forges |
"El proceso", ese kafkiano y ambiguo término con el que Artur Mas describe su desafío soberanista o el proceso participativo al que se refieren otros.
"Todas esas cosas que no nos gustaría que se produjeran", ese vacío, pero omnicomprensivo sintagma, con el que Mariano Rajoy evita referirse a la corrupción. Repita conmigo, señor Rajoy: "Se llama co-rrup-ción".
"Período de serias dificultades", "coyuntura económica claramente adversa", "deterioro del contexto económico", "escenario de crecimiento debilitado" e incluso "brotes verdes", todo un muestrario de la capacidad retórica que exhibió José Luis Rodríguez Zapatero para evitar hablar de «crisis».
"Crecimiento económico negativo", ese estúpido eufemismo que se ha instalado en lo más profundo de la política y de la empresa. Pedro Solbes echó mano de él en el pasado, pero tomaron el testigo con fuerza otros muchos después. Y es que reconozco padecer un crecimiento negativo de amor hacia las falacias.
"Recargo temporal de solidaridad" con el que Cristóbal Montoro pretendió definir el aumento del IRPF en diciembre de 2011.
Para terminar con los eufemismos de forma más ligera, resulta especialmente cómica la expresión "cese temporal de la convivencia", aquella imaginativa figura con que se quiso vestir la separación de la infanta Elena Borbón de Jaime de Marichalar.
La exageración y amplificación de conceptos: describir el aumento de la llegada de inmigrantes como una "plaga"; resumir los diferentes casos de corrupción con un "excesivo expolio"; hablar con frecuencia de que se "asesinan las libertades» o calificar el aborto de "terrorismo".
La banalización de lo importante: trivializar lo que es capital es otro de los recursos que más se ha extendido en la arena política. Sirva como ejemplo cómo el consejero de Sanidad de Madrid despachó las críticas a las medidas tomadas contra el ébola en el primer caso de contagio en España: "Para explicar a uno cómo quitarse o ponerse un traje no hace falta un máster". O denominar "los papelitos del 78" a la Constitución española, en la que se ha apoyado la democracia que sucedió a una dictadura. O definir a Rosa Díez como "esa señora que lleva 30 años bajándose de un coche oficial", una política que ha necesitado seguridad porque ha estado amenaza de muerte por la banda terrorista ETA durante casi tantos años como los que ha ejercido su profesión. Estas dos últimas perlas corresponden a Pablo Iglesias.
La militarización del discurso: se abusa de términos militares para describir la realidad política o social. Para serenar el debate hay que empezar por desmilitarizar la realidad, desde un lado y desde otro: "La casta está atrincherándose en las instituciones culturales", "El asalto de Podemos a las instituciones", "Rajoy ha desactivado la bomba política que Mas ha puesto en marcha".
El apelativo descalificador y desautorizador: las palabras están cargadas de connotaciones y las declaraciones de políticos de apelativos descalificadores para el contrario, el antagonista, al que se le cuelgan rancios sambenitos: facha, ultra, antidemócrata... La desautorización de la fuente es el menosprecio de los argumentos ajenos, que son cuestionados apoyándose en su supuesta falsedad, en dudas sobre su origen (falacia genética) o en la falta de autoridad del adversario político. Frases como "Nadie que esté en sus cabales...".
Abuso del término populista: hoy, cualquier iniciativa política del contrario que busca dar respuesta a demandas ciudadanas son metidas en el saco sin fondo del populismo. El que esté libre de populismo...
Demonizar palabras: el intento de erradicar palabras, de acotar el discurso, tampoco es una práctica inocente. Un buen ejemplo fue el intento de acabar con la palabra escrache, un vocablo que se refiere a una acción sin consecuencias penales, por lo que en los partes policiales se sustituyó por otros términos (como acoso, amenazas, coacciones...) que representan acciones que sí están en el código penal.
Marina Garcés |
by Sciammarella |
El Roto |
by David Hoffman |
Alan Turing |
Actividad encefálica en un salmón muerto detectada por fMRI
El lunes se abría la campaña de crowdfunding para poder enviar a imprenta el juego de cartas Los valores del pensamiento: Historia de la filosofía. Estamos aún un poco lejos de lograr el objetivo pero sin dudas ha sido un buen inicio del que sois responsables fundamentalmente todos los que habéis ayudado en su difusión en redes sociales, principalmente a través de Facebook y Twitter. Un tiempo en el que también yo he intentado intensificar mi presencia en las mismas, esperemos que sin llegar a saturar a todos aquellos con los que el contacto virtual es más estrecho. Siempre es difícil establecer el punto de equilibrio entre la información y el agobio. En este caso, eso sí, la motivación fundamental es que nadie desee adquirir las cartas una vez cerrada la campaña, pues el precio de imprimir una sola de ellas es estratosférico, y a mayores se pretende focalizar todo el trabajo en el par de semanas de organizar los envíos. Si todo va bien, será aproximadamente en la primera o segunda semana de enero. Pero de esta campaña no me voy a quedar solo con eso, en caso de que todo salga adelante.
Para empezar, los contactos que he podido hacer en apenas unos días. Los amigos “más amigos”, que diría aquel, han echado una mano enseguida para informar a sus contactos, pero ha habido otros descubrimientos. Para empezar, Principio último, una de las cuentas de twitter más activas en todo lo referente a divulgación de filosofía, contando además con una web dedicada a la filosofía, que derrocha frescura, desenfado y desparpajo. Ayuda que bien complementa a la ofrecida por autores que empiezan a ser “grandes” en el panorama filosófico español, como Javier Gomá, que “ejemplarmente” colaboró en la difusión y cuyos libros tengo esperándome para hincarles el diente en los próximos días. Encuentro gratos, como también lo son los reencuentros con todos aquellos con los que uno comparte oficio, filosófico y educativo, tanto dentro de las aulas como fuera de las mismas. A ver si logro citarlos a todos: JorgeKoine, el filósofo adulto con mentalidad de niño, Juanjo Muñoz, el rey filósofo de las 3000 IEDA’s, Juan Antonio Negrete, el tábano socrático de Wert y sus “followers”, y amistades “olímpicas” como la de CITAFGSR o Carmen Iglesias. Más amigos del mundo filosófico que han echado la mano: Javier Comellas, Eduardo Recuero, Ladislau Girona, Daniel Inglada, Gerard Prieto y Jesús Zamora. En el terreno editorial, una de las que, a mi juicio, mejor cuida su imagen en las redes sociales: Herder. La guinda del pastel, la agitación en la red que siempre trae consigo Libro de notas. A todos ellos, y alguno más que se me pueda pasar, gracias por extender la idea.
En estos cinco días se aprende entre otras cosas, que esto del crowdfunding es fundamentalmente hacer comunidad. Establecer vínculos con otras gentes con las que se comparte un interés común. Querer sacar a flote una idea que nos resulta atractiva a todos. No es un terreno propio para buscar beneficios sino para promover aquellas cosas pequeñas que, precisamente por no dar grandes beneficios, quizás no tengan cabida en el gran mundo empresarial. Algo que quizás moleste en ciertos círculos, y que he vivido en primera persona: a los dos días de poner en marcha el proyecto, recibí un mensaje de los propietarios de la marca “Top Trumps”, exigiendo la retirada inmediata del proyecto por ser un “plagio” de su marca registrada. Inmediatamente les contesté informando de que no era la intención aprovecharse de su marca, y eliminé cualquier referencia a la misma en el proyecto. Algo peculiar y llamativo: que una empresa británica dedicada a editar juegos de cartas bajo un nombre, pueda pensar que se ataca su marca por que un puñado de profes de filosofía estén dispuestos a crear una baraja con un cierto valor didáctico. En fin, ver para creer. Esperemos que el proyecto pueda llegar hasta el final y superar esa cifra de los 1500 euros, para comenzar con el pedido de las barajas. Y sobre todo: que sigamos haciendo comunidad para ir apoyando las pequeñas locuras filosóficas. Las propias y las ajenas. Y digo lo de ajenas porque Oliver Álvarez, uno de los mecenas, ha creado también su propio juego: a hombros de gigantes. Yo ya he cambiado varios correos con él para comprar mi ejemplar.
forges |
Donald Rumsfeld |
La física medieval creía que el movimiento era causado por un ímpetu. Las cosas están en reposo por naturaleza. Un ímpetu hace que algo se mueva; pero después se agota, y el objeto se ralentiza y se detiene. Algo que continúa moviéndose, por lo tanto, tiene que seguir siendo empujado, y ese empuje es algo que puede percibirse. [Éste era un argumento incluso para la existencia de Dios, puesto que algo muy grande —como Dios— tenía que empujar para que los cielos continuaran moviéndose]. Así que, si la Tierra se mueve, ¿por qué no lo notamos? Copérnico no pudo responder a la pregunta […]. Galileo tenía una respuesta para Copérnico: la simple velocidad no se nota, sólo se nota la aceleración. Así que la Tierra puede moverse sin que lo notemos. Además, la velocidad no cambia hasta que una fuerza la cambie. Ésa es la idea de inercia, que después reemplazó la vieja idea del ímpetu.
Hilary Putnam |
1. Que sepamos, no hay nada en las reacciones físico-químicas de una red neuronal que pueda explicar, ni remotamente, un pensamiento o una sensación. Las descargas eléctricas de los potenciales de acción que recorren los axones de las neuronas o las reacciones químicas que se dan en las sinapsis no son estados mentales.
2. Ponemos en problemas a los ingenieros de IA. Si un estado mental es idéntico a un estado neuronal, no es idéntico al proceso computacional que se da en un ordenador. Únicamente los seres con un sistema nervioso similar al humano podrían tener estados mentales. Las máquinas no.
a) El conductismo tenía un embarazoso problema con lo que llamamos estados intencionales o actitudes proposicionales (por ejemplo, las creencias o los deseos). Como prescindía de todo lo que no fuera conductual, no podía explicar el poder causal de una creencia. Por ejemplo, si yo creo que va a llover y por eso me pongo un chubasquero, una creencia causa mi conducta. Para el conductismo, como una conducta (respuesta) solo podía ser causada por otra conducta (estímulo) las creencias no podían causar nada, así que los conductistas no podían dar cuenta de algo tan sencillo y habitual como ponerse un chubasquero porque va a llover. El funcionalismo no tiene problemas con las creencias: una creencia es causa de un efecto, por lo tanto, es un estado mental.
b) El funcionalismo permite que los ingenieros de IA construyan máquinas con estados mentales. Siguiendo a Putnam, la orden que da un programa a un computador es un estado mental que puede ser idéntico al de un humano si cumple la misma función, a pesar de que el sistema físico que los genera es diferente (uno de silicio y otro de carbono). Es la gran virtud de la relación de superveniencia.
c) El funcionalismo permite cierta independencia a la psicología sobre la neurología. Como lo explica todo en términos funcionales, permite que no tengamos que hablar siempre en términos neuroquímicos. Por ejemplo, para explicar que la creencia de que llueva ha causado que me ponga un chubasquero, no es preciso que hable en términos de axones y dendritas. Puedo decir que la creencia causa mi conducta con funciones claramente adaptativas: si me mojo puedo ponerme enfermo y morir. Predecir el clima tiene una clara función adaptativa. Así, el funcionalismo se lleva fantásticamente bien con la psicología evolucionista, ya que ésta, igualmente, explica la mente en términos adaptativos, es decir, de funcionalidad biológica. Los funcionalistas permiten que la psicología pueda hablar en un lenguaje que no se reduce al fisicalista lo cual es fantástico para los psicólogos, ya que no tienen que estar constantemente mirando por el microscopio y hablando de neuronas.
d) El funcionalismo es perfectamente compatible con la neurología. No tiene problema alguno en admitir que un estado mental es idéntico a un estado neuronal, sencillamente, puede hablar de él sin que la ciencia haya descubierto aún tal identidad. Podemos decir que la creencia en que va a llover causa que yo me ponga un chubasquero, aceptando que la creencia en que va llover es idéntica a un estado neuronal concreto y reconociendo que aún la neurología no ha descubierto tal estado neuronal. Incluso si la neurología descubriera cada correlato neural de todos nuestros estados mentales, el funcionalismo podría seguir hablando en términos funcionales sin contradicción alguna. Simplemente diría que mi creencia es un estado neuronal x que, igualmente, causa que yo me ponga mi chubasquero, lo cual tiene una función claramente adaptativa.
e) Incluso el funcionalismo no tiene ningún compromiso ontológico con el monismo materialista. Podríamos ser funcionalistas y dualistas. Un estado mental podría no ser algo materia y tener, igualmente, poderes causales sobre mi conducta. Algunos dualistas que, por ejemplo, para explicar la mente se basan en la distinción informática entre hardware (base física) y software (programas), sosteniendo que mientras elhardware es material, el software no lo es, pueden ser perfectamente funcionalistas. Por el contrario, si un funcionalista quiere ser materialista, solo tiene que añadir otra condición a la tesis de que los estados mentales son funcionales, a saber, que toda relación causal es material, que una causa y un efecto siempre son dos entes materiales. ¡El funcionalismo vale para todos los gustos!
El "Yo-Yo" de los selfies, de las estrategias de supervivencia en un mundo de existencias líquidas, precarias, elásticas y flexibles, es conjurado por este grupo radical y elevado a símbolo de la crisis, también metafísica, que nos aqueja. El yo se disuelve o se convierte en un punto infinitesimal, a-dimensional, vacío, tautológico, como el "I Am What I Am" del anuncio de Reebok sobre un rascacielos de Sanghai. En los círculos intelectuales, el yo nacido de la vocación (del Romanticismo a Max Weber) o el yo reflexivo de la filosofía kantiana se disuelven en estrategias melancólicas narrativas, yoes sucedáneos y epígonos de Montaigne (este blog es un ejemplo).“I AM WHAT I AM”. Nunca la dominación ha encontrado una palabra de orden más insospechada. El mantenimiento del Yo en un estado de semi‐ruina permanente, en un medio‐desfallecimiento crónico es el secreto mejor guardado del actual orden de las cosas. El Yo débil, deprimido, autocrítico, virtual es e sencialmente este sujeto indefinidamente adaptable que precisa una producción basada en la innovación, la acelerada obsolescencia de las tecnologías, el constante cambio de las normas sociales, la flexibilidad generalizada. Es a la vez, el consumidor más voraz y, paradójicamente, el o más productivo, el que se arrojará con la mayor energía y avidez sobre el menor proyecto, para regresar más tarde a su estado larvario original. ”
Oh que será, que será
que vive en las ideas de los amantes,
que cantan los poetas más delirantes,
que juran los profetas embriagados,
que está en las romerias de mutilados,
que está en las fantasias más infelices,
lo sueñan de mañana las meretrices,
lo piensan los bandidos, los desvalidos,
en todos los sentidos, será, que será,
que no tiene decencia ni nunca tendrá,
que no tiene censura ni nunca tendrá,
que no tiene sentido
by Nat Von Sky i Natalia Skirzynska |
forges |
by Alejandro Ruesga |
by Nicolás Aznárez |