Hay una cuestión estructural, sobre la composición económica de los territorios. El empleo hoy en día está muy polarizado. Tenemos la deslocalización, en Europa y Estados Unidos. Hay una fractura económica, porque la mayor parte del empleo y de la riqueza se crea en las grandes metrópolis. La paradoja es que las grandes metrópolis se definen como un territorio abierto. Pero no es así. Es un regreso a la Edad Media, con ciudadelas cada vez más cerradas, con una nueva burguesía, una burguesía cool. Se resguardan tras el muro del dinero. Esto es algo que encontramos en Estados Unidos, con Nueva York y Los Ángeles, frente a la América periférica. Lo que hay que entender bien es que estamos en un proceso de recomposición social. Tienes las categorías populares, obreros, campesinos, que no comparten una conciencia de clase en el sentido marxista sino una percepción común sobre la globalización. Por eso en Francia tenemos el movimiento de los chalecos amarillos, que incluía grupos de obreros muy distintos. Hay una recomposición social unida a la recomposición económica; entraña una gran recomposición política que observamos en el conjunto de países occidentales. Son dinámicas estructurales y continuarán. Es un modelo globalizado y que afecta a todo Occidente, con particularidades contextuales pero sin alterar la esencia. Es la misma dinámica de desindustrialización y de separación. Podemos pensar en Italia, en Francia, en España, en Grecia.
Trump y Macron son un producto de la globalización. Los dos han entendido que la clase media occidental ha terminado. Han comprendido que tenemos una recomposición política importante. Macron no cree ya en la fractura entre la derecha y la izquierda. Son puntos comunes. Son productos del XXI, inteligencias muy coherentes con la situación económica. Evidentemente, no tienen el mismo electorado. Trump tiene el electorado de la América periférica, mientras que Macron tiene el de las grandes metrópolis. La fractura fundamental es entre los
somewhere y
nowhere, los que son de un sitio y los que no son de ninguna parte. Sé que en España la fractura izquierda-derecha sigue siendo muy presente. Pero la recomposición política también funciona allí.
La clase media integrada económica, social y culturalmente desaparece desde los años ochenta y los noventa. La clase popular tenía partidos y un discurso cultural muy poderosos, no eran los de otras clases que venían de la metrópolis. Una fractura económica ha provocado una fractura cultural muy importante. Se ve muy bien en los chalecos amarillos. Al principio no era un movimiento apoyado por la
intelligentsia, ni por el mundo de la cultura, del cine, del teatro. Esto es muy particular. Históricamente, en Francia, todos los movimientos sociales han sido apoyados por la
intelligentsia, los profesores universitarios. Este no. Esto muestra la separación de la sociedad, con un proceso de concentración de intelectuales, de periodistas en los mismos lugares o ciudades, que olvidan que existe un pueblo o una gente en Francia o en España o en Reino Unido.
Los indignados provocan el comienzo de Podemos. Pero Podemos no ha logrado conectar con el lado popular. El fracaso de Podemos es la imposibilidad de conectar una clase intelectual y concentrada en las grandes ciudades con las clases populares españolas. Es algo parecido a la izquierda francesa. El problema de la izquierda es que está encerrada en su sociología y en las grandes ciudades. Es el caso de Podemos, no ha logrado conectar con la realidad profunda de las clases populares, una realidad cultural y geográfica. Hay una parte de la izquierda que está integrada en la globalización y las clases populares están en un proceso inverso sobre el territorio. Ese es el gran problema, la gran contradicción.
Hay que defender en primer lugar a las clases populares. No hay que tratar a las minorías como un grupo aparte. Los demócratas en Estados Unidos o la izquierda en Francia buscan construir una mayoría a través de una agregación de minorías. Y eso -la teoría de la sociedad líquida, en cierto modo- no funciona. Las minorías son contradictorias entre ellas. La aglomeración de minorías es una táctica que ha fallado.
Daniel Gascón, entrevista a
Christophe Guilluy:
"El problema de la izquierda es que está encerrada en su sociología y en las grandes ciudades", Letras Libres 08/07/2019
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