Entre montes, por áspero camino,
tropezando con una y otra peña,
iba un viejo cargado con su leña,
maldiciendo su mísero destino.
Al fin cayó, y viéndose de suerte
que apenas levantarse ya podía,
llamaba con colérica porfía
una, dos y tres veces a la muerte.
Armada de guadaña, en esqueleto
la Parca se le ofrece en aquel punto;
pero el viejo, temiendo ser difunto,
lleno más de temor que de respeto,
trémulo la decía. y balbuciente:
"¡Yo..., señora.., os llamé desesperado;
pero..." "Acaba; ¿qué quieres, desdichado?"
"Que me carguéis la leña solamente."
Félix María de Samaniego