22384 temas (22192 sin leer) en 44 canales
Al amparo de la democracia ateniense, Aristóteles definió a los humanos como seres sociales, animales cívicos inseparables de las redes de afectos, vínculos, intercambios, solidaridades y sueños compartidos que nos anudan y sostienen. En su Política, argumentó que un individuo no logra ser feliz en una ciudad infeliz: las penalidades de tus vecinos son también tu desgracia. “Quien es incapaz de vivir en comunidad o quien nada necesita por su propia suficiencia no es miembro de la ciudad, sino una bestia o un dios”. El ideal de independencia y arrogante autonomía puede ofrecer una vida divina o fiera, pero en todo caso inhumana. También había sombras en la comunidad imaginada por Aristóteles; las mujeres y esclavos quedaban excluidos de la ciudadanía. Sin embargo, un mensaje poderoso late en sus palabras: todos los seres humanos somos políticos, y no solo los profesionales del gremio parlamentario.
Loables o detestables, las decisiones del poder nos afectan siempre. Quizá por eso, los griegos llamaban “idiota” —cuya raíz significa “propio”— a quienes se desentendían de los asuntos públicos, pendientes solo de sus intereses particulares. En tiempos de sobresalto, la política se vuelve sospechosa y las sociedades se fragmentan en archipiélagos de esfuerzos aislados, privados —de aliento colectivo— y desconfiados. En esos momentos, cuando se ignora lo que nos anuda y abundan los idiotas, suben al poder quienes se las saben todas.
En uno de los más famosos diálogos de Platón, el filósofo Protágoras —portavoz intelectual de aquella joven democracia— se pregunta cómo logramos convivir en sociedad, pese a los conflictos y los exabruptos. Para explicarlo, cuenta un mito donde las ideas respiran, tienen carne, músculo y rostro. Cuando los dioses crearon el mundo, encargaron a dos titanes, Prometeo y Epimeteo, distribuir dones entre la multitud de seres vivos. Y, ay, el atolondrado Epimeteo —cuyo nombre significa “el que actúa primero y piensa después”— insistió en ocuparse a solas del reparto; como todos los grandes incompetentes, estaba muy seguro de sí mismo. Empezó por los animales: a unos dio garras y dientes afilados; a los más débiles, velocidad para huir o un hábil camuflaje. Sin embargo, olvidó reservar un regalo para la especie humana. Ahí quedamos, inermes, torpes, sin alas ni aletas, patilargos, cabezones, vulnerables… una calamidad. Para resolver el desastre, Prometeo robó del cielo la chispa del fuego y así aprendimos a encender hogueras. Apiadándose de nuestra especie desvalida, el dios Zeus nos regaló la justicia y el sentido político. Protegidos de la oscuridad y el frío por ambos dones —el fuego y la palabra que une—, inauguramos las veladas en torno al círculo hospitalario de luz para contar cuentos, coser y cantar, crear comunidad. Al amor de la lumbre, incluso antes de inventar las mesas, la humanidad practicó las sobremesas.
De esa manera, aunque seamos débiles por separado, nos hicimos fuertes al colaborar. No tenemos zarpas, pezuñas, aguijones o caparazones, pero aprendimos a tejer sociedades. Solos valemos poco, nuestra verdadera ventaja competitiva es el talento para cooperar. La filósofa María Zambrano nos definía como “soledades en convivencia”. En Persona y democracia reclamó “una sociedad humanizada donde lograr que la historia no se comporte como una antigua deidad que exige inagotable sufrimiento”. Frente al desamparo que siempre nos acecha y, a falta de colmillos, nos protege actuar como animales políticos, capaces de compartir, cuidarnos y divertirnos juntos. Gracias a los dioses, tenemos chispa. Y en la densa oscuridad, somos breves fulgores que se buscan.
La antropología y la biología evolutiva confirman las intuiciones de aquellos mitos originarios. En su ensayo The Secret of Our Success, Joseph Henrich actualiza a Epimeteo: el ser humano es una criatura débil, lenta y no particularmente hábil para trepar a los árboles; nacemos gordos, prematuros y con el cráneo abierto. En una casa de apuestas prehistóricas, nuestra cotización habría sido nula. Heinrich sostiene que los logros de nuestra especie no son fruto de una inteligencia innata o habilidades mentales especializadas. El motivo es que crecemos aprendiendo de otras personas. Cada generación construye sobre los cimientos de las estrategias y sabiduría acumuladas por generaciones previas. Este bagaje supone una ventaja tan grande que la selección natural ha favorecido durante milenios a quienes mejor aprenden socialmente. La trenza entre la cultura y los genes nos volvió peculiares, un nuevo tipo de animal: aprendices adaptativos. Heinrich afirma que la innovación depende de nuestra habilidad para colaborar más que de nuestro intelecto, y el gran reto es evitar la fragmentación y la disolución de nuestras comunidades.
La ciencia muestra que los mayores avances no son destellos de mentes excepcionales, únicas e irrepetibles. Al contrario, los grandes descubrimientos son resultado de hallazgos previos, colaboración y saber compartido a lo largo del tiempo. Sin embargo, en la escuela aprendemos nombres estelares asociados a tecnologías revolucionarias. Idolatramos una mitología protagonizada por líderes carismáticos y paternalistas, gobernantes providenciales, emprendedores solitarios y genios disruptivos. En una perversa paradoja de nuestra política, las habilidades necesarias para ganar elecciones —ferozmente competitivas— eliminan de la carrera a quienes gobernarían de forma serenamente colaborativa. Ser un pedazo de pan cotiza a la baja —y al hambre— en el mundo del apego al ego.
Como enseñan los cuentos infantiles y Aristóteles, el mito del triunfador hecho a sí mismo es irreal: todo avance solitario es en realidad solidario. Por algo llamamos “compañías” a las empresas y, por eso, el lugar donde aprendemos —el colegio— nos reclama ser buenos colegas. De hecho, separarnos y enfrentarnos disminuye nuestra prosperidad. Divididos somos más combativos y conflictivos, menos efectivos. No es casualidad que las palabras sólido, salud y solidario tengan el mismo origen lingüístico. Hemos construido sociedades sobre una paradoja: a la debilidad debemos nuestra fortaleza. La indigencia del ser humano se convierte en el principio de nuestro poder, escribe Zambrano. La evolución cultural favoreció el crecimiento de las tribus, la cooperación, la armonía interna y la valentía para compartir riesgos. Ante los problemas ajenos, milenios de selección premiaron el compañerismo, no el “con su pan se lo coman”. Lo que nos hizo diferentes es no ser indiferentes a los demás.
Irene Vallejo, Animales, dioses, idiotas, milenio.com 04/05/2024
En este artículo publicado en la revista El Búho se pretende iniciar un abordaje sobre la sensibilidad desde el enfoque sapiencial, que enfatiza la relación existente entre la sensibilidad con el ámbito de la espiritualidad y, por otra parte, sugiere la tarea de redefinir la cualidad de la sensibilidad en cuanto resulta ser un elemento indispensable para la consecución de la “vida buena”. Desde este contexto, el artículo continúa matizando algunos obstáculos que dificultan el “despertar” de la sensibilidad humana y, por último, proporciona algunas indicaciones para cultivar la sensibilidad. El artículo es el siguiente:
El abordaje filosófico de la sensibilidad no se ha vinculado habitualmente con la espiritualidad humana. Si se ha tratado sobre la cuestión, ha sido, por un lado, como si la sensibilidad perteneciera a un ámbito inferior o menos esencial que la razón -una concepción, por cierto, estrecha de la razón- o, por otro lado, la sensibilidad se ha contemplado desde una perspectiva innata y biológica que fundamenta la fundamentación de muchas de las teorías epistemológicas existentes. Sin embargo, es importante incidir en la idea de que la sensibilidad también apunta a un ámbito del ser que fundamenta el conocimiento, las emociones y acciones humanas. Es a través del enfoque de la filosofía sapiencial (2) cómo podemos descubrir la importancia que tiene la relación íntima e indisoluble entre la sensibilidad y la espiritualidad porque, entre otras cosas, se configura como una cualidad constitutiva y esencial del ser humano.
Antes de abordar el tema en cuestión, es necesario definir qué entendemos por sensibilidad en el contexto de la filosofía sapiencial. Etimológicamente, la palabra «sensibilidad» viene del latín sensibilitas y significa «cualidad de poder percibir estímulos, por medio de los sentidos» (3). Con esta acepción se está mencionando una capacidad para tener sensaciones, tanto sensaciones externas para poder tener un conocimiento de los objetos físicos, como cuando escuchamos una melodía o vemos una mesa. Y también hace referencia a un conocimiento de sensaciones internas, en las que se remite a nuestra vida mental y emocional como la tristeza o nuestros pensamientos. Sin embargo, como ya anticipaba más arriba, también se da una acepción de la sensibilidad más genuina y esencial que fundamenta nuestra identidad más profunda.
La filosofía sapiencial, nos muestra que la sensibilidad supone lo que es el aire para el fuego, es decir, esa cualidad «a priori» que da fuelle para que el fuego se mantenga siempre encendido. Si entendemos que el fuego es la humanidad, lo que nos hace humanos es la sensibilidad. De aquí, se deduce que necesitamos recurrir a una concepción del ser humano que esté más allá de lo físico-biológico o mental y en la que esté presente una dimensión espiritual. Para ello, se remite a la instancia nous, que hace referencia al intelecto y a la inteligencia, que se designa como el «ojo de la mente», que es diferente de la percepción que ofrecen los sentidos físicos. Lo que especifica al ser humano, es decir, la identidad última es, pues, el nous. Mónica Cavallé se refiere al nous en estos términos:
La filosofía clásica distinguió entre el nous, la razón superior o la aprehensión contemplativa, y la razón inferior, la razón discursiva o mente pensante. Nous y diánoia son los términos con los que Platón y Aristóteles establecían esta diferencia. La traducción latina de los mismos dio lugar al binomio intellectus y ratio. Buena parte de la tradición filosófica occidental ha olvidado la sabiduría silenciosa, la contemplación, el nous (lo que hay de más divino en el ser humano, según Aristóteles) (4).
Platón, en el mito de la caverna, muestra magistralmente la distinción entre estos dos tipos de sensibilidad con la imagen del esclavo en la caverna que está «dormido», es decir, que se mantiene insensible. Al salir de la caverna es cuando gradualmente va «despertándose» y consigue aflorar «su sensibilidad» más profunda. Para Platón, pues, hay dos maneras de recurrir a la realidad: a través de los sentidos y a través del nous. Con la primera, el esclavo es menos sensible, en el sentido de que se aleja de la auténtica realidad y, por tanto, de la verdad. Mientras, que a través del nous, aludimos a una sensibilidad que es fuente del sentido de la verdad, del sentido del bien y de la belleza. Como dice Platón:
«-Ya lo comprendo bien -dijo-, aunque no de manera suficiente. Creo que la empresa que tú pretendes es verdaderamente importante e intenta precisar que es más clara la visión del ser y de lo inteligible adquirida por el conocimiento dialéctico que la que proporcionan las llamadas artes. A estas artes prestan su ayuda las hipótesis, que les sirven de fundamento; ahora bien; quienes se dedican a ellas han de utilizar por fuerza la inteligencia y no los sentidos, con lo cual, si realmente no remontan a un principio y siguen descansando en las hipótesis, podrá parecerte que no adquieren conocimiento de lo inteligible, necesitando siempre de un principio. Estoy en la idea de que llamas pensamiento, pero no puro conocimiento, al discurso de los geómetras y demás científicos, porque sitúan el pensamiento entre la opinión y el puro conocimiento».(5)
El nous, en definitiva, es el origen y fundamento de nuestra sensibilidad. Y ello, nos permite ahondar en lo más profundo de nuestro ser. Es lo que nos da mayor discernimiento y libertad. Lo profundo en nosotros mismos, no puede provenir de nuestros patrones de conducta, nuestros pensamientos y emociones, sino de una instancia que nos permite ser sensibles a éstos, sin confundirnos con ellos y, por lo tanto, estar presentes. Nos permite trascender nuestra propia particularidad, siendo fuente de discernimiento y comprensión profunda y nos proporciona nuestro sentido último de identidad. Sin embargo, este supuesto no excluye la razón discursiva, ni tampoco nuestras emociones, porque por un lado, nuestra identidad última reside en algo común, universal e impersonal que se vincula con la razón universal pero también acoge dichos contenidos de conciencia. Tal como dice Alejandro Lax:
Aquí radica la clave del arte de vivir: una danza entre la inteligencia intuitiva y la razón discursiva, un estar afuera desde adentro, un ex-stasis sapiencial. El drama de la razón es ignorar la intuición, y el drama de la intuición es despreciar la razón. Si la filosofía es una actividad del pensamiento, la vida filosófica es un arte de vida. No es erudición, sino sabiduría. No es una actividad racional ni irracional, sino transpersonal.(6)
Obstáculos para la sensibilidad.
El obstáculo mayor que oculta nuestra sensibilidad suelen ser las creencias limitantes, que no son más que las suposiciones que asumimos como ciertas sin serlo. Estas creencias son los límites de nuestra comprensión (7) y giran alrededor, en este caso, sobre ideas que giran alrededor del miedo al sentir o, que también, remiten a la idea asumida de una incapacidad para poder “trascender” y “superar” todo lo que se nos presenta en nuestra vida. También, se dan creencias que se basan en la suposición de que la hipersensibilización nos hace buenas personas, menos egoístas y que, por tanto, nos humaniza.
En realidad, los seres humanos somos seres que nos vemos afectados por lo que nos ocurre y por lo que sucede en el mundo. Sin embargo, estar afectados no quiere decir ser arrastrados por nuestros pensamientos, juicios y emociones. Si la ausencia de sensibilidad nos convierte en seres insensatos, pasivos e indiferentes y, en consecuencia, nos separa del mundo y de los demás. También, se da la susceptibilidad, que es una sensibilidad extrema y distorsionada, que nos aísla en un mundo mental proclive al desbordamiento emocional. La susceptibilidad es, en realidad, una muestra de narcisismo y de falta de sensibilidad, en el que las personas interpretan el mundo a través de sus propias interpretaciones, deseos y miedos. No es lo mismo “padecer” una impresión que “percibir” una impresión. En palabras de Oscar Brenifier:
Habría que distinguir padecer una impresión y percibir la impresión. Así, cuando me irrito, puedo padecer esa irritación, ser determinado por ella, o bien puedo percibir esa irritación, por un redoble de la sensibilidad. En cierto modo, el “sensible”, en el sentido habitual, carece de sensibilidad: no percibe el afecto que se impone a él, está demasiado pegado, y pegado queda. En cierto modo es ciego, insensible. Mientras que el que es sensible en un sentido riguroso del término puede, al contrario, percibir su propia sensibilidad. En ese sentido distingue su objeto, que es el sujeto de la acción. Ese es el verdadero sensible, véase el hipersensible.
Sin embargo el que solemos llamar hipersensible es en realidad el insensible que se ignora, y que reemplaza la sensibilidad por la sinceridad (la expresión del padecimientodelaimpresión)terminando porcreerse (fijándolo) lo que siente y lo que afirma.(8)
La sensibilidad, por tanto, queda definida por este “redoble” de la sensibilidad, en el que las personas somos conscientes de cómo, desde dónde vivimos y nos relacionamos con el mundo, con nosotros mismos y con los demás. Me vuelvo insensible cuando dejo de estar atento, mis creencias operan sin ser cuestionadas y me alejo del anhelo de verdad. Es decir, cuando soy ignorante y asumo como verdaderas esas creencias que pasan a cifrar mi identidad. Partimos, de que la identidad última y real de cualquier persona es esencial y común en todos los seres humanos. Y esta afección de la alteridad en nosotros nos regala la posibilidad de vivir siguiendo el curso de la Vida, su pulso y desenvolvimiento. En cuanto estoy presente lúcidamente con la Realidad, sin intentar modificar, cambiar, manipular, esperar, argumentar justificar y culpabilizar, mi sensibilidad me abre a la puerta de lo Real. Mientras que deambulo por un mundo menos real en cuanto la alteridad se muestra como un conflicto con mis propios intereses, temores y expectativas. Me siento, de este modo, insensible por mucho que llore o que grite. La sensibilidad filosófica no viene dada por una ausencia de emociones, ni siquiera, por una emoción de mayor o menor intensidad. Va a la par de una mirada con los menos filtros posibles de la realidad, en la que sí se da un sentir que nos aproxima a ser uno con la realidad.
¿Cómo cultivar la sensibilidad?
Lo que favorece el cultivo de la sensibilidad es acercarnos a ella tal como se manifiesta en nuestra interioridad. Podemos ver indicios de que vamos en buena dirección porque remite a nuestra sabiduría interior y da lugar a nuevas comprensiones.
Una práctica clave a la hora de contactar con nuestra sensibilidad interior es la de realizar un trabajo deautoconocimiento para cuestionar las creencias limitantes que ocultan nuestra sensibilidad. Es importante descubrir nuestra filosofía operativa(9), identificar los patrones emocionales, conductuales y las creencias limitantes que operan en nuestro día a día. El cuestionamiento filosófico de estas creencias nos da un mayor nivel de conciencia y, por tanto, “despierta” una nueva comprensión. La comprensión es la base de la sensibilidad. Es decir, que el anhelo de verdad, esa búsqueda inevitable que compartimos esencialmente todos los humanos, nos lleva a recordar lo que somos y aviva la sensibilidad. Una sensibilidad que siempre está latente y que despertamos incesantemente. Nuestra misión es la de estar despiertos, aunque siempre estemos más dormidos o inconscientes que despiertos. Tal como diría Chuang Tse:
”Cuando soñamos, no sabemos que soñamos. Incluso interpretamos el sentido de lo que soñamos mientras soñamos e ignoramos que estamos soñando hasta que nos despertamos. De igual modo habrá un gran despertar tras el cual sabremos que esto es un gran sueño que soñamos. Los tontos, sin embargo, creen estar despiertos y se dicen a sí mismos que saben”.(10)
Una de las prácticas también más recurrentes que nos ayuda a despertar nuestra sensibilidad es el diálogo filosófico y las lecturas filosóficas. El objetivo del diálogo filosófico según Sócrates se refleja en estas líneas:
No cuido en absoluto aquello que suele preocuparnos a la mayoría de la gente: asuntos de negocios, administración de bienes, cargos de estratega, éxitos oratorios, magistraturas, coaliciones, facciones políticas. No me siento atraído por este camino… sino por ese otro que, a cada uno de vosotros en particular, le haría el mayor bien, intentando convencerle de que cuide menos lo que tiene y que cuide más lo que es, para convertirle en alguien lo más excelente y razonable posible”. (11)
El diálogo mayéutico es, pues, una práctica filosófica que permite educir la sabiduría innata humana para contactar con lo que ya sabemos, pero está “dormido”. Para Sócrates, a través del diálogo podemos recordar o rememorar las ideas de la Belleza, la Verdad, el Bien y la Justicia que están latentes en nuestra interioridad.
Los diálogos y las lecturas filosóficas nos ponen en contacto con esta dimensión más profunda, que es la fuente de la sensibilidad hacia lo bello, bueno y verdadero. Como diría M. Cavallé se trata de una obediencia o escucha autorresponsable realizada en primera persona:
El diálogo con personas sabias puede facilitar esta obediencia o escucha (ob-audire) de lo profundo en nosotros, al igual que el contacto con el arte genuino refina nuestra sensibilidad ante lo bello. Pero este ob- audire nada tiene que ver con la obediencia en la que, sin más, renunciamos a nuestra autorresponsabilidad, esto es, a ejercitar el propio discernimiento en cuestiones que nos conciernen íntimamente y en las que nadie nos puede sustituir.(12)
La sensibilidad no es un producto cultural sino que abarca lo profundo que se halla en ciertas producciones filosóficas, literarias y culturales para poder despertar o favorecer el desarrollo de la profundidad que está latente en nuestro interior. La filosofía sapiencial nos invita a situarnos en ese fondo en el que emerge la sensibilidad hacia lo bello, lo bueno y lo verdadero, en el que no se dan conceptos sino desde donde paladeamos y saboreamos la vida. Hay un conocimiento que no está vinculado a tener unas teorías más o menos correctas o elaboradas, sino a un conocimiento que tiene que ver con el ser. Por tanto, la sensibilidad está vinculada con el ser.
Otro elemento primordial para cultivar nuestra sensibilidad es el de “abrirse a la vida”: soy sensible, en cuanto me abro a la vida y, con ello, confluyo con el mundo, con los demás y con uno mismo. En esa apertura descubro que soy uno con el mundo y que los límites que me separan de la Unidad se desvanecen. La sensibilidad no trata de ponerse en el lugar del otro sino comprender desde dónde y cómo vive su vida. Es más bien la observación sostenida, atenta y sin juicio de cómo siente y vive su vida. Estar atento sin más. La sensibilidad me acerca, no me aleja de los demás. Tal como dice Nietzsche: “Aprender a ver implica habituar el ojo a la calma, a la paciencia, a dejar que las cosas se nos acerquen; aprender a aplazar el juicio, a rodear y a abarcar el caso particular desde todos los lados”.(13)
Las filosofías sapienciales, tanto de Oriente como de Occidente, reconocen las mismas intuiciones filosóficas para expresar la “apertura de la vida”. Entienden que la Vida (el Lógos14 y el Tao) son principios inteligentes que están presentes en todos los seres vivos. Muestran que la vida que se da a través de las personas puede ser “saboreada” a través de la escucha del Lógos y del Tao. Nuestra identidad esencial viene vinculada a esa escucha, a ese despertar de nuestra sensibilidad más profunda. Mientras que la identidad superficial -como ya he dicho anteriormente- se configura con las ideas que hemos asumido de forma acrítica de nosotros mismos, del mundo, y de los demás. Esta identidad superficial o Ego impone su lógos particular y no el Lógos Universal que rige a todos por igual y que se manifiesta a través de nosotros.
Por último -aunque hay más prácticas- quiero resaltar la contemplación para cultivar la sensibilidad. Frente a una sensibilidad dormida, la filosofía reivindica la experiencia contemplativa, que remite a una experiencia del Ser, que resulta transformadora porque nos abre al mundo desde un sentir que emerge desde nuestra interioridad más profunda y radical. Supone, pues, un antídoto y un acto revolucionario porque implica una pausa o una acción de detenerse ante la aceleración del tiempo que no para de correr. La contemplación nos lleva a otro lugar porque nos conecta con lo que ya somos: la belleza, la bondad y la inteligencia de nuestro ser es lo que nos hace sensibles a las cosas bellas, buenas y verdaderas. Contemplar es, pues, una experiencia del Ser que implica una mirada atenta, profunda y detenida sin juicio, una experiencia del Ser en la que somos uno con lo contemplado. En esta idea de fundirse con el objeto, subyace la idea de que la belleza, la verdad y lo bueno que reside en todos los cuerpos son una e idéntica. Aquí en este punto resulta necesario hacer una referencia a Platón, cuando expresa de forma magistral el camino del amor y el anhelo que reside en nosotros mismos de aspiración de la belleza y, también, a través de la contemplación, podemos “engrandecer nuestro espíritu”, elevarnos hacia el pensamiento puro y amor de la belleza y la verdad.
Conclusión
Sin una concepción del ser humano espiritual no podemos encarar una sensibilidad que nos lleve al buen vivir (15), que incide de forma directa para alcanzar una buena convivencia social y política. Para ello es necesario partir de una concepción del ser humano trina, en la que la identidad última es espiritual. Entiendo por espiritualidad una dimensión humana universal en la que el ser humano se encuentra abierto a lo infinito, absoluto y a la eternidad. Una dimensión que nos pone en contacto con lo profundo y radical de nuestro ser, que no es nada distinto que la del resto del universo, a pesar de las singularidades del ser humano. Las personas pueden experimentar esta dimensión en su vida diaria cuando en sus acciones diarias se vislumbra lo trascendente. Vislumbramos la belleza, la verdad, la bondad y la inteligencia de otros seres porque se dan actitudes de escucha, atención y discernimiento propio que nos llevan a comprender profundamente la realidad. El anhelo de más verdad en nuestras vidas es innato pero trasciende los fundamentos biológicos y los productos culturales. Y, aunque éstos pueden remitirnos a la sensibilidad como cauce espiritual inagotable y eterno, también pueden adormecer dicha sensibilidad. Por ejemplo, la mano de una madre que mece una cuna puede verse desde el amor incondicional, que implica cuidado, escucha y respeto por el propio desenvolvimiento de su hijo. Sin embargo, también puede ser la mano que mece una cuna una persona que no escucha e impone lo que quiere que su hijo sea. La espiritualidad está vinculada con esa entrega a lo que la vida quiere manifestar en nosotros mismos y con los demás. Somos seres espirituales pero podemos ocultar esta dimensión, cerrarnos a ella, pero no puede desaparecer porque siempre está allí más o menos despierta o dormida.
La espiritualidad tiene que ver con “cuidar la vida”, y a su vez, con abrazar la unidad. «Abrazar la unidad» alude a la capacidad del hombre para darse cuenta de que todos los seres son iguales en cuanto nacidos del Tao y todos al Tao regresan; de que la esencia de todos los seres los hace formar una unidad esencial, aunque las apariencias indiquen que cada ser es único y diferente a todos los demás. Cuando el hombre ve que todo forma una unidad en el Tao (que es el origen de todo), ve igualmente que no hay diferencias esenciales entre ninguna cosa o ser del universo. Tal como afirma Chuang Tse:
La clave para el cuidado de la vida –decía el maestro Lao Tse– está en poder abrazar la unidad y no perderla, en saber qué será bueno y malo sin tener que recurrir a la adivinación, en saber pararse y saber retirarse, en saber no mirar a los otros sino a uno mismo por dentro, en ser ingenuo, en ser natural, en ser espontáneo, en ser niño. Sé que los niños se pasan día y noche llorando, pero no pierden la voz, porque hay en ellos un cierto equilibrio; y apretando sus manitas, pero no sufren calambres, porque hay en ellos una cierta virtud; y mirando pasmados todo lo que les rodea afuera, pero no están afuera, porque lo de fuera es nada para ellos. Sé que andan sin saber adónde, sé que están sin saber qué están haciendo y sé que se adaptan a las cosas y a las cosas se amoldan. Sé como ellos y habrás logrado la clave para el cuidado de la vida. (16)
Y no podemos “saborear” nuestra sensibilidad que remite a nuestro fondo lúcido en el que somos belleza, inteligencia y bondad en una voluntad férrea que se basa en el esfuerzo, en una instrucción o en un método infalible. La única vía posible es la de “vivirnos” como seres espirituales que anhelamos la verdad, el bien y la belleza. Y la verdad tiene que ver con que somos uno con la Naturaleza, no parte de ella. En realidad, es el camino más simple, pero también es el más arduo. No tiene fin, ni tampoco hay pretensión, ni propósito de llegar a nada. Simplemente es ver desde lo que nos permite ver. La sensibilidad está íntimamente unida con nuestra mirada. Si la mirada está ofuscada, expectante y temerosa, nuestra sensibilidad se teñirá de tonalidades acordes. Mientras que, si podemos discernir entre lo que nos permite ver, poner luz a lo que vemos, entendiéndose como nivel de conciencia, y diferenciarlo de lo que sentimos pensamos y hacemos (contenidos de conciencia), entendiéndose como estados que fluctúan y que no remiten a mi identidad última, nuestra sensibilidad será una brújula que nos indicará que vamos por el buen camino. Como dice Antonio Pino “El ego es lo que nos separa de lo real”. Éstas son sus palabras:
Nuestro cerebro no sirve tan sólo para leer mapas de carreteras y para hacer pedidos por Internet (razón instrumental). Sino para pensar, o experimentar, lo absoluto (aquello que no depende de otra cosa más que de sí mismo), el ser, el devenir, la naturaleza, la suma de todas las cosas, el Todo. (…).
Este Todo es una inmanencia inagotable, la inmensidad que nos lleva en su seno. Lo podemos experimentar, por la noche, al mirar las estrellas. Sólo es necesario un poco de atención y de silencio. La oscuridad, que nos aleja de lo más próximo, nos abre a lo más lejano. El universo está ahí, nos envuelve, nos rebasa: es todo y nosotros no somos casi nada. Y cuando consigo sentir (esto) en lugar de pensarlo (“quien piensa no percibe, quien percibe no piensa” dicen los maestros zen) adquiero una conciencia óptima, por contraste, de nuestra propia pequeñez.
Esto puede ser una herida narcisista, tal vez, pero que engrandece el alma, porque el ego, si está instalado en el lugar que le corresponde, deja de ocuparlo todo. Lo lejano nos sienta bien: aleja nuestras angustias. La contemplación de la inmensidad, que vuelve ridículo al ego, hace que mi egocentrismo, y por tanto la ansiedad, sea algo menos fuerte, algo menos opresivo. ¡Qué sosiego repentino cuando el ego se retira! No hay otra cosa que todo, no hay más que el inmenso hay del ser, de la naturaleza y del universo, y ya nadie en nosotros que pueda sentir miedo; nadie hay, en este momento, en este cuerpo para preocuparse; esto es lo que los griegos llamaban la ataraxia, y los latinos pax (paz, serenidad), porque todo ego vive en el espanto, siempre. El ego es lo que nos separa de lo real.(17)
No podemos obviar, por último, la relación existente entre la vulnerabilidad y la sensibilidad. Somos seres precarios y limitados, que estamos expuestos, conmovidos y afectados por circunstancias físicas y experiencias psico-biográficas. La vulnerabilidad no puede entenderse como debilidad porque ello nos lleva a ocultarla y nos convierte en seres insensibles. La insensibilidad, como he apuntado anteriormente, nos ha llevado a cometer los peores crímenes de la humanidad porque la sensibilidad va de la mano del camino de la verdad, mientras que la insensibilidad está vinculada con la ignorancia, porque vivimos hipnotizados por creencias asumidas de forma acrítica. Mostrar nuestra vulnerabilidad nos lleva a ser sabios de la condición humana y, por tanto, sensibles y tener afinidad con la naturaleza profunda del ser humano. Es la puerta a un amor incondicional a la vida, a ese santo decir sí que promulgaba Nietzsche y que rescata la idea del amor que somos, que emerge de nuestro interior hacia el mundo y a los demás. Cuánto menos sensibles, más violentos y menos comprensivos somos. Entonces, realmente, el elemento revelador es ver cómo aflora nuestra sensibilidad y de qué manera sostenemos nuestra vida en nuestro día a día. Miremos, pues, a través de este texto de qué manera lo hacemos :
No me interesa quién eres ni cómo llegaste aquí. No me interesa qué, con quién o dónde has estudiado. Quiero saber qué te sostiene por dentro cuando se derrumba todo lo demás. Quiero saber si has tocado el corazón de tu propio dolor, si te han abierto las traiciones de la vida o si te has contraído y cerrado de miedo a más dolor. Quiero saber si te puedes sentar con el dolor, el mío o el tuyo sin moverte para esconderlo o apagarlo o conciliarlo. Quiero saber si puedes estar con alegría, mía o tuya; si puedes bailar con desenfreno y dejar que el éxtasis te llegue a la yema de los dedos sin precaverte a ser cuidadoso, realista o a recordar las limitaciones del ser humano.(18)
2. La filosofía sapiencial es una expresión acuñada por la filósofa Mónica Cavallé, que alude a aquellas filosofías de todas las épocas y culturas que han tenido como guía el ideal de la sabiduría, esto es, que se han orientado a la realización de los fines últimos de la vida humana y para las que el ejercicio de la filosofía compromete todas las dimensiones del ser humano, no solo sus capacidades intelectuales. Esta forma de entender y practicar la filosofía amplía y complementa el enfoque académico actualmente predominante e intenta recobrar, en contextos contemporáneos, el sentido integral y originario de esta actividad.
3. Definición extraída del diccionario Joan Corominas. Según la RAE, se dan 3 diferentes acepciones: 1. f. Facultad de sentir, propia de los seres animados. 2. f. Cualidad de sensible. 3. f. Manera peculiar de sentir o de pensar. Idea común a distintas sensibilidades políticas.
4. Mónica Cavallé (1917), El arte de ser, Kairós, p. 56. Las características del nous son las siguiente (p. 304-306): a) proporciona el sentido de ser y de presencia lúcida; b) es fuente del sentido de la verdad, del sentido del bien y del sentido de la belleza; c) fuente de discernimiento y de comprensión profunda; d) otorga libertad frente a lo dado; e) nos permite autotrascendernos; e) es la fuente del amor y de la voluntad superior.
5. PLATÓN, La República, Libro VI, (510 a-511d). Obras completas. Traducción, preámbulos y notas por María Araujo, Francisco García Yagüe, Luis Gil, José Antonio Míguez, María Rico, Antonio Rodríguez Huéscar y Francisco de P. Samaranch, introducción de José Antonio Miguel. Aguilar, Madrid, 2a edición, 1981.
6. Alejandro Lax (2021), Filosofía viva. Una iniciación a la vida filosófica, Desclée de Brouwer, p. 149.
7. Mónica Cavallé, en el Arte de Ser afirma: Cuando las tradiciones sapienciales hablan de conocimiento, no coinciden, por lo tanto, con lo que con frecuencia solemos entender por este término. Hablan de conciencia plena; de una comprensión integral que empapa todo nuestro ser; de una visión espontánea y repentina que nos transforma y que solo se nos regala a través del compromiso sin reservas con la verdad.
8. Blog de O. Brenifier: Taller de prácticas filosóficas: [https:]] y-percibir-o-cuando-el-sensible-es-un-insensible/
9. Mónica Cavallé, El Arte de Ser p. 175: “He acuñado la expresión «filosofía operativa» para aludir a nuestra filosofía personal real: no a la que decimos y creemos tener, sino a esa otra que quizá desconocemos en buena medida, si bien se revela inequívocamente en nuestro funcionamiento cotidiano, en nuestros impulsos, emociones, acciones y omisiones diarias, y que puede ser muy distinta de la primera. La filosofía operativa es aquella que realmente opera en nuestra vida cotidiana”.
10. Chuang Tse, Textos escogidos. El gran sueño, Alianza Editorial.
11. Platón: Apol. Socr. 36c, 1
12. El arte de Ser p. 28.
13. F. Nietzsche, El crepúsculo de los ídolos,
14. Una de las acepciones de este término griego es (desarrollado por Heráclito y retomada, entre otros, por los estoicos) es la siguiente: Lógos es la Inteligencia que origina, sostiene, ordena y otorga armonía al devenir.
15. Aristóteles defiende una concepción de la eudaimonia o de la vida buena que cabe calificar como objetivista y naturalista porque, de acuerdo con él, aquello en lo que consiste tener una vida buena depende de las características que las personas tenemos por el hecho de ser humanas. La «vida buena» está, pues. no en el tener sino en el ser. Se identifica así con la felicidad, el fin al que tienden las personas, y acaso por eso todas lo buscan.
16. Tse, Chuang. Textos escogidos, La perfección. 63
17. Antonio Pino, revista Búho no 13, p.8-9 [https:]] La invitación, inspirado por Oriah el soñador de la montaña, citado por Danah Zohar e Ian Marshall, en el prólogo de Inteligencia espiritual, Plaza & Janés Editores, Ed 2001.
18. La invitación, inspirado por Oriah el soñador de la montaña, citado por Danah Zohar e Ian Marshall, en el prólogo de Inteligencia espiritual, Plaza & Janés Editores, Ed 2001.
I
Aún no ha acabado el día y me llega otra invitación -un poco enrevesada- para pasar unos días "de trabajo" en Punta Cana. Dios es grande. Y el azar es su profeta.
II
Ligero malestar en la garganta, pero que parece ir a más. Se ha ido añadiendo el dolor de cabeza (una nube ligera) y una sensación de cansancio (no del todo desagradable). Como aveces un puro solo es un puro, igual es que estoy cansado.
III
Terminada la traducción de la vida de Plotino, ahora toca limpiarla, fijarla y darle esplendor. Hay muchos comentarios que hacer y me gustaría que el lector se encontrara con una lectura fácil del texto de Porfirio y unas notas a pie de página un poco más elevadas, que resaltaran el vocabulario propio del neoplatonismo y su fuente en los textos platónicos.
IV
Visitar la mente de Plotino es como hacer vacaciones pagadas a un país maravilloso, ajeno, ciertamente, pero por eso aún más atractivo. Las grandes construcciones de la mente humana debieran tener su lugar en la historia del arte.
I
Tengo tres invitaciones a viajar sobre la mesa. La primera me llega de Bucaramanga, la segunda de Arequipa y la tercera, de San José de Costa Rica. Veremos qué se puede hacer. Nunca me he sentido colombiano en Colombia, ni peruano en Perú, ni costarricense en Costa Rica... y sin embargo, en ningún lugar de Hispanoamérica me he sentido extranjero. Se ha dicho -y hago mío el dicho- que hay perfiles de España que solo se descubren al otro lado del charco. Y son esos perfiles los que me animan a decir que sí, pero la insensata prudencia me va susurrando peros.
II
Domingo. 14:00. Me llama mi hijo preguntándome si pueden venir a comer.
- ¿Cuántos? -pregunto.
- Cinco.
- ¡Claro!
Yo no sé de dónde salen los recursos, pero es justamente en estas situaciones, cuando pillado desprevenido abres el frigorífico y hay cuatro cosas, cuando más abundante te sale la comida y, sobre todo, cuando más sabrosa sabe la presencia de todos.
Ser padre, y no digamos ya ser abuelos, es vivir en estado de disposición permanente, es ser un comando de intervención rápida. Y eso está muy bien.
III
Ayer por la tarde terminé la traducción de La vida de Plotino, de Porfirio, que he ido haciendo a ratos muertos. No he quedado completamente satisfecho. Quería hacer una traducción que al lector actual le resulte asequible y cercana a su lenguaje cotidiano, pero para ello hay que enseñarle a Plotino a hablar en español y no sé si lo he conseguido.
IV
Ando enredado con los papeles de la declaración de hacienda. Este es para mí el peor trabajo del año. Me sobrepasan estas cosas elementales del orden económico.
V
Llevo semanas arrastrando la lectura de la muy voluminosa biografía de Kierkegaard escrita por Joakim Garff. Demasiado prolija, un exceso de menudencias, un alud de detalles que ni contribuyen a perfilar la biografía intelectual del filósofo danés ni tienen suficiente fuerza dramática por sí mismos. Ayer comencé a leer en diagonal.
La transmisión está en crisis porque, empeñados en correr tras el viento del futuro, el pasado es una rémora. Quien lo dude, que se pase por las facultades de educación y comprobará que la figura del maestro transmisor ha quedado obsoleta. Hoy el maestro ha de limitarse a acompañar, porque enseñar algo a un niño es violentarlo. La mera explicación embrutecería a quien la recibe porque subordina una inteligencia a otra. Si no me creen, lean a Rancière. Nadie quiere ser heredero pudiendo ser pionero. Por eso, lo que predomina en las ciencias humanas es la flacidez intelectual del constructivismo y el historicismo.
El historicismo es la ideología que defiende que si escribimos después de Cervantes, entonces escribimos mejor que él. La manera de refutarlo es encontrarnos a nosotros mismos en los textos de Platón, de Esquilo, de Calderón… Pero los clásicos - no precisamente por su culpa- se han vuelto difíciles y, como dice Homer Simpson, si algo es difícil no vale la pena estudiarlo.
El constructivismo es la versión epistemológica de la preferencia del historicismo por el proceso frente al producto. Nos dice que todas las cosas humanas están socialmente construidas y, por lo tanto, que todo será de otra manera. Solo hay una excepción: el constructivismo mismo, que sería una verdad intemporal. Este es hoy el último reducto de la fe laica.
Estamos tan imbuidos de novolatría que no se nos ocurre pensar que los grandes hombres del pasado hayan podido ver en nosotros verdades que el presente esconde. Para recuperar su visión hay que ser modernos, claro, pero no solo. Hay que remontar la corriente del historicismo y el constructivismo para ver las cosas humanas con los ojos de los antiguos. Bajo su perspectiva entendemos que el diálogo suele acabar mal (por ejemplo, con la cicuta); que las ilusiones que proyectamos sobre nosotros mismos son verdaderas en sus consecuencias; que cuando lo posible devora lo real, la realidad nos parece el residuo frustrante de una idea; que si la filosofía busca transformar la opinión en conocimiento, la sofística sabe que una metáfora puede tener más poder movilizador que un silogismo; que la política es la caverna, que es un mundo sin exterior (por ello es posible la autonomía); que para hacer ciencia nos subimos a los hombros de los gigantes que nos han precedido y conseguimos ver más lejos que ellos, pero para comprender las cosas humanas es mejor coger su mano y sentarse a dialogar con ellos (nadie se atrevería a subirse a los hombros de Sócrates); que las tensiones inevitables entre la vida pensada y la vida vivida son una invitación al cuidado autónomo de nosotros mismos; que no hay manera de algodonar el mundo (como pretenden el “Great Awokening” y el llamado “emotional turn”) para evitar que nos hagamos daño al caer (la realidad duele); que no es sensato vaciarse de ideas para dejar espacio libre a los sentimientos; que si hay una tensión entre la razón (Atenas) y la fe (Jerusalén) es porque la razón se esfuerza en ocultar la fe que la sostiene; que mientras la ciencia busca la fijación del ser, nosotros somos un flujo que no cabe en ninguna definición: pertenecemos al tiempo más que al espacio porque todo cuanto amamos ha sido ya tocado por la muerte; etc.
Los clásicos merecen este nombre porque al incidir en estas tensiones nos muestran las permanencias antropológicas y solo si hay permanencias tiene sentido la transmisión.
Como la novolatría se afirma a sí misma mediante la obsolescencia de todo nuestro mundo, vivimos en una sorprendente paradoja: certificamos cada día un nuevo progreso en cualquier campo del saber, pero su su suma no nos da para un Progreso con mayúscula. Más del 50% de los ciudadanos de los países occidentales está convencido de que a la humanidad no le quedan más de cien años de vida y, cuanto más jóvenes, más pesimistas. La ONU ha puesto nombre a nuestro estado de ánimo: "ecoansiedad". La filósofa Deborah Danowski y el antropólogo Eduardo Viveiros de Castro hablan en The End of the World del declive de la aventura antropológica y el filósofo francés Jean-Luc Nancy asegura que vivimos en «el tiempo que sabe que puede ser el fin de los tiempos». Destinados también a la obsolescencia, seríamos los últimos humanoides.
¿Hay alternativa?
“En el cénit de una orgía", cuenta Baudrillard en Cool memories, "un hombre susurró al oído de una mujer: ¿Qué vas a hacer después de la orgía?” La respuesta sensata y urgente no es “Pedir hora en el terapeuta”, sino “Leer a Platón”. Fahrenheit 451 es algo más que un escenario posible. Hay orgías que poseen la triste magnificencia del palacio de un dictador.
Este artículo se publicó en
El Cultural del diario ABC
el sábado 25 de mayo.
Després de la consternació que ha suposat l'anunci que desapareixen les preguntes de lectures obligatòries a les PAU de català i castellà, el secretari de Transformació Educativa de la Generalitat, Ignasi Garcia Plata, ha sortit al pas per aclarir i justificar la decisió. He de dir que a mi m'ha deixat les coses molt més clares que abans.
Font: El Nacional |
La falsa dicotomia entre "forçar" i "motivar" (semblen antònims, però no ho són) no és altra cosa que una excusa per responsabilitzar els docents per uns fracassos que venen donats per factors socials molt més complexos. M'hi he trobat en carn pròpia en alguns llocs de treball que he ocupat en el passat: la feina essencial dels docents és "motivar" els estudiants a estudiar per iniciativa pròpia i a llegir per iniciativa pròpia, fer les classes ben divertides i entretingudes perquè els alumnes en cap moment se sentin "forçats" a esforçar-se (es-"forçar"-se!) i, evidentment, amb un poder de convocatòria i un carisma persuasiu que ni els pares, ni les institucions, ni els mitjans de comunicació tradicionals posseeixen per aconseguir-ho. Quantes vegades no vaig anhelar la vareta màgica del jove Dumbledore per tal de poder-ho realitzar amb els mitjans, el temps i els recursos que tenia al meu abast, i que mai em semblaven prou bons!
En comptes de "forçar" a llegir, hem de produir lectors, és a dir, "motivar" perquè els alumnes llegeixin per iniciativa pròpia, com si fóssim publicistes que hem de vendre un producte i, després, respondre per l'èxit o el fracàs de la nostra campanya. Dels resultats de les proves de comprensió lectora ja en parlarem un altre dia, si de cas. El discurs és molt semblant al del màrqueting i la publicitat: oi que ningú et "força" a llegir un determinat llibre? Entres a una llibreria, i la tasca dels "prescriptors" i "difusors" de la cultura ha operat la seva màgia i t'ha "motivat" a triar l'última novetat editorial.
Les referències a l'"atractiu" en un context pedagògic sempre em fan saltar les alarmes: la realitat política, social i econòmica que ens ha tocat viure no és gens atractiva, i tot i així és un deure cívic percebre-la i comprendre-la, i educar les noves generacions perquè també siguin capaces de fer-ho. La situació docent ideal que ens proposen aquests missatges té poc a veure amb un món educatiu real que reflecteix les limitacions i mancances de la societat real, i s'assembla més al que tot sovint percebem en obres de ficció: sèries com Merlí, escoles de màgia com Hogwarts (amb el seu esnobisme implícit), o la mística seductora i secreta de l'educació que propugna el dark academia (amb el seu esnobisme explícit).
Font: El Nacional |
I pel que fa a les Proves d'Accés a la Universitat, m'ha estranyat trobar la crítica al sistema d'avaluació memorístic com si depengués d'algú altre, i no hagués sortit de la mateixa junta de les PAU que depèn del Departament d'Universitats. Una mirada pels models antics de Selectivitat (aquí els podeu trobar tots penjats) ens hauria de donar la idea de les preguntes proposades sobre les lectures obligatòries, que sempre han estat centrades en informacions factuals sobre l'argument i els personatges de les obres i mai no han incidit en una comprensió "competencial, analítica i crítica" dels textos proposats.
Això és una lectura crítica? |
Per no parlar de la vegada (juny de 2018) en què estudiants preuniversitaris de divuit anys van donar una lliçó de comprensió lectora (i de lectura "competencial, analítica i crítica", adaptada a problemàtiques socials actuals) a l'organisme que havia redactat la pregunta en qüestió:
1
No suelo utilizar la expresión "pensamiento crítico" porque hace tiempo que descubrí que solemos entender por tal el pensamiento que coincide con el nuestro. Prefiero hablar de "pensamiento riguroso", que sería el pensamiento capaz de dar razones de sí mismo.
II
Hay cuatro enemigos del pensamiento riguroso: la opinión, el autismo, la agrafia y la cobardía. Vamos por partes.
III
La opinión es lo que fomentamos de manera industrial en los centros educativos cuando animamos a nuestros alumnos a que enjuicien lo que no comprenden. Los animamos, por ejemplo, a que nos digan lo que piensan de un texto de Platón cuando no tienen ni idea del pensamiento de Platón. Obviamente, después de que han dicho lo que se les ha pasado por la cabeza, se consideran con derecho a apartar a Platón de su camino intelectual. De esta manera nuestros jóvenes salen de nuestros centros sintiéndose autorizados a juzgar lo que no comprenden: a Colón, a Felipe II, a Aristóteles o a De Kooning.
IV
Platón decía que el pensamiento es el diálogo interiorizado, pero eso significa que para pensar bien hay que dialogar bien. A mi modo de ver lo que honestamente le podemos pedir a un diálogo no es un acuerdo, sino la clarificación de nuestras posiciones. Obviamente, no puedes pensar con rigor si por incapacidad para dialogar eres intelectualmente un autista.
V
Escribir no es solo un medio de transmitir ideas es, sobre todo, un medio de tenerlas. No hay sustituto para este aprendizaje. Ante la hoja en blanco estamos solos con nosotros mismos y con nuestras ideas que a medida que van tomando forma precisa en el texto nos van interpelando de una manera que no sospechábamos al ponernos a escribir. La escritura es el maestro más exigente, nos enseña coherencia.
VI
La cobardía, esto es, el blindaje tras las opiniones ajenas con lo cual en vez de pensar por tu cuenta haces una colección de "textículos" ajenos (con perdón). Decía Séneca que está muy bien ir de flor en flor recolectando polen, pero que lo importante era la miel que se puede hacer con él. La valentía es el coraje de hacer miel.
Publicada el 1983, Legió és la seqüela que William Peter Blatty (1928-2017) va escriure per a L'exorcista, més d'una dècada després d'aquest primer èxit aclaparador, i que a hores d'ara es considera un clàssic de la novel·la de terror. Com que no estic gaire acostumada a aquest gènere, reconec que la lectura de L'exorcista em va sorprendre en positiu per la seva peculiar combinació entre misteri i terror sobrenatural. Ara bé, l'última cosa que m'esperava quan vaig treure Legió de la biblioteca és que la seqüela encara m'agradés més que la seva predecessora, i sóc conscient que aquí potser em trobi entre la minoria. Si no sona massa pretensiós, a la combinació entre thiller d'acció i misteri sobrenatural, aquí s'hi afegeix un tercer fil, el de la novel·la filosòfica, que esdevé l'autèntic punt de referència d'un relat que es basteix, com ja ens insinua el títol, sobre fragments aparentment inconnexos de les vides de diversos personatges, que acabaran confluint de formes colpidores i inesperades.
A la ciutat de Washington DC, uns deu anys després de l'exorcisme practicat pels pares jesuïtes Karras i Merrin, comencen a tenir lloc una sèrie d'assassinats particularment truculents, i que recorden el modus operandi de l'assassí en sèrie Gèminis, mort a San Francisco uns deu anys abans. L'inspector Kinderman, que ja investigava els esdeveniments inexplicables de la primera novel·la, segueix ara la pista d'aquests assassinats fins a un hospital psiquiàtric on trobarà diversos comportaments estranys en els pacients, i així com actituds sospitoses per part del personal mèdic. Kinderman anirà estirant poc a poc tots aquests fils fins que comenci a acceptar una solució sobrenatural com a única explicació possible als fets que està presenciant. Si la idea que s'entreveia a L'exorcista era el debat entre la teologia i la ciència, i la novel·la jugava constantment amb les ambigüitats de la trama per fer-nos bascular entre una interpretació natural i una de sobrenatural dels fets que s'hi esdevenien, aquí a Legió la trama sobrenatural es farà una mica més evident des del principi. Tot i així, la narració arriba a un equilibri magnífic entre el fil de les possessions demoníaques i la investigació policíaca, oferint constantment pistes perquè els lectors ens puguem avançar a la resolució de la trama. Com ja passava a l'anterior novel·la, Blatty juga a deixar aquestes pistes ben a la vista des del principi tot i que, de fet, només els lectors tindrem un punt de vista privilegiat sobre la totalitat de la història, mentre que els diversos personatges hauran de fer des de la seva perspectiva limitada i parcial sobre els fets que s'estan esdevenint.
A un nivell més teòric, ens trobem davant d'una reflexió sempre rica i desafiant sobre els problemes del mal i del dolor a l'univers, canalitzats principalment a través de dos personatges que es veuen obligats a afrontar aquesta qüestió cara a cara en la seva pràctica professional. D'una banda, hi ha el protagonista, l'inspector Kinderman, jueu agnòstic preocupat per donar una explicació racional a la maldat inexplicable que presencia diàriament com a detectiu d'homicidis, i que intenta conciliar la presència del mal a la naturalesa humana amb la possibilitat d'un disseny intel·ligent per a l'univers. D'altra banda, el doctor Amfortas, neuròleg i catòlic devot, investiga la naturalesa del dolor que pateixen alguns dels seus pacients, mentre intenta processar el dol per la mort de la seva esposa amb mètodes força heterodoxos. Ens trobem davant del problema clàssic de la teologia i la filosofia occidentals: la presència del mal a l'univers o bé no és compatible amb l'omnipotència de Déu i la seva acció creadora o bé, en el pitjor dels casos, desafia salvatgement la possibilitat de creure en la seva bondat. Així doncs, si atribuïm la presència del mal a cert designi inescrutable dins del pla diví, això tampoc no en justifica la necessitat, especialment quan la violència més absurda s'acarnissa amb els més febles o indefensos.
Blatty es decanta per una solució una mica més elegant (per poètica) que els arguments circulars tradicionals de la filosofia escolàstica. Basant-se en el seu admirat Teilhard de Chardin i la seva teoria del punt omega, d'inspiració neoplatònica, l'autor proposa que el mal és tan sols una conseqüència col·lateral de l'acció creadora de Déu, és a dir, de la divisió de l'u en la pluralitat de veus i d'experiències aïllades que dona peu al món que coneixem. El dolor seria una mena de manifestació d'aquest esquinçament còsmic: el procés de dol o d'enyorança dels éssers individualitzats per la unitat primigènia, com si es tractés del dolor fantasma que ocupa l'absència d'un membre mutilat. Cert que és una resposta més mística que no pas racional, i que al capdavall tampoc no soluciona el problema, però és d'agrair que Blatty l'exposi en termes estrictament literaris, a partir d'episodis onírics i de converses entre en Kinderman i altres personatges, que m'han semblat els moments més suggestius de la novel·la sencera. Això no li treu interès ni suspens a la trama policíaca, que avança a un ritme incessant fins a una resolució un punt abrupta i anticlimàtica, com passava també a L'exorcista. Legió em sembla una bona recomanació, que es troba totalment a l'alçada de la seva predecessora i manté una independència i una originalitat pròpies respecte a aquesta.
Sinopsi: A principis dels anys 80, a la ciutat de Washington DC, el tinent Kinderman de la brigada d'homicidis ha d'afrontar una sèrie d'assassinats d'una especial truculència i amb connotacions religioses: un adolescent apareix crucificat en un moll prop del riu, i un sacerdot apareix decapitat dins d'un confessionari. Tot i que les evidències científiques apunten a autors diferents, Kinderman hi aprecia el segell de Gèminis, un assassí en sèrie que va ser abatut per la policia deu anys enrere a l'altra punta del país. Les investigacions el portaran a un hospital psiquiàtric on els interns estan començant a presentar comportaments estranys.
M'agrada: Sobretot la part més filosòfica del text, que queda molt ben equilibrada amb la trama policíaca. Més que el fil de la novel·la sencera, que porta de la tensió creixent a un final que pot resultar una mica pla vist el conjunt, hi ha escenes concretes i seccions senceres del text que semblen tenir una autonomia pròpia i que es llegeixen quasi com a relats curts: per exemple, les aventures sobrenaturals i metafísiques del doctor Amfortas, que en algun moment ratllen quasi la novel·la postmoderna, el relat d'orígens de l'assassí Gèminis i, com no podia ser d'altra manera, les converses d'en Kinderman amb el misteriós pacient Sunlight.
Asistí hace unos días a
un encuentro en el Ateneo de Cáceres junto a su presidenta, M.ª Ángeles López
Lax, y a su presidente de honor Esteban Cortijo – cuyo reciente libro sobre la
historia del Ateneo he tenido el honor de prologar –. La cosa iba sobre el
futuro de una actividad tan aparentemente anacrónica como la de promover el
encuentro y el debate entre ciudadanos, así porque sí, de cuerpo presente y sin
ser pretexto para pasar la tarde en un bar, obtener un título académico o
medrar en un grupo político, secta o sección de los Boy Scouts.
Cuando me preguntaron qué ventaja específica podría tener hoy – en la época de Internet, del consumo pasivo de cultura y del individualismo global – esto de acudir a un ateneo, la respuesta me vino como un resorte: dialogar con gente distinta y participar de un fenómeno cultural vivo, austero si quieren, pero libre del mercado, del tiesto administrativo, del espectáculo mediático y del elitismo vetusto y críptico (que no crítico) de la academia.
Solo por lo primero, por el encuentro con ciudadanos con creencias, ideologías y conocimientos diferentes, merece mil veces la pena acudir a lugares como el Ateneo de Cáceres (o a las actividades de la Sociedad Científica de Mérida que organiza el profesor Rufino Rodríguez, otro reducto de pluralidad y convivencia en nuestra Comunidad). No hay nada más opuesto a una parroquia o a un seminario universitario – en donde se discute, desde luego, pero de manera tan hiperespecializada que (por motivos diferentes a los de la parroquia) se pierde la noción de realidad –.
Y ojo que con lo de «parroquia» no me refiero solo a la iglesia, sino a todas aquellas congregaciones escolásticas (empezando por las de los adeptos al laicismo) cuyo principal objetivo es celebrar que tienen las mismas ideas y que están encantados de conocerse (o de agarrarse unos a otros de los pelos – como un Barón de Münchhausen colectivo –, no vayan a incurrir en el error de pensar y hundirse en la ciénaga de las dudas). Conozco algunas de estas «parroquias», tanto de derechas como de izquierdas; en ellas la programación es tan previsible y uniforme como los gustos, gestos, opiniones y discursos de quienes acuden regularmente a ellas a comprobar que, al menos en su particular burbuja, todo sigue en orden…
Frente a ese espíritu sectario, acomodaticio y entontecedor del que no quiere arriesgar ni saber nada que no confirme (o a lo sumo matice) sus ideas, del que deja de leer un periódico o se marcha de la sala porque se ha dado voz a quien no piensa como él, o del que hace escrache al «enemigo» para que no pueda ni hablar (¡no vaya a ser que le convenza!), está el espíritu ateneísta y cívico del diálogo y hasta la amistad – la más interesante y provechosa – con el que difiere, incluso hasta las antípodas, de nuestra visión del mundo, y que es el único que en el fondo puede confirmarnos en (o librarnos de) nuestras inciertas certezas. Vayan pues al Ateneo, y piensen en esos pobres bienaventurados que lo tienen todo claro, porque – como decía el maestro Serrat– de ellos es el reino… de los ciegos.
I
Ayer, penúltima sesión del seminario "Después de la orgía", en Madrid. La invitada era, en este caso, Chantal Delsol. Ha sido un lujo conocerla. Es una mujer sabia, discreta y asequible, con las deas muy claras y el coraje de exponerlas aunque vaya a contracorriente.
II
Hay en ella como una fragilidad física que desaparece en cuanto comienzan a salir ideas fuertes en la conversación. Entonces aparece la mujer fuerte, contundente y rigurosa.
III
Recientemente le pedí un ensayo para la editorial Rosamerón a un profesor universitario. Me dijo que sí. Y el sí, a mi parecer, era entusiasta. Pero un par de semanas más tarde me contestó que era incapaz de escribir cumpliendo con la condición imprescindible que yo le había puesto: nada de notas a pie de página. No estaba interesado por su capacidad para recolectar opiniones ajenas, sino por su capacidad para tener ideas propias.
IV
El lunes un catedrático de una universidad de Madrid me reconoció que se sentía inseguro sin armar su discurso con citas. ¿A que se debe esta incapacidad para pensar sin el blindaje de una cita de autoridad? Sin duda se debe a la falta de convicciones firmes.
V
Si aquellos a los que citamos fuesen meros receptores de ideas ajenas no hubiera merecido la pena citarlos. Los citamos porque los vemos con ideas propias. Entonces, ¿por qué no esforzarnos por tener también nosotros nuestras propias ideas?
VI
Lo he dicho y lo repito: la prudencia no es una virtud teórica. Debiéramos enseñar a nuestros jóvenes a pensar imprudentemente y a comportarse prudentemente. Si no lo hacemos, no tiene sentido que vayamos pregonando todo el día la importancia del pensamiento crítico. Una cosa es el pensamiento crítico y otra el pensamiento blindado.
Cuando se siguen estas reglas, un efecto inmediato es que los blancos de tus críticas se vuelven más receptivos a ellas: ya has mostrado que comprendes su postura tan bien como ellos, y también has demostrado tener buen juicio (coincides con ellos en algunos asuntos importantes e incluso algo que han dicho te ha convencido).
"El teu Déu és jueu,
la teva música és negra,
el teu carro és japonès,
la teva pizza és italiana,
el teu gas és algerià,
el teu cafè és brasiler,
la teva democràcia és grega,
els teus números són àrabs, les teves lletres són llatines.
Sóc el teu veí I encara em dius estranger?"
"Tu Dios es judío,
tu música es negra,
tu carro es japonés,
tu pizza es italiana,
tu gas es argelino,
tu café es brasilero,
tu democracia es griega,
tus números son árabes, tus letras son latinas.
Soy tu vecino ¿Y todavía me llamas extranjero?"
Eduardo Galeano
"Després de les lliçons de les últimes dècades, pocs creuen en el lliure comerç, excepte alguns ideòlegs acèrrims. És una teoria que mai va funcionar enlloc. Totes les grans economies es van construir gràcies a un mur de protecció i amb diners del govern"
“La mala comprensión que tienen las élites de la situación parte de que no aprecian el componente social del trabajo. Quienes están obsesionados con la eficiencia lo ven con un medio para asignar recursos. Al hacerlo, subestiman la dignidad que los individuos obtienen de un trabajo con sentido”.
"La pérdida de dignidad que nace de la ausencia de empleo estable y bien pagado no se comoensa con bienes baratos ni con control social.
"Los países con superávits persistentes son los verdaderos proteccionistas. ôr lo tanto, lo más adecuado para forjar algo similar al verdadero libre comercio es introducir potentes mediadas que restablezcan el equilibrio".
Esteban Hernández
19/05/2024
I
La fila para comulgar siempre la cierra un cojo. Suele ser una persona muy mayor, con el cuerpo ladeado hacia la tumba, renqueante y con la mano temblorosa. A veces le cuesta llegar hasta el sacerdote y este lo espera pacientemente.
II
Arrastra un poco los pies que se quedan ligeramente rezagados, hacia la popa.
III
Un día el cojo no aparece. Su ausencia se deja notar. Hasta que pasados uno o dos meses, otro cojo ocupa su puesto. Y vuelta a empezar.
IV
En realidad el cojo es el futuro de todos los que vamos a misa (los domingos por la tarde, en mi caso). Aparentemente vamos delante de él, pero el cojo sabe la verdad: él es el primero de la lista de espera.
I
Termino a primera hora de la mañana de corregir el que será mi próximo libro, titulado, provisionalmente, Prohibido repetir. He querido añadirle una página con mi experiencia madrileña con los neurólogos famosos y, de paso, he eliminado un apartado, que me ha parecido que sobraba. Siempre es cierto: no hay libro que no mejore recortándolo.
II
Termino a media tarde el artículo para el ABC. Han sido 800 palabras que me han hecho sudar sangre, no por falta de ideas sino por abundancia. He pasado dos días dándole forma mentalmente y a la hora de escribirlo se me quedaba muy corto. Enviado.
III
Termino el tomo III de las Obras Completas de Campoamor. Las últimas páginas, especialmente las dedicadas a Sócrates, son extraordinarias. Probablemente don Ramón se consideraba un buen filósofo, pero no lo es, aunque a veces se muestre como un muy buen pensador. No lo es porque le puede la frase la redonda y no hay argumento que resista esta tentación. Da la sensación de que en su escritura filosófica las ideas están al servicio del estilo. Es, sobre todo un sofista muy espabilado, amigo de las polémicas y muy hábil para malinterpretar las posiciones del contrario. Especialmente interesante es la polémica que mantiene con Valera, que, a mi modo de ver, es un rival más inteligente.
IV
Algunas cosas de Campoamor:
"Recordándole a un alcalde del Maestrazgo que cuidase mucho de la instrucción primaria, contestó: ¡Pero, señor jefe, si en el pueblo no hay más hombres de bien que los que nunca han ido a la escuela! Aquel alcalde presentía que la instrucción incompleta, en vez de aclarar el entendimiento, lo perturba".
“Después de tres mil años en que no hemos podido ponernos de acuerdo en nada, las ideas flotan por el cielo, desprendidas y sin ordenar, que es lo mismo que si de resultas de un terremoto echasen a volar espantados todos los pájaros del mundo y luego los quisiéramos clasificar a vuelo perdido por el aire”.
“Hoy no se escribe para cantar conquistas de naciones, sino para lamentar derrotas del alma”.
“El matrimonio es, de todas las cosas serias, la más divertida”.
V
Me invitan a hacer de padrino de una promoción de alumnos en Madrid. No puedo. Me invitan también a asistir a varios actos, en Madrid, no iré. Me invitan a Colombia y cambio la visita por una charla por zoom. También necesito tiempo para mí y los míos.
VI
Hasta hace poco nos quejábamos de la pertinaz sequía en Cataluña. Ahora llueve cada día. La primavera se nos ha puesto exhibicionista, los jacarandás de la calle están llenos de pulgones y los cielos no acaban de decidirse si por la epopeya, el soneto romántico o la comedia bufa.
"El problema del trabajo es el problema del tiempo; el problema del tiempo es el problema del valor; el problema del valor es el problema del sentido de la vida. Y todos ellos se resumen en nuestra contradicción fundamental entre nuestros deseos de vivir el reino de la libertad y tener que vivir minuto a minuto en el reino de la necesidad. En particular, de la necesidad de "ganarse la vida" en vez de producir y reproducir, y cuidar juntos la vida."
Remedios Zafra 16/05/2024
I
Visita al oculista y al otorrino.
II
Del oculista, una conclusión evidente: todo carísimo. Me he dejado una fortuna en prótesis (o sea: en gafas).
III
Del otorrino, una alegría y una decepción. La alegría nace del hecho de que el padre de la encantadora joven que me ha atendido tiene mis mismos síntomas. No pueden hacerse idea ustedes de cuánto consuela encontrarse con alguien que sabe lo que te pasa, que entiende tus vértigos, tus caídas, tus días sin poderte mover de la cama, tus acúfenos... y tu voluntad de no rendirte a nada de todo esto, de afirmar la vida en vez de recluirte en lamentos. La decepción: por primera vez en mi vida tengo tapones de cera en los oídos. Es lo que me faltaba. Me los tengo que quitar antes de seguir con la visita.
IV
Tengo la sensación de que me estoy descascarillando. A veces me pregunto si no es por eso por lo que intento no parar de hacer cosas.
V
Ferran Sáez Mateu, uno de mis monstruos preferidos, ha sacado nuevo libro, con Herder, y se me declara "lurista-leninista".
Aquest clàssic de la literatura de terror dels Estats Units va ser un autèntic èxit amb la seva publicació el 1971, i la seva popularitat va quedar consagrada definitivament amb l'adaptació cinematogràfica que se'n va fer dos anys després, guionada per l'autor mateix. William Peter Blatty (1928-2017) havia treballat durant molts anys per a la indústria del cinema, i això s'aprecia clarament en una novel·la que mostra un pols narratiu magnífic, que s'allunya de l'omnisciència per presentar-nos una narració en tercera persona sempre focalitzada en el punt de vista particular d'un dels personatges, i que va interconnectant diferents subtrames fins que conflueixen hàbilment en un clímax memorable. De fet, gran part de l'atractiu de la novel·la és que, més enllà de la seva aposta per l'horror sobrenatural, es basteix més aviat al voltant d'un misteri, i aconsegueix un equilibri molt ben elaborat entre la trama fantàstica i la policíaca. Blatty va publicar l'edició definitiva de la novel·la, amb algunes seccions ampliades, per al quarantè aniversari de la seva aparició, i és aquesta versió que l'editorial Obscura va fer arribar, deu anys després, al públic català.
Ens trobem a la ciutat de Washington DC, on l'actriu divorciada Chris McNeil s'ha traslladat amb la seva filla Regan, de dotze anys, per rodar la seva última pel·lícula. A la casa llogada on viuen també hi ha un matrimoni de servents, els Engstrom, i l'assistenta personal de la Chris, la Sharon Spencer. De cop i volta la Regan, que sempre ha estat una nena exemplar i que adora la seva mare, comença a presentar un comportament estrany, lligat a una presència que es manifesta a la casa i amb la qual parla a través d'una ouija. A través d'una vident, la senyora Perrin, la Chris té accés a un llibre sobre màgia negra i bruixeria, que li suggereix per primer cop la idea d'una possessió demoníaca. A mesura que els comportaments de la Regan es vagin fent més estranys i la seva salut es vegi greument compromesa, la Chris, cada cop més desesperada per salvar la seva filla, recorrerà al pare Karras, un jesuïta que viu a la zona, i intentarà convèncer-lo perquè li practiqui un exorcisme. Tot i així, ens trobem als anys setanta, el Concili Vaticà segon encara és prou recent, i l'onada de retrocés cap a l'integrisme ideològic que començaria al món catòlic a partir dels anys noranta encara és força lluny. El pare Karras és un reputat psiquiatra, i està fermament convençut que els comportaments estranys de la Regan tenen una explicació perfectament natural i una motivació psicosomàtica. També travessa una profunda crisi de fe a causa del sentiment de culpa que experimenta per les circumstàncies en què ha mort la seva mare.
Aquesta aposta per l'explicació natural, o almenys per mantenir l'ambigüitat fins l'últim moment possible de la narració, és un dels aspectes més agraïts de la novel·la. Un altre n'és el fet que en cap moment caigui en el proselitisme: la família protagonista és atea i, fins i tot després de la seva experiència sobrenatural, en cap moment es converteixen ni canvien essencialment el seu estil de vida. És un desenllaç força reconfortant, en aquest sentit, en què l'ordre es restaura finalment, i el món torna al seu lloc un cop resolt el conflicte. Blatty sembla voler convèncer-nos durant tota la novel·la que som el que som, ni més ni menys, i al capdavall la gràcia divina no tindria cap mena de sentit si no fos totalment gratuïta. En la més pura tradició de la narrativa apologètica cristiana del segle vint, la novel·la ens enfronta a un silenci de Déu autènticament eixordador, que contrasta vivament amb la loquacitat exacerbada del dimoni. És contra tot aquest soroll de fons que el missatge de la novel·la es retalla de forma evident, especialment a través de la saviesa de l'ancià pare Merrin, transmissor del darwinisme teològic de Teilhard de Chardin, i a qui Blatty atribueix una cita del cardenal Newman en una mena d'homenatge literari. La fascinació que experimenten els personatges ateus per les formes de la religiositat, com el budisme o el catolicisme, no passa d'apropament amistós, de cordialitat tolerant a la diferència que l'altre representa i a través de l'acceptació de la qual, de fet, s'aconsegueix un creixement beneficiós per a ambdues parts.
Ara bé, més enllà d'aquest rerefons teòric, en termes narratius ens trobem davant d'un exemple paradigmàtic del mite de la innocència estatunidenca. El mal en termes absoluts sempre és una amenaça que ve de fora, que mai es troba al cor de l'Amèrica inclusiva i acollidora: ja sigui de l'Orient mitjà, d'on se'ns suggereix que prové la presència demoníaca que assetja els protagonistes en el breu pròleg que encapçala la novel·la, o d'una Europa sacsejada pels horrors de la segona guerra mundial, aquests ben naturals i tangibles. Els Estats Units, havent esborrat del mapa i silenciat convenientment la presència de les primeres nacions, es transforma en una tabula rasa on es pot construir qualsevol altra identitat, per bé o per mal: davant la seva crisi de fe, el pare Karras demana un senyal de la presència de Déu que, inesperadament, li vindrà del bàndol contrari. És en les seves converses amb el dimoni o els dimonis que posseeixen la Regan - i que es troben, sens dubte, entre els passatges més destacables de la narració sencera - que haurà de descobrir-se a si mateix com a instrument d'altri més que com a subjecte autònom, en un gir realment magistral dels esdeveniments, i que haurà de fer el que s'espera d'ell independentment dels seus desitjos, passions o convenciments més íntims: aquí rau precisament la seva naturalesa heroica.
Com passa amb la narrativa gòtica i amb el gènere de terror, la trama ens tempta amb els espais intermedis entre aquí i allà, els nostres i els seus. Com a mèdium, la senyora Perrin ens suggereix la possibilitat d'esdevenir pont entre dos móns, sense adonar-se que la Regan és la víctima perfecta perquè ja es troba, efectivament, en un llindar temporal real entre la infantesa i l'edat adulta. El contingut sexual dels episodis demoníacs, així com de les profanacions a l'església veïna, obre la possibilitat que la possessió no sigui més que el fruit de l'autosuggestió i la dissociació en una ment extremadament sensible i pertorbada, o que fins i tot amagui alguna mena de trauma sexual relacionat amb l'absència del pare o amb el comportament inapropiat de l'amic de la mare. Aquesta és una hipòtesi, la de l'abús sexual, que plana clarament sobre el text sencer, i que no fa altra cosa que afegir-hi nivells d'interpretació, tant si en fem una lectura literal com una de metafòrica. Com veieu, és una novel·la força més complexa del que sembla a simple vista, i que mostra com la literatura de gènere pot obrir debats igual de seriosos i rellevants que la ficció literària.
Sinopsi: L'actriu Chris McNeil s'instal·la a la ciutat de Washington amb la seva filla Regan, de dotze anys, mentre dura el rodatge de la seva última pel·lícula. De seguida comença a observar comportaments estranys en la Regan, que afirma que pot parlar amb un amic imaginari a través d'una ouija, i que comença a protagonitzar episodis pertorbadors davant dels adults. Després de descartar qualsevol anomalia física, els metges comencen a sospitar que és un problema psiquiàtric, fins que els fets esdevinguin tan inexplicables que la Chris es convencerà que es tracta d'una possessió demoníaca.
M'agrada: M'ha agradat l'aposta de la novel·la per l'ambigüitat, i per no oferir una resposta totalment definitiva als fenòmens aparentment sobrenaturals que s'hi exposen. La caracterització dels personatges, fins i tot els més secundaris, està molt aconseguida, i la dosificació de la tensió i el suspens fins al clímax que suposa el desenllaç és realment brillant.
I
Llevando el coche a la ITV me llama Jesús García Calero para que escriba una cosa para el suplemento cultural del ABC. Le pregunto cuántos caracteres y la fecha de entrega. Acepto. Un honor.
II
Haciendo cola en la oficina de la ITV me llama Ricardo Piñero, una de las personas más generosas, inteligentes, sensibles y asequibles que conozco. Me invita a una charla en Tudela. La perspectiva de comer juntos una menestra es el argumento definitivo para decirle que sí.
III
La realidad, le digo a Ricardo, no es, la pobre, más que el residuo de una idea.
IV
Comiendo, me cuenta mi nieto sus aventuras y desventuras en el instituto y me reafirmo en mi idea de que un adolescente es un ser con mucha más energía que sentido común para controlarla. Esa energía desbordante fue un día la mía. Por eso lo comprendo, pero sé que mi papel, como abuelo, no es solo comprenderlo. Es también intentar corregir en él lo que aquellos que ya no eran adolescentes intentaron corregir en mi.
V
Estoy leyendo el tomo tercero de las obras completas de Campoamor, el dedicado a sus ensayos y polémicas. ¡Qué interesante es este hombre! Leo, subrayo, me detengo a entender sus relaciones con unos y con otros... Era un formidable polemista, dialécticamente un tanto tramposillo, pero tiene una mala uva cargada de ironía que me tiene enganchado. He mordido el anzuelo.
VI
Leyendo a escritores españoles del XIX no tengo nunca la sensación de hacer arqueología, sino, en todo caso, la de visitar el ala abandonada de un enorme palacio que me pertenece en herencia y que explica con precisión ciertas facetas muy relevantes del presente.
Madame de Vandeuil, hija de Diderot, refiere que un joven desconocido fue a visitar un día a su padre.
"- Os ruego -le dijo- que leáis este manuscrito y escribáis al margen las observaciones que vuestra lectura os sugiera.
El joven salió y mi padre, al coger el cuaderno, vio que todo él no era otra cosa que una amarga sátira contra su persona y sus escritos.
Cuando el autor volvió, pasados algunos días, mi padre le dijo:
- No os conozco, jamás he podido haceros daño alguno. Explicadme, pues, los motivos de semejante conducta.
- Me muero de hambre -contestó-; he escrito esta obra y he creído que me daríais algunos escudos si no la publicaba.
- No seríais vos el primero a quien se haya recompensado por callar, pero podéis sacar mejor partido de ese libelo. El Duque de Orleans, que se haya retirado en Santa Genoveva, me odia desde hace mucho tiempo. Es devoto; dedicadle vuestra sátira y poned su escudo sobre la encuadernación. Llevadle la obra y de seguro obtendréis algún socorro.
- Pero yo no conozco a ese príncipe y no acertaré a escribir la dedicatoria.
- Sentaos ahí, yo mismo voy a redactárosla.
Mi padre escribió la dedicatoria, el autor salió con ella, voló a casa del Príncipe, recibió veinticinco luises, y al cabo de algunos días se presentó a dar las gracias a mi padre, quien le aconsejó con dulzura que adoptara un género de vida menos vergonzoso."
- Ramón de Campoamor, Poética, en el volumen III de sus obras completas.
Este artículo fue originalmente publicado por el autor en El Periódico Extremadura
El número de falacias e iniquidades que acumula el gobierno y el Estado israelí en relación con la masacre de Gaza empieza a ser enciclopédico: la falsa dicotomía (el conmigo o contra mi), el tomar la parte por el todo («no hay civiles inocentes en Gaza», dijo hace meses el presidente Herzog), la creencia de que el fin siempre justifica los medios, la acusación de terrorista o antisemita a todo el que hace la más mínima crítica, el matar al mensajero (más de cien periodistas muertos, según la ONU), la confusión entre la justicia y la venganza…
Esto último no es nuevo. La práctica del escarmiento (por la que se arrasa el pueblo de un presunto culpable con todos sus habitantes dentro) es muy vieja, pero el Estado israelí la ha llevado a su máxima expresión, encerrando y machacando sin contemplaciones y durante meses a más de dos millones de gazatíes. Le ha pasado lo mismo con la vengativa Ley del Talión, que solo obliga al ojo por ojo, pero que Netanyahu la ha versionado para asesinar a treinta civiles palestinos – de momento – por cada civil asesinado por Hamás (ya sabemos que en el mercado de la justicia la carne del paria no vale lo mismo que la de uno de los nuestros, ¡pero treinta veces menos! ...).
Pese a todo, algunos intelectuales y políticos, especialmente de la derecha más necesitada de atención, declaran que lo de Gaza no es un feroz escarmiento destinado a convertir definitivamente a Palestina en un solar, sino una noble lucha entre la democracia y el fanatismo islámico. Es increíble que no hayan reparado que en Gaza hay cientos de miles de personas no radicalizadas por Hamás (aunque Netanyahu no pare de darles motivos), o que el actual gobierno israelí está controlado por fundamentalistas religiosos no muy distintos de los ayatolás iranies. En cualquier caso, ¿de verdad piensan estos intelectuales y políticos que es asumible sacrificar a treinta y cinco mil civiles (más de la mitad niños) para defender los valores occidentales de los que se ríen en la ONU los diplomáticos israelíes? ¿De verdad alguien cree que vamos a hacer más tolerantes y amantes de los DD. HH a los palestinos bombardeándolos y matándolos de hambre?
No se debe dejar de insistir en esto: casi veinticinco mil niños y adolescentes muertos y heridos (según la pérfida UNICEF), algunos con la cabeza partida en dos por francotiradores, otros (agonizantes, quemados, amputados) sin un mal analgésico que llevarse a la boca, otros deambulando solos y muriéndose de hambre por las calles, y otros – todos los que tengan la mala suerte de sobrevivir – incapaces para siempre de olvidar lo que han visto, sufrido y perdido… ¿De verdad que alguien cree que es ese el modo de defender la democracia israelí? ¿No habría que defenderla, más bien, de aquellos que la defienden? ¿Habrá alguien más antisemita que el propio Netanyahu y sus retorcidos apologetas?
I
Esta mañana me ha tocado en suerte un taxista refutador. Nuestras extrañas conversaciones han ido de este palo:
Taxista: Hoy parece que hace fresco.
Yo: Sí, eso parece.
Taxista: Pero hace menos fresco que otros días. Hoy está bien.
Otro ejemplo.
Taxista: Aquí, la semana que viene había un control de alcoholemia. Es que la gente mama y no se dan cuenta cómo van...
Yo: Sí, son necesarios.
Taxista: ¿Necesarios? ¿Por qué?
Uno más:
Taxista: A mí no me gusta mucho el futbol.
Yo: Pues hace bien.
Taxista: Pero soy del Madrid de toda la vida y me gusta verlo con tranquilidad, con mi pinchito de tortilla y mis cervezas...
II
Una de mis últimas convicciones: quien te falsea el primer café del día, sirviéndote, en vez de un buen café con leche, algo indefinido con sabor a agua de fregados caliente, debería ser condenado a galeras.
III
Ayer, en la Tatiana, se lució J.A. González Sainz. ¡Qué gran tipo!
Com declararies a aquesta persona si fossis un jutge o jutgessa, culpable o innocent? Justifiqueu les vostres raons a partir de la lectura del text anterior.