Si la liberal es la moralina –repulsiva y cínica– de una mal concebida ‘libertad’, la de la izquierda es la moralina –ingenua y estéril– de una dignidad mal entendida. O entendida por aquel que vive más que dignamente y se permite el lujo de pontificar en torno al tema sin mayores consecuencias. «Si salvamos a las mujeres de la subrogación o la prostitución – aclara este paladín – ya encontrarán otra forma más digna (según él) de volver a... ser explotadas». ¿Pues cómo va a escoger libremente una mujer alquilar su vientre o prostituirse –supone el indignado moralista de izquierdas– si puede trabajar de sol a sol en el campo o en una fábrica de mala muerte? Imposible. Y si lo hace es que no sabe lo que hace, la pobre, o que está manipulada. (No sé si van entendiendo la creciente desafección por esta izquierda moralmente avanzada que, en vez de librar a los oprimidos de la pobreza, les promete salvarlos de la indignidad de vender ciertas funciones y partes de su cuerpo –¡como si no se explotaran, igual, todas las demás! –).¿Quiere todo esto decir, en fin, que no se deba hacer nada contra el indigno comercio de vientres gestantes o de cuerpos en general? Por supuesto que no. Quiere decir que estos asuntos no se dejan tratar con moralinas, que estas lo dejan todo igual, y que solo sirven para tranquilizar conciencias. Incluso las de los más concienciados. Las cosas son pertinazmente más complejas, y requieren de una más ardua reflexión moral.
Víctor Bermúdez,
Subrogación, prostitución y moralina, elperiodicoextremadura.com 03/10/2018
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