El genio de la democracia consiste en que no hay ni ganadores ni perdedores permanentes: los derrotados hoy toleran
que otros impongan sus políticas preferidas porque confían en que en algún momento ellos podrán imponer las suyas. Y, a su vez, los ganadores se abstienen de subvertir las reglas básicas de la democracia (en esencia, que las elecciones sean libres y competidas) porque confían en que cuando pierdan las elecciones podrán ejercer de oposición y volver a conquistar el poder. Así entendida, la democracia es un virtuoso equilibrio.
José Fernández Albertos,
¿Fin de la democracia como equilibrio?, El País 1/11/2018
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