En el libro de la periodista Amanda Ripley The Smartest Kids In The World, una joven norteamericana que está pasando un año en Finlandia, pregunta a sus compañeras de clase: “¿Por qué trabajáis tanto?”. Las estudiantes le dirigen una mirada de extrañeza. "¡Porque esto es un instituto!”, le contesta una. La otra le pregunta a su vez: “¿De qué otra manera puedo ir a la universidad y conseguir un buen trabajo?”.
Hace pocos días me preguntaban en una entrevista en una radio para qué sirve estudiar. Le contesté a la periodista que preguntas como esa ponían de manifiesto la gravedad de nuestros males educativos con mucha más claridad que los pobres resultados de nuestros alumnos. Se quedó con la boca abierta y durante unos segundos, que son interminables en la radio, me miró como se debe mirar a un extraterrestre. Yo interpreté su perplejidad como una confirmación de mis palabras.