Desengáñense. Ese “amor” que nos venden como indoloro y falsamente respetuoso es solo mercancía, entretenimiento o turismo íntimo, pulido y depilado, placer anodino sin la menor tensión ni interés, El amor de verdad duele. No hay dolor más profundo (ni fértil) que ese que nos procura. Y hay que enseñar a los chicos a aceptarlo – y a distinguirlo del mero maltrato –. Negar ese dolor es lo que acaba por generar frustración y violencia en aquellos que, como niños consentidos, no aceptan que sufrir (desear en vano, esperar sin esperanza, perder lo que creíamos ganado...) es parte del amor y de la vida... Sobre esto trata nuestra última colaboración en El Periódico. Para leer el artículo completo
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