Los químicos nos sentimos orgullosos de la tabla periódica de los elementos. No todas las ciencias pueden presumir de tener un icono de esta categoría, con su carácter sintético y global. Hasta los peores alumnos son capaces de reconocerla.
Comparada con otros hallazgos científicos es relativamente moderna, de la segunda mitad del siglo XIX. Corresponde además a algo que debía ser exigido a la Química: ordenar y clasificar la materia existente. Los elementos dentro de la tabla periódica están ordenados de izquierda a derecha, pero la tabla se lee de arriba abajo.
Todos los estudios coinciden, y con razón, en señalar 1789 como fecha de inicio de la Química moderna, ese año el químico francés
Lavoisier publicó su
Tratado elemental de química. La vida de
Lavoisier y su señora dan para otro artículo e incluso para una película de Hollywood, pero no es el asunto a tratar hoy. El
Tratado elemental de química marca el comienzo de la Química moderna, pero ¿qué clase de ciencia moderna sería la química si no fuera capaz de ofrecer un sistema satisfactorio de clasificación de los distintos elementos que existen?
Como es sabido, el sistema periódico lo plantea
Mendeleiev en 1869 tras otras intentonas realizadas siempre por señores con barbas magníficas. El gran hallazgo y éxito de
Mendeleiev fue dejar huecos en los que debían ir elementos aún no descubiertos y cuyas propiedades predijo con bastante acierto. Conforme iban apareciendo esto elementos se completaba la tabla periódica y se afianzaba su valor.
Many quotes to write when you have nothing to say (muchas citas al escribir si no tienes nada que decir), dice un famoso refrán inglés que me acabo de inventar, pero aun así no puedo evitar, como homenaje a la tabla periódica, citar aquí las palabras de
David Jou sobre ella:
Miradlos: aquí, los ladrillos del mundo, alineados en pisos, estantes, repitiendo regularmente propiedades, delatando una estructura más profunda, ya no materia eterna e inmutable, sino historia en las estrellas, rastros de tanteos, edificios de niveles y subniveles, nubes de incertidumbre, flores combinatorias. Venimos de más allá de estas piezas, no sabemos hacia dónde vamos, pero ¡qué gozo haber podido comprender tras ellas la belleza de una lógica del mundo!.
Siempre que se clasifican y ordenan elementos, sean estos químicos o no, cobra gran importancia la nominación. Hay que decidir cómo nombrar a los elementos. Sólo cuando hay una palabra para un objeto, un objeto es un objeto, por decirlo como
Heidegger. Con los elementos conocidos de casi toda la vida no había demasiados problemas porque solían venir ya con un nombre asociado, pero con los nuevos había que tomar decisiones sobre cómo nombrarlos. La única norma es de mitad de siglo XX: la IUPAC (la IUPAC es la Unión de Química Pura y Aplicada y es como la FIFA de los químicos) dijo que los metales debían acabar en –io, pero la mayoría de los elementos fueron descubiertos antes de esta fecha y no están afectados por este sufijo. Propongo una clasificación de los nombres de los elementos en cuatro grupos. Estos cuatro grupos son simplemente curiosos y no se nos ocurre ninguna utilidad pedagógica para ellos. Naturalmente muchos elementos quedan fuera de estos cuatro grupos y otros podrían considerarse como pertenecientes a más de uno.
A) Nombres de elementos que hacen referencia a colores
Puede ser el color del elemento propiamente o de alguno de los compuestos que forma con mayor frecuencia.
Cloro (Cl), verde en griego; Cesio (Cs), azul verdoso en latín; Indio (In), del color índigo, y no de la India, como pensé durante varios años y transmití erróneamente a varias generaciones de estudiantes a los que pido ahora perdón; Iridio (Ir), porque da lugar a muchos colores, como un arcoíris; Rodio (Rh), cuyo nombre procede del griego y significa rosa, que es precisamente el color de alguna de sus sales; Rubidio (Rb), procede del latín: el concepto de los colores era distinto para los romanos y así
ruber era rojizo y ha dado tanto el rubidio como el actual rubio, también
ruborizarse tiene la misma raíz; Cromo, Cr (cuya línea de emisión es azul,
chroma en griego).
Nos hemos centrado en las etimologías clásicas, pero hay otros elementos relacionados con colores con nombres de origen árabe o alemán.
B) Nombres de elementos relacionados con cuerpos celestes
El primero que viene a la cabeza es el Helio (He), nombre con el que los antiguos griegos se referían al Sol, nombre muy adecuado porque este elemento fue descubierto en la atmósfera solar antes que en la Tierra.
Naturalmente, Uranio (U), Neptunio (Np) y Plutonio (Pu) son tres elementos consecutivos en la tabla periódica de forma análoga a cómo Urano, Neptuno y Plutón van también seguidos en el Sistema Solar.
Un par de asteroides (Ceres y Pallas) son evocados respectivamente por los elementos Cerio y Paladio.
Por su parte, más cercanamente, el Selenio (Se) se relaciona con la Luna, como saben todos los lectores de ciencia ficción familiarizados con el término selenita y el Teluro (Te) con la Tierra a través de latín.
C) Nombres de elementos que aluden a lugares
Aquí la variedad es enorme y va desde indicar el lugar en el que se descubrió el elemento (como el caso del Dubnio, Db, descubierto en el Instituto de Investigación de Dubna, Rusia) hasta homenajear a la patria de uno, como ocurre con el famoso Polonio (Po) de
Marie Curie.
Una
Marie Curie, por cierto, cuyo país era Francia. El único citado dos veces en la tabla periódica: con el evidente Francio (Fr) y con el Galio (Ga), aunque este último hay quien dice que no es un homenaje a la antigua Francia sino un autohomenaje de su descubridor, de apellido LeCoq,
gallus en latín.
Americio (Am), Berkelio (Bk), y Californio (Cf), se corresponden naturalmente a América, Berkeley (su universidad) y California.
Mención aparte merece la aldea sueca Ytterby, que ha dado nombre a cuatro elementos: Iterbio (Yb), Terbio (Tb), Itrio (Y) y Erbio (Er).
El Germanio (Ge) se llama así por el nombre latino de Alemania y tiene una especial importancia en la historia de la tabla periódica, porque fue uno de los elementos que ocuparon los huecos que Mendeleiev dejó en la tabla, prediciendo sus propiedades antes de que el elemento fuese conocido.
Europio (Eu) y Escandio (Sc) hacen referencia naturalmente a Europa y Escandinavia. Menos evidente, al menos para mí, son las siguientes referencias:
—Cobre (Cu), de Chipre.
—Magnesio (Mg), Tesalia, en Grecia. Imagino que relacionado con Magnesia, región del Asia Menor de la que procede el término
magnetismo según todos los manuales de Física que he estudiado.
—Lutecio (Lu), del Lutetia. Es un caso especial que bien pudiera clasificarse en el apartado B de este estudio, pues también está relacionado con el asteroide Lutetia. Sucede que un astrónomo alemán descubrió un asteroide al que llamó Lutetia porque lo vio desde su habitación de París, y Lutetia era el antiguo nombre romano de París. Es un adjetivo derivado de
lutus (lodo). Posteriormente, cuando un científico francés descubrió el elemento número 71 le da el nombre de Lutecio por ¿la ciudad o el asteroide? Simultáneamente otro científico austríaco le da el nombre de Casiopeo y en algunos manuales alemanes aún se le conoce con ese nombre
—Rutenio (Ru), Renio (Re), Hafnio (Hf) y Holmio (Ho) son los respectivos nombres en latín de Rusia, el río Rin, Copenhague y Estocolmo.
D) Nombres de elementos relacionados con alguna celebridad científica
Da cierta vergüenza observar cómo hasta el año 1955 no se homenajeó debidamente a
Dimitri Mendeleiev asignándole su nombre a un elemento. El pobre debió esperar hasta casi un siglo después de su hallazgo para verse reconocido con un elemento, el Mendelevio (Md). La mayoría de los elementos de la tabla periódica fueron descubiertos con anterioridad a ese 1955 en el que se hace justicia aunque sea de manera tardía.
Los
Curie con el Curio (Cm), Enrico Fermi con el Fermio (Fm) y
Albert Einstein con el Einstenio (Es) obtuvieron su elemento años antes que Mendeleiev.
Y después otros como Sir Alfred Nobel (el Nobelio, No),
Bohr (Bohrio, Bh, también merecido),
Ernest Rutherford (Rutherfordio, Rf),
Copérnico (Copernicio, Cn),
Roetgen (Roetgenio, Rg) o
Lisa Meitner (Meitnerio, Mt) tuvieron ese honor químico de dar nombre a un elemento.
Llegados a este punto en una clase, siempre aparece algún alumno simpaticón e ingenioso o, por decirlo con palabras de poeta santanderino, aquel que nos “pondrá el alias definitivo” que pregunta:
—¿Y no hay ningún elemento que se llame Antonio (An) o Hispanio (Hi)?
Y hace bien en preguntarse por el peso de España aunque sea a través de la broma. Jamie Gallagher (
@JamieBGall) hizo esta impresionante tabla periódica en la que sobre cada elemento aparece la bandera del país a la que se adjudica su descubrimiento, normalmente la nacionalidad de su descubridor.
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Y en ella aparecen dos elementos asignados a España: el Platino (Pt) y el Wolframio (W) o tungsteno. Ambos fueron descubiertos en el siglo XVIII y el más español de todos es el wolframio, porque fue descubierto por unos españoles (los hermanos Delúyar) en territorio español.
El platino fue aislado en una mina de Colombia por Antonio de Ulloa y de la Torre Giral (una sola persona).
Y desde el siglo XVIII nada de nada. Como se ve, el Reino Unido encabeza esta clasificación, y Suecia golea en la relación elementos descubiertos por habitante. Sinceramente encuentro dos elementos para España bastante proporcionado y acorde con nuestro peso específico científico. Ahora bien, algunas personas consideran que hay un tercer elemento que debe ser asignado a España, el Vanadio (V) que en la tabla aparece como un elemento sueco, pero fue aislado por primera vez por Andrés Manuel del Río y Fernández, español afincado en México que fue discípulo de Lavoisier. La evolución del nombre del vanadio resume en cierta forma varios de los tipos de nombres que hemos visto. En primer lugar Del Río pensó en llamarle pancromo, no porque tuviera todos los colores como yo pensaba, sino por su alta reactividad con el cromo. Posteriormente se percató de que la moda era nombrar a los elementos con una región y entonces los llamó Zimapanio, porque lo encontró en el Real de Minas de Zimapán. En algún momento también se llamó Eritonio, porque era rojo.
Pero finalmente la comunidad científica consideró que ese elemento en realidad no era nuevo y treinta años después un sueco lo aisló y fue bautizado como Vanadio, en honor a la diosa escandinava de la belleza, pero como bien dijo Del Río, ese elemento debería corresponder más bien con alguna diosa mexicana. Posteriormente se reconoció el error y se concede el descubrimiento a Don Andrés Manuel del Río y Fernández, persona muy querida en México.
Así que IUPAC, escúchame, ni para ti ni para mí, dos elementos y medio para España.
José María Rodríguez Matarredona,
Etimología y geografía de la tabla periódica, fronteraD, 07/11/2013
José María Rodríguez Matarredona es asesor del Centro Regional de Formación del Profesorado de Castilla-La Mancha. En FronteraD ha publicado
Premios Nobel y familia (crítica y defensa de Google) y
Vértigo (el gran grupo cuásar). Mantiene los bogs
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