La política está cambiando mucho, y a menudo para mal. La campaña de las generales, con tanto aspaviento, las acusaciones continuas, el ruido de fondo, los debates encrespados y la ausencia de los
asuntos importantes para España, podría ser un ejemplo. Sin embargo, si nos quedamos en la conversión de la política en un programa de 'Gran Hermano', nos perderíamos alguna de las cosas que están ocurriendo por debajo. Pete Buttigieg, el candidato emergente en las primarias demócratas, ofreció una pista cuando
equiparó a los votantes de Sanders y a los de Trump, lo cual le granjeó muchas críticas por parte del equipo de Bernie. Hicieron mal, porque tenía razón en un aspecto importante. Buttigieg
lo aclaraba así: “Sanders y Trump son radicalmente distintos en muchos, muchos aspectos. Pero creo que merece la pena señalar que existía una energía 'antiestablishment' que encontró una salida por caminos diferentes”. El periodista Glenn Greenwald se
sumaba a la discusión apuntando algo esencial: cualquiera que quiera ganar, no solo en EEUU sino el mundo democrático occidental, tiene que ser percibido como alguien que se opone al orden establecido. Lo que importa, como subrayaba pertinentemente Buttigieg, “no es si perteneces a la izquierda o a la derecha, ni en qué punto de ella te sitúas, sino cuánto vas a profundizar en los cambios del sistema”.
Todos los movimientos exitosos recientes, en especial los de nuevo cuño, se han apoyado en esta clase de energía. Tsipras llegó al poder porque prometía algo totalmente distinto, aunque después se escondiera; el Brexit triunfó cuando nadie lo esperaba precisamente porque afirmaba que iba a cambiarlo todo; el Frente Nacional de Marine Le Pen, Cinque Stelle o el Podemos de los inicios surgieron desde ese mismo suelo. Desde luego, ahí radicó el éxito de Trump, que primero venció al partido republicano y después al demócrata. Y desde entonces hemos visto cómo esa mecha ha encendido muchos fuegos, desde Salvini hasta Zelensky.
En ese contexto, un actor creíble, con ideas y solidez, que prometa un cambio profundo y real, tiene muchas opciones de éxito, porque convierte la decepción en ilusión, congrega a gente que quiere creer pero que no encuentra en quién; transmuta ese malestar en la promesa de un futuro mejor al mismo tiempo que hace creer que con él las cosas serán distintas. Y ese actor solo puede ganar hoy tal cantidad de confianza siendo, o mostrándose, antisistema.
Este es el eje principal de la política occidental, el prosistema/antisistema, y cada opción lo llena con contenidos diferentes.
La desconfianza en las instituciones, en esta democracia, en los líderes, está generando una nueva visión del mundo que está transformando la sociedad de un modo más radical del que nos parece. Para entender las dimensiones de todo esto, no nos valen las encuestas, ni los gráficos ni las predicciones basadas en la cuantificación. Estamos entrando en un mundo diferente, en el que la política será bastante más agitada que en las décadas anteriores. Es probable que en las generales gane el PSOE, y también que acabe gobernando. Pero si es así, solo será una tregua. Llegan otros tiempos.
Esteban Hernández,
El secreto del éxito de Vox, explicado por un político de EEUU, El Confidencial 26/04/2019
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