Hace unos meses un famoso artista catalán metió una reproducción de la virgen de Montserrat en su mochila y de fue a recorrer los pueblos de Cataluña con la virgen a cuestas. El artista es grande y motivos tendría para hacerlo.
Esta misma tarde me han traído de mi pueblo, Azagra (Navarra) una reproducción de palmo y medio de nuestra patrona, la Virgen del Olmo, que pesaba lo suyo. La he metido en mi mochila y he acudido con ella a cuestas a todos mis quehaceres. Este ha sido mi recorrido: Hotel Colón, gobierno militar, biblioteca de Cataluña, filmoteca, universidad, Palau de la Música y Plaza de Cataluña. Total: 5,5 km. He acabado con los hombros deshechos, como un costalero penitente. Mi acción no pasará a la historia de la estética, pero quiero creer que la Virgen del Olmo se habrá divertido recorriendo Barcelona.
Al llegar a casa, he colocado a la virgen con la dignidad merecida en mi estudio y entonces he recordado una tarde de mayo ya lejana. Mi madre estaba muy grave. De hecho moriría en mis brazos dos días después. Un hermano de mi madre y yo estábamos tomando la fresca en la calle. Un joven del pueblo, digamos que no el más espabilado de todos, se me acercó para preguntarme qué le pasaba a la Gloria, mi madre. Le contesté que estaba muy enferma. "¿Se va a morir?". "¡Sí!". "Se va a ir con Dios", le respondió mi tío. Entonces el joven, como impulsado por un resorte se levantó y nos preguntó: "¿Qué es Dios para nosotros?". No sabíamos qué contestarle, porque no acabábamos de entender su pregunta. "¡No es nada!", se contestó él mismo. "Nuestra -añadió- es la Virgen del Olmo. Así que se tiene que ir con ella". Y nosotros asentimos, emocionados, con un nudo en la garganta.