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by Andrea Blanco |
... nuestro cerebro está equipado con algunos mecanismos para reconocer patrones y continuidades en medio de todo ese desbarajuste sensorial. Las redes neuronales son el medio perfecto para crear sistemas que se activen siempre igual ante estímulos aparentemente distintos. De ahí, que podamos reconocer a las personas próximas a nosotros a pesar de sus cambios físicos y psicológicos. De ahí también que podamos aplicar estrategias similares en diferentes contextos, aplicar lo aprendido a situaciones diferentes e incluso reconocer un plagio en una pieza musical. Sin embargo, esta capacidad tiene también un efecto secundario muy llamativo que recibe el nombre de pareidolia.
La pareidolia es un
fenómeno psicológico consistente en el reconocimiento de patrones significativos (como caras) en estímulos ambiguos y aleatorios.
Evolutivamente hemos desarrollado redes neuronales encargadas de procesar estímulos relevantes, de manera que algunos patrones se nos hacen mucho más evidentes que otros.
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by Fatima Berraqui |
De hecho, en algún momento de nuestra evolución el sistema visual con el que vamos equipados se volvió increíblemente sensible ante aquellos estímulos que recuerdan a caras humanas, una parte del cuerpo que resulta de gran importancia para la comunicación no verbal. Más adelante, en un punto de nuestra historia nos volvimos capaces de confeccionar infinidad de objetos siguiendo patrones simples, reconocibles y regulares. Y en ese momento comenzó la fiesta.
Nuestros cerebros están dotados de unos circuitos específicos que se activan para procesar la información visual relativa a las caras de manera distinta al resto de datos, y la parte del encéfalo que contiene estos circuitos es también la responsable del fenómeno de la pareidolia.
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by Souhaila Mehand |
Esta estructura se llama giro fusiforme, y en cuestión de centésimas de segundo nos hace ver caras allí donde las hay, pero también allí donde no las hay. Además, cuando ocurre esta segunda posibilidad no podemos evitar tener la fuerte sensación de estar contemplando a alguien, aunque ese alguien sea en realidad un grifo, un peñasco o una fachada. Ese es el poder subconsciente del giro fusiforme: lo queramos o no, se activará cada vez que veamos algo que recuerda vagamente a un rostro. Es la contrapartida por haber diseñado un cerebro que está preparado para enfrentarse a gran cantidad de estímulos cambiantes e imprevisibles.
Adrián Triglia,
Pareidolia, ver caras y figuras donde no las hay, Psicología y Mente
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