El pasado lunes, a las 00:15 aterrizaba la expedición española procedente de la XXI Olimpiada Internacional. Es natural que por lo intempestivo del horario y las inclemencias meteorológicas el aeropuerto no estuviera lleno de aficionados, que prensa radio y televisión no cubriera la noticia y que tampoco nos estuviera esperando un autobús de dos pisos para llevarnos a casa. Esta vez, por otro lado, no volvíamos a casa con una medalla o una mención honorífica. O sí: aunque los trabajos que elaboraron Beatriz Carranza y Eva Gómez no fueran seleccionados por el jurado, lo cierto es que ambas alumnas se han dejado atrapar en todo momento por lo que suponía participar en la Olimpiada: conocer otro país, familiarizarse con las ideas de Kierkegaard (tangencialmente también con Andersen, por aquello de que la Olimpiada se celebró en Odense), y sobre todo estar dispuesto en todo momento a intercambiar ideas, tradiciones, costumbres, sueños y proyectos con jóvenes de cuarenta países, que eran los que convirtieron Odense por unos días en la capital mundial de la filosofía escrita por estudiantes de bachillerato o, en algunos casos, de primeros cursos de universidad. Se trata sin duda, por tanto, de una experiencia única, pues es prácticamente imposible encontrar a gentes procedentes de tan diversos países, compartiendo por unos días tiempo para pasear, pensar, comer y charlar de lo humano y lo divino, lo que incluye necesariamente también cuestiones filosóficas.
La IPO empezó para nosotros con algún contratiempo: una avería en el tren que nos llevaba de Copenague a Odense nos obligó a cambiar de tren y nos hizo perder algo más de una hora, por lo que las finalistas no pudieron asistir a un paseo de toma de contacto con la ciudad, ni los profesores a una reunión inicial para abordar cuestiones organizativas. Todos estuvimos sin problemas en la recepción y buffet de inauguración, que tuvo lugar en el ayuntamiento. Presentación de todas las delegaciones e ir conociendo a profesores y alumnos. Al día siguiente, a las 9:00, todos los finalistas se encerraron en las aulas de informática de la Katedralskole, núcleo de actividades de la IPO, a escribir su trabajo durante cuatro horas, ante un ordenador sin conexión a la red y con la sola ayuda de un diccionario. Un ensayo basado en una cita a escoger entre 4 autores: Kierkegaard (ignorancia socrática y subjetividad), Aristóteles (definición de la tragedia), Arendt (regla de la mayoría y respeto a las minorías) y Confucio (regla de oro). Las “plusmarquistas” españolas salieron con buenas impresiones, y pudieron dedicar la tarde a más actividades: conferencias y talleres, en lo que los profesores empezaban con la tarea de la corrección.
El sábado se planteó como un día para seguir reflexionando por la mañana: de nuevo una conferencia y talleres para alumnos y profesores, con Kierkegaard como principal protagonista. Por la tarde, visita conjunta a un parque con un pequeño paseo en barco, tiempo entonces para relajarse, entrar en contacto con la naturaleza y retomar fuerzas para la noche, en la que todos los asistentes pudimos disfrutar de una cena de despedida y una pequeña fiesta, que terminó a un horario muy europeo, y pudo continuar luego cada cual en función de sus fuerzas. No en vano, había que estar fresco para la clausura y la entrega de medallas del día siguiente. Todos, como no puede ser de otra manera, mentenían ilusiones y esperanzas de que las ideas que habían tratado de organizar y volcar en sus textos recibieran el reconocimiento de los correctores, profesores de secundaria y universitarios provenientes de todos los países participantes.
Así contado, puede parecer solo un conjunto de actividades. Pero allí estuvimos más de 160 personas, poniéndole vida a todas y cada una de las actividades, disfrutando con todo el trabajo que le pusieron los compañeros daneses, estudiantes y profesores, y sobre todo, por encima de todo, con la experiencia de encontrarse y hablar con otros. Saber del profesor búlgaro que representó a Plauto en Sagunto en latín, del representante del ministerio de educación rumano preocupado por la presencia de la filosofía en su sistema educativo o del profesor noruego que hace nada pasó por nuestro país para vivir en vivo y en directo las espectaculares exhibiciones futbosóficas de Messi o Ronaldo. O conocer, en los tiempos que corren, cómo está afectando la crisis económica a la situación personal y profesional de tantos y tantos profesores de medio mundo. Conspirar con el profesor argentino para buscar vías de comunicación entre su trabajo y el nuestro. Compartir entonces alegrías y penas, sueños e inquietudes.
Vivir. Y hacerlo de una manera filosófica. En esto consiste, en esencia, la IPO, por encima de competiciones o conferencias. Y esto es lo que hemos hecho, en la medida de lo posible, todos los integrantes de la delegación española, desde Eva y Beatriz hasta Ricardo, el “presi” de la federación, al que hay que agradecer que asuma esta tarea, en la que deberíamos estar implicados un buen número de profesores de secundaria. Porque este sí que es un detalle en el que seguir trabajando: en esta edición, que fue la número 21, se cumplía la segunda participación de España en un evento de características internacionales como este, auspiciado por la UNESCO. Algo hemos descuidado todos estos años para que haya habido países que se han ido moviendo en esta dirección y que a día de hoy cuentan con una gran experiencia a nivel participativo y organizativo que les sitúa en niveles diferentes al nuestro. Si la filosofía consiste en vivir pensando, hemos de volcarnos en actividades como la Olimpiada Internacional, que representan una oportunidad única para estudiantes y profesores. Será sin duda una de las experiencias que pervivirán al paso del tiempo, y por ello hemos de apostar por implicar a todos cuanto sea posible en este tipo de certámenes. Sería un error comenzar el curso en septiembre sin mirar de reojo a la XXII Olimpiada Internacional, a celebrar en Lituania. El pensador protagonista: Lévinas.