Haciendo un paréntesis entre Pi i Margall y el general Serrano, he dedicado unos días a
Los tres diálogos y el relato del Anticristo de Vladimir Soloviev. Por una parte me he sentido culpable por haber postergado tanto la lectura de este sorprendente texto, pero, por otra, me he dicho a mí mismo que aún me quedan muchas sorpresas que descubrir en mis lecturas, porque a leer, amigos, no se acaba nunca. Muchas y muy fértiles son las ideas que podría comentar de este sorprendente texto, especialmente de esa joya que es el relato del Anticristo, pero me voy a limitar a resaltar tres frases que sirvan de entremés a los curiosos:
"Si pecar es malo, peor es recordar siempre los propios pecados, porque eso significa que uno está lleno de rencor."
"Existe un solo pecado mortal, el desconsuelo".
"No hables con los beatros, que se insinúan en el alma de los otros porque la suya está vacía."
El peor tipo de beato es, sin duda, el filosófico. A esos catedráticos de filosofía que sólo saben decir vaguedades biensonantes porque no tienen nada que pensar que les haga daño o les ponga en un aprieto, habría que ir anunciándolos por las calles con una campanilla, para apartarnos de su paso. Son contaminantes. Siempre están predispuestos a renunciar a un argumento si eso les permite alardear de su indignación moral. Siempre están a favor de todo lo bueno y en contra de todo lo malo, siendo lo bueno y lo malo, obviamente, lo que se lleva. Siempre hablan poniendo cara de obispo. No temen asesinar vilmente el rigor intelectual, pero, eso sí, les gusta pedir disculpas por si, al haber acercado la filosofía al pueblo, la han trivializado un poco. Y entonces muestran al mundo una lágrima de cocodrilo y la confunden con un sistema de pensamiento.