David Hume |
Limitada a unos 400 versos, esta ultrajante blasfemia (a juicio de tantos contemporáneos) vendió innumerables copias, hasta que Mandeville reconoció en 1714 su autoría e hizo importantes añadidos, cambiando también el título. Desde entonces iba a ser: La fábula de las abejas o vicios privados, beneficios públicos. Conteniendo varios discursos para demostrar que las debilidades humanas pueden tornarse en ventaja para la sociedad civil, y ocupar el lugar de las virtudes morales.” Mandeville se burlaba de Shaftesbury, el mentor de Locke, con sus invocaciones a una rectitud innata del ser humano; pero mucho más aún del simplismo tradicional y sus condenas. Véase despreciar la economía, con “una vanidad que mendiga adulación.,” o aborrecer en particular el lujo, cuando “su falta sólo estimula desempleo y menos ventas”.“Mientras los miembros de una colmena humana se compensaban unos a otros con gustos, vicios y virtudes distintos y opuestos, la templanza y sobriedad de unos posibilitaba la satisfacción de los apetitos desenfrenados y la glotonería de otros; el amor a la calidad daba trabajo a millares de pobres, y la colmena prosperaba. Cuando un día los miembros quisieron convertirse en virtuosos, y desterrar los vicios, resultaron inútiles los artesanos que trabajaban para satisfacer las vanidades de otros, los abogados mantenidos por litigios, los empleados de tribunales y prisiones. Y la colmena se tornó mísera. El vicio es, pues, necesario tanto como la virtud para la prosperidad de una nación.”
“Dividamos las posesiones de un modo igualitario, y veremos inmediatamente cómo los distintos grados de arte, esmero y aplicación de cada hombre rompen la igualdad. Y si se pone coto a esas virtudes, reduciremos a la sociedad a la más extrema indigencia; en vez impedir la carestía y la mendicidad de unos pocos, estás afectarán inevitablemente a toda la sociedad. También se precisa la inquisición más rigurosa para vigilar toda desigualdad, en cuanto ésta aparezca por primera vez, así como la más severa jurisdicción para castigarla y enmendarla. Pero tanta autoridad tendría que degenerar pronto en una tiranía, que sería ejercida con graves favoritismos.”
Maella |
by Ald Held |
No se trata de que haya sólo estos dos atributos, sino de que nuestro entendimiento únicamente ha llegado a percibir esos dos. Los atributos son infinitos, como corresponde a la ilimitación de aquello que determinan, pero sólo infinitos en género.«Por atributo entiendo aquello que el entendimiento percibe como constituyendo la esencia de la substancia».
Los modos son los accidentes, a los que Spinoza llama «afecciones» o afectos de la substancia. Fuera de lo absolutamente infinito, y de los reflejos de esa infinitud en el entendimiento que son los atributos, todo lo demás del universo son modos, cosas que llegan a ser en cuanto participan de la substancia o descansan sobre ella. Ser en otro significa así ser en Dios, y estos seres sólo se distinguen de Dios mismo en el hecho de constituir —además— algo determinado y por tanto finito. Dentro de los modos aparecen nuevos modos, y otros dentro de éstos, porque el concepto de la substancia como actividad es que de ella fluyan «indefinidas cosas, en indefinidos modos».«aquello que es en otra cosa, por medio de la cual es también concebido».
En la nomenclatura que tú usaste, un mundo que se asemeje a esta novela es imposible, naturalmente. Quizás sea más adecuado decir que un mundo borgiano es una variedad que consiste de todos los mundos posibles. El caso es que la teoría de Everett-Wheeler, que forma parte de la mecánica cuántica, conjetura que el mundo actual es un mundo borgiano del que forma parte el fragmento al que tenemos acceso por el azar de la confluencia de nuestras trayectorias. Es una exquisita ironía que la mecánica cuántica (esa nueva física que ha reemplazado a la de Newton) esté parcialmente escrita en el lenguaje del cálculo.En todas las ficciones, cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas, opta por una y elimina las otras; en la del casi inextricable Ts'ui Pén, opta –simultáneamente– por todas. Crea, así, diversos porvenires, diversos tiempos, que también proliferan y se bifurcan. De ahí las contradicciones de la novela. Fang, digamos, tiene un secreto; un desconocido llama a su puerta; Fang resuelve matarlo. Naturalmente, hay varios desenlaces posibles: Fang puede matar al intruso, el intruso puede matar a Fang, ambos pueden salvarse, ambos pueden morir, etcétera. En la obra de Ts'ui Pén, todos los desenlaces ocurren; cada uno es el punto de partida de otras bifurcaciones.
"En lugar de todos los sentidos físicos y espirituales ha aparecido así la simple enajenación de todos estos sentidos, el sentido del tener. El ser humano tenía que ser reducido a esta absoluta pobreza para que pudiera alumbrar la riqueza interior [de ese tener]".
Víctor Gómez Pin, Estulticia y deshumanización de los sentidos, El Boomeran(g), 07/05/2013Karl Marx, Manuscritos del 44 (Tercer Masnuscrito. Propiedad privada y comunismo)
Apurar el cáliz del pesimismo hasta los posos sugiere un incondicionado sí, que ya no mendiga trascender lo terrenal y el tiempo. El dolor —como había dicho Hegel— es «una prerrogativa del viviente» (que le permite esquivar males en otro caso ignorados), no su condena. En lugar de rencor, miedo y esperanza, las sugestiones del “ideal ascético”, quien mastica y traga a esa serpiente aterradora tiene por delante otra cosa:«Yo dormía, dormía; de un sueño profundo he despertado: el mundo es profundo, más profundo de lo que pensaba el día. Profundo es su dolor, pero el placer es más profundo que el sufrimiento del corazón. El dolor dice ¡pasa! Pero todo placer quiere eternidad, quiere profunda, profunda eternidad».
«El orgullo, la alegría, la salud, el amor sexual, las actitudes bellas, las buenas maneras, la voluntad inquebrantable, la disciplina de la intelectualidad superior, la gratitud a la tierra y a la vida —todo lo que es rico y quiere dar y quiere gratificar la vida, engalanarla, eternizarla y divinizarla».
«La cruz es el signo de la más subterránea conjura contra la salud, contra la belleza, contra el bienestar, contra la valentía, contra el espíritu, contra la bondad del alma, contra la vida misma. Llamo al cristianismo la única gran maldición, la única gran corrupción interior, la única inmortal vergüenza de la humanidad. ¡Trasmutación de todos los valores!»
El superhombre toma la vida como «experimento». Mientras ese experimento se despliega, su único norte es vivir cada hora con más fuerza y amor a la vida. Como sabe que el hombre es algo a superar, le son indiferentes los prejuicios y reglas de un ideal ya herido de muerte. Cuida especialmente de no caer en la transfiguración del culto cristiano que representan todos los socialismos (el comtiano, el marxista y el utópico). Niega por eso toda jerarquía basada en “artimañas de los domesticados», y sólo cree en la igualdad de quienes son capaces de decir «sí», rechazando la moral del «rebaño» con sus adeptos mezquinos, serviles y perezosos. Por lo mismo, dice sí a «la diferencia indiscutible entre los hombres». Es el «asesino de Dios», pero justamente porque reclama lo divino, sin avenirse a la destrucción de lo sagrado en sí mismo, que es la vida en cuanto tal. Sería, pues, muy ingenuo imaginar que Nietzsche no fue en buena medida un teólogo, y un teólogo de los más grandes. Así lo constatamos, por ejemplo, en una observación esquemática que figura en El ocaso de los ídolos:«El superhombre es el sentido de la tierra [...] El hombre es una cuerda tendida entre la bestia y el superhombre, una cuerda sobre el abismo. Lo que hay de grande en el hombre es ser un puente y no un término. Lo que se puede amar en el hombre es que sea un tránsito y un ocaso».
2.4. Así hablaba Zaratustra, con su estilo bíblico, describe tres «metamorfosis» en el paso del hombre al superhombre.«La importancia de la filosofía alemana, Hegel: pensar un panteísmo en el que el mal, el error y el dolor no sean sentidos como argumentos contra la divinidad».
Amando Fernández-Savater |
“En Kentish Town, un área principalmente obrera, la media de la expectativa de vida es 70. A dos millas de distancia se encuentra Hampstead. La media de la expectativa de vida allí es 80. Sin embargo, puedes ir andando de un sitio a otro en media hora. Esto es una desigualdad fenomenal. El tratamiento que hacen los media de los temas de salud es muy de derechas e individualista. Se trata del enfermo que merece serlo – eres lo que comes. Es el eco de viejas y perniciosas ideas acerca del pobre que se merece serlo.”
“¿Quién lleva a nuestras pantallas el problema de la desigualdad social como factor de las desigualdades en salud?”
“¿Saben una cosa? Esta noche me ha ocurrido algo de lo más asombroso. Venía hacia aquí, de camino a la conferencia, y crucé por en medio del aparcamiento. Y no se van a creer lo que sucedió: vi un coche con la matrícula ARW 357. ¿Se imaginan? De todos los millones de matrículas que hay en todo el Estado, ¿qué probabilidades había de que yo viera ésa en particular esta noche? Increíble…”
Ron Mueck 10 |
Marc Augé |
Volver a los diecisiete después de vivir un siglo
Es como descifrar signos sin ser sabio competente,
Volver a ser de repente tan frágil como un segundo
Volver a sentir profundo como un niño frente a Dios
Eso es lo que siento yo en este instante fecundo.
Se va enredando, enredando
Como en el muro la hiedra
Y va brotando, brotando
Como el musguito en la piedra
Como el musguito en la piedra, ay si, si, si.
Mi paso retrocedido cuando el de ustedes avanza
El arco de las alianzas ha penetrado en mi nido
Con todo su colorido se ha paseado por mis venas
Y hasta la dura cadena con que nos ata el destino
Es como un diamante fino que alumbra mi alma serena.
Se va enredando, enredando
Como en el muro la hiedra
Y va brotando, brotando
Como el musguito en la piedra
Como el musguito en la piedra, ay si, si, si.
Lo que puede el sentimiento no lo ha podido el saber
Ni el más claro proceder, ni el más ancho pensamiento
Todo lo cambia al momento cual mago condescendiente
Nos aleja dulcemente de rencores y violencias
Solo el amor con su ciencia nos vuelve tan inocentes.
Se va enredando, enredando
Como en el muro la hiedra
Y va brotando, brotando
Como el musguito en la piedra
Como el musguito en la piedra, ay si, si, si.
El amor es torbellino de pureza original
Hasta el feroz animal susurra su dulce trino
Detiene a los peregrinos, libera a los prisioneros,
El amor con sus esmeros al viejo lo vuelve niño
Y al malo sólo el cariño lo vuelve puro y sincero.
Se va enredando, enredando
Como en el muro la hiedra
Y va brotando, brotando
Como el musguito en la piedra
Como el musguito en la piedra, ay si, si, si.
De par en par la ventana se abrió como por encanto
Entró el amor con su manto como una tibia mañana
Al son de su bella diana hizo brotar el jazmín
Volando cual serafín al cielo le puso aretes
Mis años en diecisiete los convirtió el querubín.
Violeta Parra
Michael Sandel |
"¡Que diablo! ¡Claro que manos y pies, / Y cabeza y trasero son tuyos!/ Pero todo esto que yo tranquilamente gozo/¿es por eso menos mío?/ Si puedo ganar seis potros, /¿no son sus fuerzas mías? Los conduzco y soy todo un señor/ Como si tuviese veinticuatro patas"
Esta reflexión sobre la esencia del dinero sigue a la reflexión sobre la propiedad privada como emblema del extrañamiento del hombre respecto de su humanidad, traducida emblemáticamente para Marx es la relación entre hombre y mujer. Cuando el hombre existe sólo para su propia subsistencia de la que ve garantía en la exclusiva propiedad de ciertos bienes, es decir cuando ha enajenado su propia esencia como ser social, la relación entre los sexos es una mera proyección de la relación de privaticidad."El dinero, en cuanto posee la propiedad de comprarlo todo, en cuanto posee la propiedad de apropiarse todos los objetos es, pues, el objeto por excelencia. La universalidad de su cualidad es la omnipotencia de su esencia; vale, pues, como ser omnipotente..., el dinero es el alcahuete entre la necesidad y el objeto, entre la vida y los medios de vida del hombre. Pero lo que me sirve de mediador para mi vida, me sirve de mediador también para la existencia de los otros hombres para mí. Eso es para mí el otro hombre" (1).
"... Dios visible
que sueldas juntas las cosas de la Naturaleza absolutamente contrarias y las obligas a que se abracen; tú, que sabes hablar todas las lenguas||XLII| Para todos los designios. ¡Oh, tú, piedra de toque de los corazones,piensa que el hombre, tu esclavo, se rebela, y por la virtud que en ti reside, haz que nazcan entre ellos querellas que los destruyan,a fin de que las bestias puedan tener el imperio del mundo...!»
"Para luchar con los fantasmas que parecen asaltarla, una americana de veinticinco años, June Houston, ha instalado en su casa catorce cámaras que vigilan permanentemente los lugares estratégicos: bajo la cama, en el sótano, delante de la puerta, etc. Cada una de estas live cams transmite, supuestamente, visiones a una página Web, de modo que los visitantes que consultan esta página se convierte así en 'vigías de espectros', ghost watchers. Una ventana de diálogo permite enviar, por Internet, un mensaje de alerta a la joven en el caso de que se manifieste cualquier 'ectoplasma'. 'Es como si los internautas se convirtiesen en vecinos, en testigos de lo que me ocurre', declara June Houston" [11].
Spinoza |
La situación empuja al filósofo por una dirección que no conoce del todo, dada la reducción de oportunidades comerciales y su exclusión de la comunidad judía. No obstante, se encuentra Spinoza en una disyuntiva, y quiere reflejarlo en el TRE: ¿qué tipo de felicidad es la realmente verdadera? ¿Aquella que se abriga a la sombra de la riqueza, los placeres y el honor o aquella que se resguarda en los linderos del sumo bien? La pregunta puede resultar un tanto retórica, ya que para muchos no sería embarazoso acordar que en las riquezas y honores de este mundo está la mayor cantidad de dicha y bienestar, que cualquier otra opinión dejaría traslucir, amparada en la escasez de oportunidades, un síntoma de malestar, incompetencia e inconformidad. Y este escenario no era ajeno al pensamiento de Spinoza cuando dice: “En efecto, yo veía las ventajas que se derivan del honor y de la riqueza y que me veía forzado a dejar de buscarlos, si quería dedicarme seriamente a un nuevo negocio” (Spinoza, 1988a: 76). La decisión de iniciar una nueva vida debería estar acompañada de un argumento realmente satisfactorio, ya que de ser equivocada podría desperdiciar la única manera posible de alcanzar la felicidad, por el simple hecho de querer nadar a contracorriente. No obstante, si manifestaba algún temor a la hora de tomar un nuevo rumbo, podría perder la oportunidad de alcanzar la verdadera felicidad. No era nada fácil la tarea que Spinoza tenía por delante, ya que se trataba de decidir sin concesiones sobre un proyecto de vida.Cuando se vio forzado a romper absolutamente toda comunicación con la comunidad judía, y por tanto a abandonar la dirección de su negocio familiar, tuvo que asegurarse el sustento por otros medios. En todo caso, la compañía Bento y Gabriel Despinosa no producía muchas ganancias desde 1655, y desde luego no las suficientes para cubrir las deudas heredadas del padre: por todo ello el forzado alejamiento de la empresa no pudo significar para Spinoza una pérdida irreparable. Por otra parte, desde los primeros párrafos del Tratado de la reforma del entendimiento es perfectamente evidente que Spinoza tenía suficientes razones filosóficas para dejar el mundo de los negocios, abandonar la persecución del dinero y de otros bienes mudables y dedicarse a la búsqueda del verdadero bien (Nadler, 2004: 253).
No habría discusión sobre el proceder humano generalizado si no se observa en las líneas transcritas un cierto inconformismo del autor. Verse atrapado por distracciones que enturbian el camino hacia el sumo bien. Camino que en su momento transitaron San Agustín y Descartes, el primero para encontrar la impronta divina, el segundo para dar con el cogito. Por su parte, Spinoza considera que la oportunidad no ha de perderse y debe iniciarse un camino que primero despoje al sujeto de todos aquellos valores estimados por la sociedad y, segundo, que sea capaz de proveer la necesaria disciplina para reconocer la felicidad que se halla al entrar en conocimiento del sumo bien. Es, por otra parte, la imposibilidad de resignarse con las riquezas y los honores lo que conmueve y mueve a Spinoza a ensayar nuevos derroteros.Así que me preguntaba una y otra vez si acaso no sería posible alcanzar esa nueva o, al menos, su certeza, aunque no cambiara mi forma y estilo habitual de vida. Pero muchas veces lo intenté en vano. Porque lo que es más frecuente en la vida y, por lo que puede colegirse de sus obras, lo que los hombres consideran como el sumo bien, se reduce a estas tres cosas: las riquezas, el honor y el placer. Tanto distraen estas tres cosas la mente humana que le resulta totalmente imposible pensar en ningún otro bien (Spinoza, 1988a: 76).
Una necesidad de respirar aire fresco, amerita probar, aunque sea por una vez en la vida, un camino diferente para el pensamiento. La prosa confesional al comienzo del TRE indica que Spinoza aún está muy cerca de las fuentes cartesianas cuando procura cautivar al lector al pedirle que se atreva a pensar por sí mismo, antes que proveer sus pensamientos con ideas prestadas de la tradición y la cultura: “…tomé un día la resolución de estudiar también por mí mismo y de emplear todas mis fuerzas de mi espíritu en la elección del camino a seguir” (Descartes, 2004:88). Sin embargo, esta petición no es del todo racional, existe la incomodidad de no ver recompensadas las emociones presentes, de ahí la apuesta por un modo de pensar y de vida diferente.El requisito para empezar siquiera a contemplar tal conversión es un sentimiento de insatisfacción, tal vez aún no totalmente articulado, con la vida que uno lleva. Es preciso poner en cuestión los valores que uno ha adoptado y que han guiado las propias acciones y preguntarse por el verdadero bien del ser humano… (Nadler, 2004: 244).
A lo largo de toda su obra, ya trate de materias políticas como de religiosas o puramente éticas, Spinoza está alegando constantemente, en oposición a la teología tradicional y a la opinión respetable, a favor de un estudio puramente naturalista y científico de todos los aspectos del pensamiento y la conducta humanos; insiste sin cesar en que las actitudes emotivas y morales, que sólo pueden ser reflejo de nuestros deseos y temores subjetivos, no pueden por menos de estorbar nuestro entendimiento de las causas de nuestra infelicidad y sinrazón, estorbándonos, por tanto, en nuestra búsqueda de la sabiduría (Hampshire, 1982: 115).