Me van llegando desde Moscú los fragmentos del diario de un amigo de Ramón Mercader. Mi amigo V. los ha conseguido, siguiendo mis instrucciones, y me los va enviando a medida que los traduce. Aparecen muchos nombres con los que ya no puedo entrevistarme, entre ellos los de algunas figuras muy, muy relevantes del PSUC.
Son muchas las historias que se cruzan con la de Ramón Mercader y me temo que nunca conoceremos todo. El resplandor macabro del piolet acaba oscureciendo demasiadas cosas. Pero mientras tanto, la musa de la historia sigue dándome muestras de su amor. Bien es cierto que yo no he dejado nunca de dirigirle las plegarias que más le gustan: la paciencia, la insistencia y -todo hay que decirlo- un poco de desvergüenza.