche siguiente se llevaron a cabo nueve expediciones punitivas, y nueve fascistas o supuestos fascistas fueron asesinados en esta pequeña ciudad en la que en julio no había sucedido nada. Entre esos nueve estaba un panadero de unos treinta años, cuyo delito, según me dijeron, era el haber sido miembro de un somatén; su anciano padre, de quien era hijo único, y único sostén, se volvió loco. Otra historia: en Aragón, un pequeño grupo internacional de veintidós milicianos de todos los países apresó, tras una escaramuza, a un joven de quince años que luchaba como falangista. Tan pronto como lo cogieron, temblando al ver morir a sus compañeros junto a él, dijo que había sido reclutado por la fuerza. Lo registraron y encontraron una medalla de la Virgen y un carné de falangista; fue enviado ante Durruti, jefe de la columna, quien, tras explicarle durante una hora la belleza del ideal anarquista, le dio a elegir entre morir o alistarse inmediatamente en las filas de quienes lo habían hecho prisionero, para luchar contra sus camaradas de la víspera. Durruti le dio al muchacho veinticuatro horas para que se lo pensase; pasado el plazo, el joven dijo que no y lo fusilaron. No obstante, Durruti fue en algunos aspectos un hombre admirable. La muerte de este pequeño héroe no ha dejado de pesar en mi conciencia, aunque no me enteré de lo ocurrido hasta más tarde. Y una historia más: en un pueblo que rojos y blancos habían tomado, perdido, reconquistado y vuelto a perder no sé cuántas veces, los milicianos rojos, tras haberlo reconquistado definitivamente, encontraron en los sótanos a un puñado de seres despavoridos, aterrorizados y hambrientos, entre ellos tres o cuatro hombres jóvenes. Y razonaron así: si estos jóvenes, en lugar de venirse con nosotros la última vez que nos retiramos, se quedaron esperando a los fascistas, es porque ellos mismos son fascistas. Por lo tanto, los fusilaron de inmediato, y después dieron de comer a los demás y se creyeron muy humanos. Una última historia, esta de la retaguardia: dos anarquistas me contaron una vez cómo, con otros camaradas, habían cogido a dos sacerdotes; uno fue asesinado en el acto, en presencia del otro, de un disparo de revólver; después le dijeron a ese otro que podía irse. Cuando estaba a unos veinte pasos de distancia, lo abatieron. El que me contó la historia se sorprendió mucho al no verme reír.
En Barcelona, una media de cincuenta hombres eran asesinados cada noche en las expediciones punitivas. Proporcionalmente, eran muchos menos que en Mallorca, ya que Barcelona es una ciudad de casi un millón de habitantes. Además, durante tres días tuvo lugar allí una sangrienta batalla callejera. Pero quizá los números no sean lo principal en este asunto. Lo esencial es la actitud ante el asesinato. Ni entre los españoles ni entre los franceses que habían ido allí a luchar o a darse una vuelta –estos últimos eran casi siempre intelectuales aburridos e inofensivos–, vi yo jamás a nadie expresar, ni siquiera en la intimidad, repulsión, desagrado o incluso desaprobación ante la sangre derramada innecesariamente. Usted habla del miedo. Y sí, el miedo tuvo algo que ver con estos asesinatos; pero donde yo estuve, no vi que tuviese el peso que usted le atribuye. En una comida presidida por la camaradería, hombres aparentemente valientes –vi con mis propios ojos el coraje de al menos uno de ellos– contaron con una sonrisa fraternal cómo habían matado a sacerdotes o a “fascistas” –término este con un sentido muy amplio–. Por lo que a mí respecta, tuve la sensación de que, cuando las autoridades temporales y espirituales colocan a una categoría de seres humanos al margen de aquellos cuyas vidas tienen un precio, no hay nada más natural para el hombre que matar. Cuando se sabe que es posible matar sin correr el riesgo de ser castigado o culpado, se mata; o al menos se rodea de sonrisas alentadoras a quienes matan. Y si por casualidad se siente al principio un poco de asco, entonces se guarda silencio y pronto se sofoca tal desagrado, por miedo a parecer falto de virilidad. Hay ahí un impulso, una embriaguez a la que es imposible resistirse sin una fuerza del alma que debo considerar excepcional, ya que no la he visto en ninguna parte. Me encontré con franceses pacíficos, a quienes hasta entonces yo no despreciaba, a los que no se les habría ocurrido por sí mismos ir a matar, pero que disfrutaban visiblemente de esa atmósfera impregnada de sangre. Jamás podré tenerles ningún respeto en el futuro.
Semejante atmósfera borra de inmediato el objetivo mismo de la lucha. Porque solo podemos formular el objetivo reduciéndolo al bien público, al bien de los hombres –y los hombres resultan aquí irrelevantes, carecen de valor–. En un país donde los pobres son en su gran mayoría campesinos, el objetivo esencial de cualquier grupo de extrema izquierda debe ser el bienestar de dichos campesinos; y esta guerra ha sido quizá sobre todo, al principio, una guerra por y contra el reparto de tierras. Sin embargo, esos pobres pero magníficos campesinos de Aragón, que tanta dignidad han conservado bajo las humillaciones, no eran para los milicianos ni siquiera un “objeto de curiosidad”. Sin insolencias, sin injurias, sin brutalidad –al menos yo no vi nada parecido, y sé que los robos y las violaciones, en las columnas anarquistas, se castigaban con la muerte–, un abismo separaba a los hombres armados y a la población desarmada, un abismo bastante similar al que separa a pobres y ricos. Ello se manifestaba en la actitud siempre algo humilde, sumisa y temerosa de los unos, y en la desenvoltura, despreocupación y condescendencia de los otros.
Uno parte hacia España como voluntario, con la idea del sacrificio, y se encuentra en una guerra que se parece a una guerra de mercenarios, con mucha más crueldad y menos respeto hacia el enemigo. Podría continuar con estas reflexiones indefinidamente, pero debo ponerles un límite. Desde que estuve en España, he escuchado y leído todo tipo de consideraciones al respecto, pero no puedo citar a nadie, aparte de usted, que, hasta donde se me alcanza, haya estado inmerso en la atmósfera de la guerra de España y haya resistido. Usted es monárquico, un discípulo de Drumont.[2] ¿Qué me importa? Me resulta incomparablemente más cercano que mis compañeros de la milicia aragonesa, esos camaradas a quienes, sin embargo, yo amaba.
Lo que usted dice sobre el nacionalismo, la guerra y la política exterior francesa después de la guerra me ha llegado también al corazón. Yo tenía diez años cuando se firmó el Tratado de Versalles. Hasta entonces había sido patriota, con toda esa exaltación que los niños manifiestan en tiempos de guerra. El deseo de humillar al enemigo derrotado, que entonces (y en los años siguientes) se desbordaba de manera tan repugnante por todas partes, me curó de una vez por todas de ese patriotismo ingenuo. Las humillaciones infligidas por mi país me resultan más dolorosas que las que este pueda sufrir.
Temo haberle importunado con una carta tan larga. Solo me queda expresarle mi profunda admiración.
S.Weil3, rue Auguste-Comte, París (distrito VI)
P.D.: He escrito mi dirección de forma mecánica. Porque, para empezar, supongo que tendrá usted mejores cosas que hacer que contestar a las cartas. Además, pasaré uno o dos meses en Italia, adonde quizá no me llegaría una carta suya, al quedar retenida esta en la aduana.
Notas:
[1] Publicada por primera vez en 1950, en el Bulletin de la Société des amis de Georges Bernanos, e incluida con posterioridad en Écrits historiques et politiques, Gallimard, París, 1960.
[2] Édouard Drumont (1844-1917), periodista, escritor y político católico francés, célebre por su antisemitismo y su nacionalismo.
Este texto forma parte del libro La guerra de España. Textos escogidos, que, con prólogo de Alexandre Massipe y traducción de Luis González Castro, acaba de publicar la editorial Página Indómita.
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Durante estos días ha habido un montón de elucubraciones no solo sobre lo que iba a hacer Pedro Sánchez, sino también sobre lo que le pasaba por la cabeza: ¿era sincero? ¿Era todo una artimaña política? ¿Se quedará por el PSOE? ¿Se quedará porque no quiere soltar la silla? ¿Se querrá ir a alguna silla de la Unión Europea?
Los que acertaron en que continuaría en el cargo pueden pensar que analizaron correctamente la situación. Y a lo mejor es verdad. Pero no necesariamente:
A lo mejor tuvieron suerte y su creencia no estaba justificada por nada, aunque resultó ser correcta.
O a lo mejor su creencia estaba justificada, resultó ser correcta y, aun así, tuvieron suerte.
A veces creemos que sabemos algo, esa creencia está justificada y acertamos. Pero incluso así, puede ser que no tuviéramos ni idea. Y por eso hoy hablamos de los problemas de Gettier.
Ejemplo:
Supongamos que mi compañero Pablo y yo nos enteramos de que la directora quiere nombrar un subdirector nuevo y, en un exceso de optimismo, nos presentamos al cargo.
Sé que Pablo tiene 5 euros en el bolsillo porque se los acabo de dar (se los debía) y me ha dicho: “Gracias, no tenía ni un céntimo”.
Uno de los directores adjuntos se me acerca y me dice: “Me ha dicho la directora que el cargo de subdirector es para Pablo”.
Teniendo en cuenta todo esto, yo puedo llegar a la siguiente conclusión:
El cargo de subdirector se lo llevará una persona con un billete de 5 euros en el bolsillo.
Pero, a pesar de todo lo dicho, resulta que la directora me escoge a mí para ser subdirector. Cuando me entero de la noticia, saco mi cartera para invitar a todo el mundo a una cerveza y me doy cuenta de que solo tengo un billete de 5 euros.
Resulta que mi conclusión era una creencia verdadera, pero no puedo decir que se tratara de conocimiento.
Este ejemplo está sacado (y adaptado) de un artículo del filósofo estadounidense Edmund Gettier (1927-2021), publicado en 1963: Is Justified Belief True Knowledge? (¿El conocimiento justificado es conocimiento verdadero?", en pdf). En este artículo, Gettier explica que tener una creencia justificada no es suficiente para hablar de conocimiento.
Jaime Rubio Hancock, Estoy seguro: ganará el candidato más alto, Filosofía inútil 30/04/2024
Este artículo fue originalmente publicado por el autor en El Periódico Extremadura
Todo el mundo critica el irrespirable ambiente político del país, pero nadie propone medidas concretas para mejorarlo. Y el violento «diálogo» de sordos que protagoniza la vida pública, y que es similar en las instituciones y en la sociedad, no parece que vaya a detenerse.
Es cierto que exigir a los políticos que debatan en un tono más mesurado y constructivo parece ingenuo. Al fin, lo que ocupa a la mayoría de ellos es la lucha por el poder, y entre esto y el servicio a consignas, intereses y fidelidades partidistas, poco tiempo y capacidad les queda para debatir de forma objetiva y desinteresada sobre los asuntos públicos.
¿Pero qué pasa con el resto de la sociedad? Los ciudadanos que no hacemos carrera política no tenemos que pelearnos por el poder, ni servir a nadie, ni repetir medias verdades o argumentarios ad hoc; podemos, pues, dialogar de forma honesta, independiente y racional. Si es verdad que cada sociedad tiene los políticos que se merece, ¿por qué no hacemos algo como sociedad para merecer unos políticos mejores?
Ahora bien, para conseguir que proliferen socialmente pautas de comportamiento más edificantes es imprescindible adoptar medidas educativas de calado. Medidas que hasta la fecha nadie se ha tomado muy en serio. Enseñar a los más jóvenes a dialogar racionalmente, a argumentar con corrección, y a analizar con profundidad y sin prejuicios los problemas éticos y políticos que conforman el debate público, es esencial para generar una ciudadanía madura e inmune al espectáculo de la trifulca partidista.
Leo en la prensa que, desde el último informe PISA, a las familias les preocupa que sus hijos no reciban una enseñanza de calidad y estén en desventaja en un mundo global, tecnológico y ultracompetitivo. Pero ese mismo mundo podría irse al garete si, además de matemáticas, informática o idiomas, no enseñamos a los futuros ciudadanos todo aquello que garantiza una convivencia pacífica y democrática: la educación en valores comunes, la reflexión ética, el desarrollo de la capacidad argumentativa y dialéctica, el pensamiento crítico frente a la multiplicación de bulos y falacias…
La democracia es un caldo de cultivo perfecto para la controversia. Esta es su mayor virtud, pero también su mayor debilidad. Para que sea más virtud que debilidad es imprescindible educar para afrontar esa controversia; esto es: para formar una ciudadanía capaz de compartir, comprender, analizar y enjuiciar puntos de vista diferentes sin tener que darse de garrotazos. ¿Comprenderemos esto antes de que el proceso de descomposición social en que estamos inmersos sea irreversible?
Aquí, la interesante conversación con Alejandra Herrero en Uniminuto Radio a propósito de la compleja relación entre ética y educación cívica y en valores. Siento la aureola mística que nimbó mi intervención; no era el sol de la verdad, sino un atardecer primaveral especialmente incisivo. :-)
Aquí, por cierto, el artículo que se comenta en la entrevista.I
Paseo en solitario por Medina de Rioseco a primera hora de la tarde, en el silencio denso de las calles desiertas. Las ciudades castellanas siempre sorprenden porque están empapadas de una historia más grande que su presente. Hay en ellas como una desavenencia entre lo actual y lo inactual. Vienen de un tiempo en que tuvo razón de ser su manera de ser y ahora su manera de ser es un reclamo turístico y, por lo tanto, una autopsia de la piedra. La historia es impía porque salta por encima de sí misma e intentando sobrevivir se traiciona.
II
Naturam expellas furca. Tamen usque recurret.
III
Castilla, a mi manera de ver, no es la amplitud de los campos mesetarios, es la pequeñez de esa amplitud bajo un cielo cercano, de nubes omnipotentes y compactas que dan una singular movilidad al paisaje. Castilla es la síntesis entre la horizontalidad y la verticalidad, es decir, entre la historia y la naturaleza. Siempre estuvieron aquí esos cielos y esos campos tan verdes como cabal medida del pasar de lo humano.
IV
Tengo el hotel en Valladolid, a donde llego muy cansado. Como me resisto a meterme en la cama a las 8 de la tarde, decido dar un paseo por la Plaza Mayor y comer un bocadillo. Entro en un bar. Un bocadillo de serrano y una cerveza puede estar bien. Y sentarme en la terreza a contemlar el show transeúnte.
- Perdone que le moleste... -me dice un hombre que ha entrado detrás de mí- ¿Es usted Gregorio Luri?
- Lo soy.
- Permítame que le invite.
Dicen que los castellanos son adustos y ariscos. Yo no he conocido ninguno que responda a ese esquema.
V
Me llama mi mujer y me dice que en El Masnou no para de llover y que hay goteras en el cuarto de baño. El desperfecto es la manera que tiene la naturaleza de vengarse de la historia, de esa ilusión de permanencia que es toda caída en el tiempo, toda biografía.
I
Domingo. Comida en familia (no al completo) y arroz "socarrat" y de postres, pastas de Xàtiva.
II
Me gusta la languidez de las primeras horas de la tarde, cuando todo empuja a abandonar tu dignidad sobre el sofá y caer en él como en los brazos de una amante acogedora, sin prejuicios ni manías. Ese desorden tan humano de la desidia circunstancial. Y, además, afuera lloviznaba.
III
Solidaridad inmensa, oceánica, sideral, con mi nieto B. que tiene deberes pendientes. Una cosa así asesina vilmente cualquier tarde de domingo. No estamos hechos para eso.
IV
Hay sitios de los que vuelves pero no vuelves entero, algo tuyo se ha quedado prendido de aquel lugar. En este caso no es nada concreto... ¿el callejeo lento, quizás? Es un bienestar en el que el interior y el exterior se acoplan bien, sin roces ni rebabas. Sí, y también la luz de la mañana mientras ascendía al castillo, y las sombras sorollescas sobre las paredes blancas, y el sentir que en ese momento, cuesta arriba, no podrías estar haciendo nada mejor... Pero faltaba el Agente Provocador.
IV
El atardecer me pilla leyendo Las disertaciones y juicios literarios de mi don Juan Valera, por tantas cosas admirado y querido. La literatura no va de leer libros. Va de hacerse un mundo y para ello hay que aprender a ser selectivo. Hacerse un mundo tan poderoso que nos proteja de cualquier posible melancólica tarde de domingo.
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I
Un día en Xàtiva da para mucho: saludos, besos, abrazos, conferencia, cena, paseo nocturno por la ciudad vieja, desayuno perfecto, ascensión a pie (obviamente) al castillo y patearlo de cabo a rabo, visita al sorprendente museo de la ciudad y, posteriormente, al arqueológico, callejeo menudo, un par de cervezas, comida, lectura de algunos textos de Valera, traducción de un par de páginas de La vida de Plotino, de Porfirtio...
II
La ciudad sorprende cuando la miras de cerca. El casco viejo bien merece dedicarle una atención expectante, y los museos... guardan motivos más que sobrados para la admiración
III
Hacer muchas cosas dilata el tiempo. Parece que llegué aquí hace una semana y ahora estoy escribiendo esto en la estación, esperando el tren que me llevará a Barcelona, con la imaginación desbordante de imágenes y de los sonidos saltarines del valenciano.
IV
Giner de los Ríos ensayó una pedagogía del paisaje... que se quedó en ensayo. Merecería la pena desarrollarla porque el paisaje, como decía Amiel, es un estado del alma.
V
Lo imprescindible para que un paisaje comience a hablarnos es, primero, obviamente, tener algún conocimiento de historia que te permita hacerle preguntas, y amarlo. Los paisajes solo hablan a quien los ama. Les gustan los requiebros.
I
Decía Leo Strauss que la política tiene un fuerte componente infantil. Duele darle la razón, pero los políticos (o sea, todos nosotros) nos empeñamos en dársela. Por algún lugar se pregunta también -y esta pregunta se la trasladé el martes a Guillermo Graíño- quién es más enemigo de la filosofía si el sofista o el pueblo. Sin duda, el pueblo, porque es político.
II
Mientras la filosofía buscaría la sustitución de la opinión (la doxa) por la verdad, la política no puede renunciar a la opinión porque renunciaría a su ecosistema natural. A lo que quiere renunciar la política es a la filosofía.
III
Esta tarde doy una conferencia sobre educación en el pueblo en el que vivo, El Masnou, que por alguna razón poco razonable, me resisto a llamarlo "mi" pueblo. Intento preservar el "mi" para el pueblo de mi infancia. Pero ya he vivido aquí muchos más años que en mi pueblo y, de hecho, soy más de aquí que de ningún otro sitio. ¿Cuántos días aguantaría viviendo en mi pueblo?
IV
¿Están tratando en los institutos a los adolescentes como si fueran chicas deficientes?
L'expressió s'està posant de moda. La trobo en el subtítol d'un llibre antifeminista que proposa "solucions" "assenyades" per a després del MeToo, i també en l'anunci d'unes xerrades en el marc del CCCB titulades Instàncies de violència.
Les dues referències mencionades, i d'altres que fan servir l'expressió "contracte sexual" donen a entendre que homes i dones establim o hauríem d'establir la nostra relació, especialment pel que fa a la sexualitat, a la manera d'un contracte, és a dir, d'un compromís entre individus lliures i iguals, segons el qual acorden certs drets i deures recíprocs.
Aquesta expressió sembla provenir d'ecos de la important obra de filosofia política The Sexual Contract, de Carole Pateman. Tanmateix, s'equivoquen radicalment en el què és, segons Pateman, el "contracte sexual", perquè donen a entendre que el model contractual és la millor expressió de la relació entre éssers humans en les societats contemporànies. Res més lluny de la concepció de Pateman, a qui la SEP considera precisament representant del subversive contractarianism.
Pateman sosté que el patriarcat contemporani no és una estructura immemorial caduca, sinó que té els seus origens en la modernitat. L'organització sociopolítica de les societats modernes ha estat fonamentada pels teòrics contractualistes, tant clàssics (Hobbes, Locke, Rousseau, Kant) com contemporanis (Rawls). En la seva formulació clàssica, imagina que la civilització, amb la consegüent desaparició de la guerra de tots contra tots que es produïa en estat de naturalesa, comença en el moment que els homes lliures i iguals acorden cedir el seu poder i la seva llibertat a la comunitat per tal de constituir la societat civil.
Pateman critica aquest relat fundacional en dos aspectes. El primer, que el pacte deixa fora les dones, i per tant segueixen en estat de naturalesa i fora també de l'àmbit públic, quedant relegades a l'àmbit privat. D'aquí també la consideració de les dones com a més properes a naturalesa. En segon lloc, i aquí la justificació del títol del seu llibre, el contracte social amaga un pacte anterior, que és el contracte sexual.
El contracte sexual és el que realitzen els homes entre sí per tal de repartir-se les dones. I es relata així: derrotat el vell patriarcat en el moment que han matat el pare, que és qui tenia accés a totes les dones (no se li podria dir pare si abans no hagués accedit sexualment a una dona) els germans acorden no barallar-se per les dones i repartirse-les. Aquest pacte fratern explica la institució del matrimoni i la família. Un cop fet el contracte sexual, els homes acorden el contracte social. El poder del pare ha estat substituït pel poder fraternal i amb ell s'ha creat el patriarcat modern. I les dones han quedat subordinades als homes com a col·lectiu, per la subordinació política, i també individualment, subordinada cadascuna a un espòs. És el sentit literal de l'emblema "llibertat, igualtat, fraternitat".
Aquests contractes, segueix Pateman, són l'origen i el model de les relacions socials en les societats modernes: acords entre individus racionals, lliures i iguals. Però les dones només són reconegudes com a individus lliures i iguals en el moment de signar el contracte matrimonial. Immediatament després de consentir al matrimoni, han tornat a l'àmbit privat. Han signat la seva subordinació al marit: els béns que tenien passen al marit, la seva representació política la té el marit, no poden administrar bens, etc. A més del contracte matrimonial, tot analitzant l'esclavatge, els contractes de treball, el matrimonial, el de prostitució i el de ventres de lloguer, fa veure que tot contracte entre desiguals és un contracte de subordinació.
Pateman fa un paral·lelisme entre la servitud de les dones i els esclaus, recordant com es va fer una defensa contractualista de l'esclavatge a les plantacions americanes: quan es va difondre el contractualisme, es va justificar l'esclavatge en un suposat contracte on l'amo es comprometia a la manutenció i la persona esclava a prestar servei. També Pateman compara aquest contracte amb els contractes de treball. La diferencia és que s'era esclau de per vida, mentre que el contracte de treball no era vitalici. El contracte matrimonial, en canvi, era una esclavitud de per vida. Fins i tot autors com Mill, a diferència de Harriet Taylor, desaprovaven el divorci, tot i que no va ser fins ben entrat el segle XX que va anar estenen-se l'aprovació del divorci en alguns països. Recordem que al nostre estat no hi comença a haver legislació igualitària fins la Constitució, tot i que el divorci o la despenalització de l'adulteri femení per exemple, encara van trigar.
Com en el contracte matrimonial, la prostitució sempre, i els ventres de lloguer actualment, es fonamenten en la consideració de les dones com a individus racionals i iguals que lliurement signen contractes. Aquests contractes tenen, però, una diferència amb els contractes d'esclavitud i els de treball: en aquests no es ven la força de treball a canvi de manutenció o salari, sino que s'acorda la possessió -temporal- del cos de la dona. I el cas del ventre de lloguer, el contracte amaga el que d'altra manera seria un cas de venda d'infants.
Pateman sosté que la reivindicació del contracte en les relacions homes-dones (ja proposat pel que fa al matrimori per Olympe de Gouges) que fan certs feminismes liberals no apunta a l'abolició del patriarcat, perquè ignora la diferència sexual. La prostitució, els ventres de lloguer i el matrimoni són contractes que es fan específicament per a l'accés al cos de les dones, i la teoria liberal del contracte no fa més que justificar aquest patriarcat.
Segons tot això, crec que no es poden entendre les relacions entre dones i homes si no és contextualitzant-les en el patriarcat. No podem defugir aquesta estructura. Òbviament, la situació de les dones en els països considerats democràtics és millor, i sovint molt millor, que la de les dones d'altres països o èpoques. Però les dones dels segles XVII, XVIII, XIX que tenien un marit paternalista potser vivien millor que una dona actual assetjada sexualment en el seu treball precari i amb un home maltractador de parella.
Essent conscients d'aquest context, potser en comptes de concebre les relacions sexuals entre dones i homes com un contracte, hauríem d'interpretar-les (play) com un procés dialèctic d'exploració i de tempteig mutu entre desig i plaer. Per descomptat tenint sempre en compte que només si és si, però això ja és una qüestió legal. Òbviament, els aspectes que van més enllà d'allò que comparteixen sexual i afectivament dues persones, està bé que es reguli de mode contractual.
PS: Per cert: L'edició espanyola de l'obra de Pateman a l'editorial Ménade, feta sobre una anterior de l'editorial Anthropos, és molt deficient. Conté imprecisions i errors, alguns bàsics. Per exemple, en referirse a relat imaginari dels contractes sexual i social, tradueix reiteradament story (relat) per "historia" que en anglès és history. El contracte sexual i el social són construccions imaginàries, són supòsits, no fets històrics.
I
"No sé a quién votar", me dice alguien que fue un importante político catalán. No le contesto nada. ¿Qué he de decirle yo? Creo que hay dos grandes motivos para cambiar de opinión sobre un tema político: que la expansión de tus conocimientos te abra nuevos horizontes o que su reducción te encierre en tus prejuicios.
II
Día de preparar conferencias: El Masnou, Xàtiva, Medina del Río Seco, Valladolid, Madrid. Y en el horizonte próximo, dos más en Pamplona. Disfruto con lo que estoy haciendo. No sé si alguna vez he sido más libre y, al mismo tiempo, he estado más ocupado. Sé que estoy vivo y esa certeza es muy gratificante.
III
Ayer me impresionó Guillermo Graíño en la Tatiana. Tengo que tratar más con los jóvenes filósofos. Viven en un mundo que no es el mío, pero el que me apetece visitar de vez en cuando. Se aprende mucho con las visitas.
IV
Mi nieto pequeño cumple 10 años. Asusta ver a qué velocidad crecen los nietos. Los hijos lo hacían a una velocidad humana, pero los nietos... Te das la vuelta y ya han crecido un palmo.
V
Ha cambiado Sant Jordi. Han desaparecido aquellas entrañables señoras que si te veían sin firmar, acudían a darte compañía.“¿Usted qué hace, escribe también?” “Igual es que no sabe explicarse.” “Lo que tiene que hacer es comprar un libro de esos que firman tanto y aprender”. "Si no le importa, me voy a estar un ratito con usted. ¿Es usted de aquí?”, etc.Confieso que lo he vivido.Mueve al filósofo el deseo de retornar a la frontera en la que, por arrancar a hablar, se separó de su mera animalidad, convirtiéndose en animal de razón. Y ello no para retornar al otro lado, para identificarse a su mera animalidad, sino para venir a ser espejo de tal frontera y contemplar el desarraigo intrínseco respecto a la condición natural que la misma supone. Y aquí el segundo propósito.
Asumiendo que la razón y el lenguaje son el marco al que se adapta todo lo que acontece para el hombre y todo proyecto que este emprende, mueve al filósofo la exigencia de apurar las potencialidades de los mismos, aspirando a alcanza ese extremo simétrico de lo que constituyó el origen en la animalidad: aspiración paradigmáticamente encarnada en el proyecto platónico de encontrar la matriz del campo eidético, el soporte último de la red de ideas que filtra nuestra existencia global: tanto nuestra percepción del entorno natural, como el lazo con los otros seres de razón y el “diálogo consigo mismo” que da pie al sentimiento de subjetividad.
Esta segunda aspiración encierra quizás la misma dificultad que el proyecto de alcanzar el horizonte. Y ello por razones intrínsecas a las que se añade aquello que el mismo Platón denominaba “la cárcel del alma”, el hecho de que nuestra animalidad frena en la tarea, de que, por su origen en la carne “el verbo se despeña” y, en consecuencia, no ignorando ser tierra (de nuevo Octavio Paz) “saberse desterrado en la tierra”:
“Atónita en lo alto del minuto/la carne se hace verbo-y el verbo se despeña/ Saberse desterrado en la tierra, siendo tierra/ es saberse mortal. Secreto a voces/ y también secreto vacío sin nada adentro:/ no hay muertos, solo hay muerte madre nuestra/ Lo sabía el azteca, lo adivinaba el griego:/ el agua es fuego y en su tránsito/ nosotros somos solo llamaradas”.
Victor Gómez Pin, Desterrado en la tierra, El Boomeran(g) 19/04/2024
... descubrí es que siempre estaba equivocado en un 99,5 %. Vamos a ver esta idea. ¿Tenéis dos folios, dos papeles por ahí? Gracias. Imagina, Diego, que este folio representa toda la información que hay ahora mismo en este lugar. Es decir, las ondas electromagnéticas del espectro visible que podemos ver, las ondas acústicas que podemos oír, la temperatura que podemos sentir… Toda esa información y también toda la que no podemos percibir a través de los sentidos también está aquí. Por ejemplo, las ondas de radiofrecuencia que utiliza tu teléfono móvil. Por ejemplo, los rayos cósmicos que vienen del espacio. Toda esa información que no tenemos sentidos capaces de captar está dentro de este folio. Si yo me pregunto cuánta información, cuánta cantidad de información es mi organismo capaz de recibir, de captar a través de los sentidos, siendo muy, muy, muy benevolentes estaríamos hablando de que mi cerebro solo es capaz de captar el 5 % de la información que ahora mismo está aquí, alrededor nuestro. Estaréis conmigo en que si yo doblo este folio por la mitad, esto sería el 50 % de la información. Si yo lo vuelvo a doblar, estaríamos hablando del 25 %. Si yo lo vuelvo a doblar, estamos en el 12,5 %. Si lo vuelvo a doblar, estaríamos en el 6 % de información, ¿vale? Como hoy me he levantado de buen humor, en lugar de un cinco, vamos a dejarlo en un seis.
Ahora bien, el 90 % de los procesos que ocurren en nuestro cerebro son procesos inconscientes. Y eso quiere decir que nosotros no podemos acceder a esos procesos de manera voluntaria. Por lo tanto, yo, de este 5 % de la información que mi cerebro es capaz de captar, tengo acceso consciente a aproximadamente un 10 % de esa información. Entonces estaréis conmigo en que si de este papelito que mi cerebro puede captar, yo lo doblo por la mitad, sería un 50 %, ¿sí o no? Si lo vuelvo a doblar, sería un 25. Si lo vuelvo a doblar, sería un 12,5. Vamos a dejarlo ahí. Esto de aquí, que es el 0,5 % de toda la información que nos rodea, es lo que yo uso, Diego, para determinar si tú me caes bien o mal. Es lo que yo uso para iniciar una guerra. Entonces, lo primero que la ciencia me enseñó es que todo el tiempo mi cerebro está dejando el 99,5 % de la información de lado. Es en base a esta información que yo decido si estudiar peluquería o si decido estudiar biología. Y esto es muy fuerte, porque significa, por ejemplo, que si mi cerebro lanza la propuesta de “David, eres infeliz”, ese pensamiento también está en un 99,5 % equivocado. Y aquí descubrí mi ignorancia.
La ciencia me permite acceder a ese 99,5 % de la información que David, que el cerebro de David no ve. Es decir, la ciencia, con sus dispositivos, con sus electrodos, con sus cacharros, con sus pruebas me permite acceder a un campo de información que David no ve. Y ese es el verdadero potencial de la ciencia.
David del Rosario, Deja en paz a tu cerebro, aprendemosjuntos.bbva.com
C. Monet leyendo y fumando en pipa (Renoir 1872) |
Gran Bretaña es el primer país que, más allá de informar de lo malo (para la salud) que es fumar, prohibirá completa y gradualmente la venta de tabaco a partir de 2027. A las escasas protestas frente a esta medida (probablemente celebrada por mafias y traficantes) el gobierno británico replica que, dado que los fumadores no son dueños de su voluntad, lo mejor es que el Estado les impida hacer lo que no son capaces de evitar por sí solos.
El argumento es terrible. Implica que los ciudadanos son incapaces de decidir libremente sobre su salud y que, por ello, hay que protegerlos de sí mismos privándoles de esa misma libertad. Es el mismo razonamiento que se hace con los niños y los locos, pero aplicado a toda la ciudadanía (a los fumadores y a los que podrían elegir serlo). A este paternalismo humillante se añade el dogma moral que antepone la salud a cualquier otro valor, como el placer o la libertad misma. Que un individuo elija correr el riesgo de vivir menos por mor de vivir como él entiende que es mejor es un anatema. Y de nada sirve que se fume solo, sin perjudicar a nadie, o que se pague una fortuna en impuestos (el 80% o 90% del precio de cada cigarrillo) para costear futuros y probables gastos sanitarios; da igual: el gobierno nos obliga a morir puros, sin vicios y sanos como robles.
Y cuidado que si tragamos con esto no habrá nada que objetar a futuras prohibiciones en nombre de nuestra salud o seguridad. ¿Cuál será la próxima: la del alcohol, el juego, la promiscuidad sexual… todos ellos vicios adictivos (de buenos que son a quienes le gustan) y poco «saludables»?
Yo, si fuera uno de estos nuevos monjes inquisidores, muchos de ellos expertos en salud (pero ignorantes en ética), iría pensando en envolver con advertencias y fotos dantescas – destinadas a asustarnos como a niños – no solo los paquetes de tabaco, sino también los botellines, los décimos de lotería o los condones. Y ya puestos, también los móviles, los coches, los contratos de trabajo, los televisores, las tarjetas de crédito o las crampones de alpinista… ¿O es que Internet, los accidentes de tráfico, el estrés laboral, la teletienda o los deportes de riesgo no son también adictivos y/o peligrosos para nuestra salud?
Kant, el filósofo cuyo tricentenario celebramos este año, pensaba que la peor y más peligrosa adicción era dejar – por cobardía, gregarismo y pereza – que otros pensaran y decidieran por nosotros. Claro que Kant – uno de los padres de la ética y la idea moderna de libertad – era un pertinaz fumador de pipa. ¿Qué iba a saber él de lo que de verdad conviene a las personas?
La heroína griega que viene a la mente es Filomela, cuya lengua le fue mutilada por decir la verdad (femenina) al poder (masculino), según lo cuenta Ovidio. Después de que su cuñado la violó, y luego le cortó la lengua para que no lo dijera, aun así, logró delatarlo —y derrocarlo como rey de Tracia— tejiendo en un tapiz el relato de su vejación. Arriesgarse y decir algo peligroso es un indicio de parresía, etimológicamente “decir todo”. Quien la promulga dice lo que tiene en mente, no esconde nada —abre su corazón y su mente a través de su discurso—. Está vinculada a la valentía ante el peligro: te arriesgas, incluso a morir, para decir la verdad. En sus reflexiones sobre la noción griega de parresía, el filósofo Michel Foucault afirma: “Romper el silencio al hablar es un acto político particularmente urgente frente a lo que es inconcebible e inadmisible en el nivel simbólico”.
David Dorenbaum, ¿Y si intentamos decir todo lo que pensamos?, El País semanal 11/04/2024
I
Cada vez que me encuentro con piezas ibéricas relevantes, como el sábado en el Museo de Albacete, le envío imágenes de las mismas a mi amiga Ruja Popova, historiadora búlgara con la que comparto un buen número de recuerdos entrañables. Mi primer viaje por Bulgaria lo hice en su coche, cantando canciones de Nino Bravo. Me invitaron a dar la conferencia inaugural en un congreso de tracología que se celebraba en Sofía y Plovdiv y allí me presenté con un discurso que trataba de la presencia del orfismo en la República de Platón. Después vinieron otros muchos viajes y la comisaría de una exposición de la cultura tracia para Caixaforum que durante un año recorrió Barcelona, Madrid y Valencia.
II
III
"Querido Luri", me escribe Ruja, "me alegra que todavía nos recordemos".
Transcribo sus palabras, que para mí tienen un sabor especial, muy entrañable: "Estas imágenes representan otra vez que el mundo de la cultura no sabía de fronteras: la decoración misma (en metal) como de los caballos se puede ver en los hallazgos de los partos. E una otra Iberia es parte del Imperio parto. Pero esa es otra conversación, muy larga. Muchas gracias!!!!"
I
Sí que hay algo espectacular en Albacete: el Museo de Albacete. Situado en el Parque Abelardo Sánchez tiene algo de brutalismo por fuera, pero en su interior guarda maravillas del arte ibérico, comenzando por la famosa bicha de Balazote y pasando por las grandes damas oferentes y el imponente caballero de los Villares.
II
Como la mañana era larga y el tren no salía hasta las 14:45, fui a ver pasar el Albacete transeúnte desde la terraza del Gran Hotel. No hay mañanas más luminosas que las de los fines de semana en las capitales de provincia que no tienen prisa por huir de su historia. Había tanta gente paseando festiva y alegre que se lo comenté al camarero. "Es que", me dijo, "a Albacete se la conoce como la Nueva York de Castilla-La Mancha". Me lo dijo con tanta convicción que no pude por menos de darle la razón.
III
En otros tiempos me hubiera comprado un periódico y hubiese aprovechado el mediocre café que me sirvieron para leerlo despacio. En estos tiempos, como desatiendo por completo la prensa, saqué el ordenador y me puse a escribir. Hasta que un joven muy bien vestido se me acercó y me presentó a su novia, guapísima. "Porque es usted Gregorio Luri... ¿verdad?"
I
Escribo desde la habitación de un hotel para decirme a mí mismo que cumplo con el lema: "nulla dies sine linea".
II
Por la ventana veo el frondoso parque de Abelardo Sánchez. He subido a la habitación, después del desayuno, para acabar de leer un libro antes de visitar el Museo del Parque. Me aseguran que hay piezas muy interesantes.
III
Pasé hace años por aquí como el viento, deprisa y sin detenerme en nada y aun así no me gustó lo que no vi. Ahora he vuelto con otra mirada y me ha sorprendido la ciudad. No es una ciudad monumental, no tiene un casco viejo urbanísticamente interesante, no tiene casi nada... pero lo que tiene lo tiene en su lugar. Hay luz en abundancia y gentes que pasean parsimoniosamente parándose a mirar los escaparates de tiendas que venden productos a precios muy asequibles.
IV
Ayer di una conferencia en la sede de la Universidad de Castilla La Mancha. Comenzó con un cuarto de hora de retraso sobre el horario previsto sin que nadie se dignara a darme una explicación. Así que cuando, al fin, tomé la palabra, lo primero que hice fue echarles una bronca, porque siempre, pero sobre todo cuando se habla de educación, la puntualidad forma parte esencial del mensaje.
Este libro destaca la importancia de escuchar las inquietudes y expectativas del alumnado con respecto al aprendizaje de las Matemáticas a través de la escritura de cartas destinadas a ellas, como si se tratara de alguien con quien se sinceran.
A partir de sus experiencias compartidas se trabaja en el aula la identidad matemática de cada estudiante, la forma en que las personas se perciben a sí mismas como matemáticas y qué relaciones establecen entre sí para aprender juntas. Su propósito es acompañar a los docentes en la difícil e interesante tarea de proporcionar un ambiente de aprendizaje cómodo y atractivo en el que los estudiantes puedan acercarse a las Matemáticas con soltura, curiosidad y confianza en sus propias capacidades.
Sobre las autoras
Sarah Strong ha enseñado Matemáticas en el High Tech High, San Diego, a alumnado desde sexto de Primaria hasta segundo de Bachillerato. También ha trabajado en el High Tech High Graduate School for Education, donde ha impartido Métodos Matemáticos y cursos de Pedagogía Matemática Avanzada, y ha guiado y aconsejado a nuevos docentes.
Gigi Butterfield fue alumna de Sarah Strong durante cuatro años. Ha estudiado en centros de Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP) desde los cinco años e incluso en la universidad. Es una apasionada de este método y del papel que desempeña para revitalizar la educación de las Matemáticas.
Primeras páginas de Queridas Matemáticas.
La entrada Queridas Matemáticas se publicó primero en Aprender a pensar.
El Aprendizaje basado en proyectos, un modelo de enseñanza basado en la investigación y la exploración, consiste en una serie de buenas prácticas entrelazadas entre sí: creatividad, espacios flexibles, sentido crítico, cooperación, autoevaluación, retroalimentación formativa…
Los estudiantes, mediante el ABP, logran una comprensión más profunda del contenido a la vez que realizan un esfuerzo productivo conjunto dentro de un proyecto de colaboración aplicado a un contexto real. Aunque el cambio al ABP requiere bastante planificación, se convierte claramente en un proceso ganar-ganar que permite a los docentes dedicar la clase a atender las necesidades del alumnado y a despertar su compromiso social.
Sobre los autores
Ross Cooper. Como líder del Aprendizaje basado en proyectos, Ross ha trabajado con cientos de educadores en el país para implementar el ABP y, en 2016, fue coautor de Hacking Project Based Learning: 10 Easy Steps to PBL and Inquiry in the Classroom. Actualmente es gestor del colegio central de Chappaqua, en Nueva York. Escribe en su blog RossCoops31.com, y puedes contactar con él por correo electrónico en RossCoops31@gmail.com y en Twitter @RossCoops31.
Erin Murphy. Asesora a líderes internacionales sobre alfabetización, aprendizaje y liderazgo, y es coautora de Hacking Project Based Learning: 10 Easy Steps to PBL and Inquiry in the Classroom. Actualmente es supervisora de enseñanza yaprendizaje en las asignaturas de humanidades del colegio East Penn, en Pensilvania. Puedes contactar con ella a través de su blog, psumurphette.com, por correo electrónico psumurphette@gmail.com y en Twitter @MurphysMusings5.
Primeras páginas de Aprendizaje Basado en Proyectos.
La entrada Aprendizaje Basado en Proyectos se publicó primero en Aprender a pensar.
Una versión de este artículo fue publicada por el autor en El Periódico Extremadura.
La poesía siempre ha sido tremendamente
útil. No sé si como arma cargada de futuro, que decía Celaya, o como
instrumento para cargar de futuro a las armas, como se muestra en la antología
de poemas que, según el diario hebreo Haaretz, han publicado las Fuerzas
Armadas israelíes para motivar a la tropa, insuflándoles poéticamente deseos de
venganza y justicia bíblica.
¿Es censurable que se utilice la poesía
para legitimar la guerra o el fanatismo religioso? Antes de responder a la
ligera conviene recordar que la poesía occidental se gestó en torno a las
gestas bélicas de aqueos y troyanos; y que el fragor de las batallas, muchas
religiosas, o la glorificación de guerreros y mártires, han sido tema universal
de versos, pinturas, sinfonías u obras teatrales.
De hecho, podríamos decir que el orbe estético en general – y no solo la poesía – nace, crece y se desarrolla como instrumento de dominación al servicio de los protagonistas y beneficiarios de las guerras (sacerdotes, reyes, oligarcas…). Al fin, el arte ha sido casi siempre un rito político o litúrgico, un oficio cortesano, un negociado de la Iglesia o el Estado al servicio de la ideología dominante (o de una entretenida y catártica inversión ficticia de la misma para recreo programado de quienes la sufren).
¿Y hoy? ¿Sigue siendo la poesía un arma de alienación masiva? Ni lo duden. Y no solo por el caso comentado del ejército israelí, que no es excepcional: no hay cuerpo armado que no tenga sus himnos y rimas enervantes para mejor matar y morir; y cuenta Ernst Jünger que durante la I y II Guerra Mundial todos los soldados alemanes llevaban en el macuto una antología de Hölderlin... Al fin, la ficción estética sigue siendo el modo más seductor para convencer y conformar -- y también, que duda cabe, para «liberar» de ese modo vicario y ficticio que tanto gusta a los poderosos y a los que no tenemos fe suficiente en el mundo terrenal --.
Cierto que la verdadera poesía, la que conserva su función política y social, ya no suele construirse con hexámetros o endecasílabos, sino con las imágenes, ritmos, recursos y efectos del universo audiovisual. Pero es lo mismo: sea en la voz del rapsoda, grabada en tinta o proyectada en una pantalla en forma de serie, videoclip, perorata de influencer u homilía de estrella mediática, el efecto conformador es fundamentalmente idéntico.
Y desengañémonos: no hay una poesía – ni un arte – efectivamente inconformista, ni dentro ni fuera de los medios. «Fuera», porque allí nada existe; tampoco esa poesía libresca y onanista, marca de prestigio para los vástagos sensibles de la burguesía, y que ya nadie lee. Y «dentro», porque, como decíamos, todo estética de la subversión es mera subversión estética, destinada, como todo en arte, a producir ilusiones, incluyendo aquella por la que los más entusiastas creemos romper el espejo de la cuarta pared y remover durante más de un imaginario instante los cimientos ocultos del escenario.
I
Amanecer en Atocha. Todos estamos de paso. Las estaciones son monumentos al desarraigo, especialmente a esta hora de la mañana, cuando aún llevamos pegado a la cara algo del calor de las sábanas.
II
Quinta sesión del Seminario Después de la orgía. Continúa la satisfacción. Cuando vino Abraham Tena a interpretarnos su "música de la otra orilla", recordé en su presentación aquello de Wittgenstein: "De lo que no se puede hablar, mejor callarse" y lo desmentí diciendo que nada de callarse, porque se puede gritar, bailar, llorar, gemir, musicar, poetizar... Ayer recuperé este hilo para establecer una conexión entre Wittgenstein y San Agustín.
III
En uno de sus comentarios a los salmos, en concreto, al 101, el que comienza con "Aclamad con júbilo al Señor la Tierra entera", san Agustín se detiene a analizar el "júbilo". "El que se llena de júbilo", dice, "no pronuncia palabra. El júbilo es la voz de un corazón inundado de alegría" que necesita manifestar sus sentimientos, pero no encuentra palabras para ello y "emite ciertos sonidos o gritos de alegría, no palabras", se halla "repleto de alegría y no puede explicar con palabras su regocijo". Cuando no puedes expresar lo que sientes, concluye san Agstín, no te calles, expresa tu sentimiento con júbilo.
IV
Lo que san Agustin dice el júbilo también se puede decir del dolor, de la angustia, del desconsuelo...
I
Día veraniego. La playa, con mucha gente y las terrazas de los bares, con muchas mesas libres. A medio día he dado con mi mujer un pequeño paseo. El agua de la orilla estaba transparente y la gente parecía feliz. La playa es la principal prímula.
II
El día 17 le presento su último libro a Andreu Navarra, un enorme trabajador, culto y memorioso, que sabe moverse muy bien entre hechos e ideas. He comenzado a lee el libro, que es una historia del comunismo en España con mucho interés. Creo que compartimos más de una querencia, lo cual es como decir más de un sesgo.
III
Comida y siesta en el sofá, envuelto en una manta como una momia. ¡Qué dulzura"
IV
Al escribir esto ya anochece. El atardecer es plácido, nada de los dramatismos otoñales. Un desvelarse de la noche que llega a pasos de paloma, como decía Nietzsche que llegaban las verdaderas revoluciones.
V
Israel. Releo a Leo Strauss: "El hombre ha de elegir entre la paz de espíritu que deriva de una ilusión agradable y la paz de espíritu que deriva de una desagradable verdad". Espero que me entiendas, Betty.
Creences Mundanes i Creences Grupals:
“Si una creença guia accions pràctiques, funciona millor si és certa, però si una creença defineix la identitat d'un grup, pot funcionar, o fins i tot funcionar millor, si no és certa.”
“Com sosté Anthony Appiah a The Lies That Bind, les "creences" i els relats que defineixen les identitats de grup són majoritàriament mites -la majoria falsos- que s'ensorren sota un escrutini racional. Les històries d'orígens nacionals, les teories sobre l'essència racial, parlar-ne o allò que "porto a la sang", les llegendes de grans avantpassats i (sí) les mitologies religioses sobrenaturals... si es furga en qualsevol d'aquests sacs d'idees que defineixen la identitat, brolla una allau de falsedats. El punt que afegeixo a Appiah és que, a l'efecte de definir un grup intern, la manca de veritat sol ser una característica, no pas un defecte. Això no vol dir que totes les "creences" constitutives d'identitat siguin falses o incoherents, només que, atès el seu paper, sovint ho són, i no pas per accident.
Heus aquí un esbós de per què és així: si una idea és certa i verificable, aleshores (en absència de pressions en sentit contrari) la majoria de la gent s'inclinarà a creure-la de fet, però en aquest cas, no serà una bona " creença" identitària, ja que no distingirà els que "creuen" dels que no. Podríem, per exemple, formar un culte al voltant de la creença que als gats els agrada la tonyina? Una secta així no funcionaria, perquè tothom creu això, i distingir els “creients” dels “no creients” és en gran part el propòsit de les “creences” que defineixen la identitat”. Per tant, per a les identitats de grup, és més eficaç que les narratives rellevants o altres "creences" continguin falsedats, o idees improbables o incoherents. Aquestes "creences" seran llavors eficaces com a insígnies internes que poden revelar-se de forma variable a través del comportament simbòlic.”
Pablo Malo
[https:]] 13/04/2024