Este artículo fue publicado originalmente por el autor en El Periódico Extremadura
Una de las diferencias más llamativas entre los paisajes del norte y el sur de España son los cercamientos de tierra, escasos en el norte y omnipresentes en el sur, donde la inmensa mayor parte del territorio está habitualmente rodeado de cercas y alambradas. El caso de Extremadura es particularmente llamativo. Con una superficie forestal del 70% o más de su territorio, el 90% de ella propiedad privada, recorrerla (hasta donde se puede, que no es mucho) es como atravesar o circunvalar una inmensa finca salpicada de pueblos y cortijos sin solución de continuidad.
Si no lo cree, intente usted salirse del asfalto o de alguna pequeña población para dar un paseo por las inmensas dehesas y serranías extremeñas. En la mayoría de los casos acabará frente a una verja infranqueable o una alambrada de espino. En muchas ocasiones no hay forma de acercarse a la ribera de un río (que es terreno público) o de visitar ciertos lugares con valor patrimonial (y que deberían ser públicos) sin tener que atravesar terrenos privados.
Hay, desde luego, parajes protegidos, pero son escasos, pequeños y de acceso parcial. Algunos, como el Parque Natural de Cornalvo (el único, que yo sepa, de la provincia de Badajoz), es poco más que un “pasillo” rodeado a ambos lados por kilométricos cotos privados (de caza, la mayoría, lo que hace muy desaconsejable pasar por allí cuando se abren las vedas o se celebran batidas).
Se nos dirá que no es imprescindible meterse en el monte o atravesar dehesas, y que existe una amplia red de caminos por los que recorrer la región. Pero esto, en la práctica, no es cierto. Pese al notable esfuerzo de la administración autonómica por delimitar vías y cañadas, o elaborar catálogos de caminos públicos, una gran parte de estos (cuya gestión corresponde mayormente a los municipios) está en riesgo severo de desaparecer. Algunos se difuminan de una temporada a otra, por falta de cuidados o por usurpación de parcelas o viviendas vecinas, y otros son convertidos de facto en caminos privados, cerrándolos con verjas y candados, y disponiendo junto a ellos del correspondiente cartel prohibiendo el paso.
En relación con esto último no es nada fácil, además, denunciar el hecho. Primero porque cuando uno sale al campo lo último que quiere es perder el día discutiendo o haciendo gestiones (bastante es ya tener que consultar antes de salir los mapas oficiales y la página del catastro para prever el encuentro con las cercas – un trámite casi siempre inútil, pues a menudo los caminos que sobre el papel aparecen como públicos, sobre el terreno están cerrados a cal y canto –). Y, en segundo lugar, porque los trámites para demostrar que un camino público ha desaparecido o ha sido ocupado por los dueños de una finca son tan largos y complejos que solo con mucho tiempo y con asesoramiento jurídico (o con ayuda de plataformas u organizaciones ciudadanas, que alguna hay) podrían dar el fruto esperado.
Y no se trata aquí de hacer ninguna soflama política en favor de la colectivización de la tierra o nada por el estilo, sino solo de reivindicar que el mayor bien que tenemos en Extremadura, y que es su inmenso patrimonio natural y cultural, uno de los más grandes y mejor conservados de Europa, esté al alcance de todos y se pueda acceder a él con normalidad. En otras comunidades se respeta igual la propiedad privada y uno puede recorrer campos y montes a placer, sin vallas, verjas ni guardas. ¿Por qué aquí no?
Para ello es necesario establecer sobre el terreno (y no solo sobre el papel) una buena red de caminos francos, bien señalizados, cuidados y vigilados, de manera que cualquier ciudadano pueda pasear, hacer deporte o senderismo, bañarse en un río, o hacer turismo cultural y medioambiental en general, sin tener que participar en una yincana de obstáculos (incluido el encuentro con guardas más o menos amables), y sabiéndose respaldado y protegido por la ley, algo que no siempre ocurre (prueben ustedes a ser atendidos un fin de semana por el SEPRONA, un cuerpo de la Guardia Civil preparadísimo y servicial como pocos, pero que debe tener unos efectivos absolutamente insuficientes para las necesidades de una comunidad como la nuestra).
Se calcula que en Extremadura existen (o existían) unos 70.000 kilómetros de caminos y vías rurales de uso público. Es hora de ponerse serio con los ayuntamientos y con los intereses particulares de unos pocos, y revitalizar y modernizar esa red de vías de comunicación. El objetivo es promover un desarrollo rural y turístico sostenible, y que Extremadura no siga pareciendo a ojos de nadie, y en ningún sentido, el inmenso cortijo o coto privado para nuevos (y viejos) ricos que todavía era cincuenta años atrás.
Llevo varios días sin aparecer por aquí. Y no es por falta de cosas que contar, sino de tiempo para escribirlas.
El jueves pasado, día 15, conocí, al fin, personalmente, al maestro Benet Casablanca, posiblemente el compositor catalán más relevante en estos momentos y un gran, gran humanista. Hablar con él es un lujo y hacer planes conjuntos para el futuro, una aventura profesional que -ya lo verán- saldrá bien.
Antes de nuestro encuentro en El Auditori, disfruté de una comida pantagruélica y una muy larga sobremesa con cuatro amigos en el 9Nine: Callos con garbanzos de primero y una monumental paella de segundo.
Y antes estuve en la presentación de la editorial Rosamerón en un bar de l'Eixample.
Cuando puedo, voy recopilando documentos sobre Juan Rana, el conde-duque de Olivares y sor María de Jesús de Ágreda. Si cuaja lo que tengo entre manos, ya les contaré. Pero voy muy despacio.
Tengo en mis manos un ejemplar de Mi vida con Marx, de Alain Minc, publicado por Herder. Algo tengo que ver con su publicación y, además, he escrito el prólogo. Satisfecho, sin duda... aunque no me acaba de gustar la portada.
Ayer, lunes, presentación de El eje del mundo en la librería Alibri. Bien rodeado de personas a las que aprecio mucho y de algún desconocido que ha dejado de serlo. Hasta un navarro se coló por allí. Muy emocionantes las palabras de Dani Izquierdo, que hizo un esfuerzo titánico por estar allí. ¡Qué gran tipo! El sabio Andreu Jaume estuvo generoso y amable, incluso cordial. Lo primero que me dijo fue "¡Has citado la Biblia del Oso!" ¡Claro que la he citado! Él, Andreu, ha sido su reciente editor y ha escrito, además, un prólogo luminoso.
He terminado y enviado las respuestas a unas preguntas sobre el Siglo de Oro que aparecerán en el Culturas de La Vanguardia y un artículo para Catalunya Cristiana en el que he cometido la impertinencia de defender la virtud de la obediencia. El artículo que apareció en ACEPRENSA ha tenido un eco considerable. Colaboraré en estos dos últimos medios con una periodicidad bimestral.
Todo está bien y todo es pasajero. Lo único realmente perdurable desde un punto de vista estrictamente biográfico no es el producto, sino la actividad. Y lo más gozoso, el reencuentro con la a mistad.
Para imaginar a futuros ciudadanos y ciudadanas con un buen autogobierno emocional, capaces de crecer a través de las adversidades, de generar vínculos profundos y genuinos; y de dar respuestas justas, creativas, bondadosas, útiles ante la vida, debemos educar con esa finalidad.
Este libro busca acompañar a los centros educativos que desean ser motores del desarrollo emocional de su alumnado, mostrando todo lo que deben tener en cuenta para convertirse en escuelas emocionalmente competentes.
Para ello se abordan los tres grandes factores de cambio: el profesorado, el alumnado y las familias. Y se explican estrategias para que una escuela pueda pasar a la acción y provocar un cambio educativo y social educando a niños, niñas y jóvenes con un buen desarrollo emocional.
Sobre la autora
Laia Mestres Pastor. Con más de veinte años de experiencia como docente, su carrera profesional dio un giro cuando, trabajando con el alumnado de Formación Profesional, se dio cuenta del poder de transformación profunda que la educación emocional suponía para los jóvenes a todos los niveles. Después de un intenso período de formación en el que nunca se alejó de las aulas redirigió por completo su carrera al mundo de la Educación Emocional. Mestres goza de una amplia y dilatada experiencia en la implementación de proyectos integrales de desarrollo emocional dirigidos a la comunidad educativa. Entre otros, ha creado el programa de educación emocional “Look Inside”, destinado a las etapas educativas de Infantil, Primaria y Secundaria. Así mismo, dedica parte de su actividad profesional al ámbito sociocomunitario y sociosanitario. Actualmente dirige «Un cervell inusual”, propuesta centrada en la creación, implementación y evaluación de programas de Educación Emocional.
Primeras páginas de Escuelas emocionalmente competentes.
La entrada Escuelas emocionalmente competentes se publicó primero en Aprender a pensar.
Hace años se difundió a partir de la novela de su autor Comarc McCarthy con el título "La carretera" una road movie donde en una distopia viajaban un padre y un hijo en busca de la salvación. En la adaptación de la película , la situación apocalíptica presentaba la situación en su origen como llena de cataclismos, de terremotos y temblores, de cambio climático, de carestía de alimentos, de epidemias y pandemias que se propagaban. En el viaje se producían muchos elementos que invitaban a la reflexión : la necesidad de salvar un hijo como futuro, la búsqueda de un espacio más lleno de luz, la expiación de las culpas de los padres, la hostilidad de un mundo agresivo, violento, cruel e inhumano... Siempre el mar como esa naturaleza origen de la vida y encuentro de cualquier rio en su final .. En ese viaje se producían situaciones éticas que movían a sus protagonistas a intentar escoger entre salvar su vida y sobrevivir o ayudar a los demás. Especialmente una escena del film donde un hombre negro pide comida y ayuda y la inocencia del niño parece apiadarse en de su situación, aunque luego las buenas intenciones con este hombre acaben en un robo.
En la serie "Hacia el lago" ganadora del primo Golden Eagle, se presenta un modelo similar . Dirigida por Pavel Kostomarov , de producción rusa se mueve en un modelo apocalíptico pandémico . La opulencia de una rusia que frente a la situación de caos hace huir a sus protagonistas por esas carreteras heladas en busca de la salvación. En esta ocasión es un lago el refugio final . Los personajes también diseñados con perfiles que representan un puzle humano representan las historias humanas de miseria, amor, odio, mentira, vergüenza, exclusión, inclusión,... Los hijos de nuevo aparecen juntos a la protección de sus padres , vulnerables ambos por edad y por condición mental , se presentan como inocentes. En el entramado de familias se plantean los encuentros y desencuentros con esa maldad humana que obliga a una sin ética que arrastra culpas y indefensiones . El lago será el fin del viaje donde curiosamente los chinos harán de las suyas . Pero la dosis de espiritualidad ortodoxa , de la buena fe de los médicos salvadores del mundo , de los pragmáticos empresarios venidos a menos , de las prostitutas que intentan sobrevivir o de las psicólogas que planifican y se apropian de las vidas ajenas no devuelve en ningún momento la esperanza. Esta vez con una serie que parece seguir el mismo patrón de la novela muy anterior que hablábamos nos dirige a un vacío, a una desesperación de factores adversos que no permiten creer en nada ni nadie.
Este artículo fue originalmente publicado por el autor en El Periódico Extremadura.
Siempre he admirado a los que andan solos, les importa relativamente poco la opinión de los demás, y se mantienen orgullosamente independientes; algo por lo que, paradójicamente, casi nunca les falta la compañía y el aprecio de otros. Casi nunca…
Ahora que andamos (cosas de la edad) en el rito de los encuentros de antiguos alumnos, recuerdo a aquellos compañeros de promoción a los que martirizamos durante años a conciencia (si es que tal cosa como la conciencia es atribuible a los grupos). Recuerdo a tres, ya fallecidos, a los que, por activa o por pasiva, casi todos acosábamos; a uno por afeminado, a otra por “rara” o extravagante, y al otro, simplemente, por no plegarse a los caprichos del más machote de la tribu.
Siento ser tan pesimista, pero creo que, igual que no hay nación sin fronteras, apenas hay grupo humano que no sea, por definición, excluyente, ni que no busque cohesionarse frente (o contra) a los que son “distintos” o no se pliegan a sus creencias y dictados. No hay tampoco asociación humana que no encierre oscuras relaciones de poder, básicamente la que se da entre los que gozan controlando a otros y los que, por pánico a ser excluidos (¡el mayor de nuestros miedos!), se someten dócilmente a los primeros. Todo el resto de la trama, con sus innumerables personajes secundarios (secuaces, pelotas, críticos, bufones, equidistantes conciliadores…), gira alrededor de esa relación principal.
Fíjense también que casi todo lo que cabe reconocer como digno y bello suele ser obra de algún individuo (el arte, las más grandes teorías y descubrimientos, la mayoría de las gestas heroicas o solidarias…), mientras que los actos más execrables y destructivos suelen inspirarlos o perpetrarlos grupos más o menos organizados (mafias, ligas facciosas, sectas, cédulas, manadas – de varones habitualmente –, ejércitos, élites financieras, masas instrumentalizadas…). Ocurre en la vida cotidiana, en la calle, en las redes sociales, en los centros de trabajo, o en las aulas, donde todos los profesores sabemos que la conducta de los chicos varía cualitativamente (casi siempre a mejor) en cuanto se les permite ser y expresarse fuera del grupo.
Es cierto que hay grupos que nos ayudan a desarrollarnos como personas, pero siempre que ese, y solo ese, sea su fin y principio. También es verdad que la unión hace la fuerza, y eso es bueno (si la causa lo es), pero tampoco justifica la trascendencia que damos a lo colectivo. En general, cuanto más instrumentales, flexibles y abiertos sean los grupos, menos peligrosos y más democráticos son. Pues la democracia – al menos en teoría – se funda en el poder de los ciudadanos, y no en el de ninguna asociación o colectivo específicos. Son esos ciudadanos los que, a tenor de su propio criterio, deciden unirse a (o separarse de) otros en cada decisión que toman, sin tener que formar por ello, necesariamente, ninguna asociación (u oposición) estable. Casi la única excepción a esta norma es, a la vez, el principal de los obstáculos para el desarrollo de una democracia plena: los partidos políticos, cuyos intereses fundamentales son, como en todo grupo, el poder y el beneficio propio, y no (o solo secundariamente) el bien de todos los ciudadanos.
Por todo esto, y frente a los cánticos y proclamas en defensa de un colectivismo mal entendido, hay que reivindicar con fuerza el que seguramente sea uno de los más raros logros de la civilización: el del individuo, esto es, el de la idea de que el sujeto al que cabe atribuir identidad, derechos, dignidad y responsabilidad política es, ante todo, cada persona en particular (y no cada familia, partido, secta, nación, género, clase, etnia o pueblo, que la tienen, a lo sumo, por analogía con el individuo). Un individualismo este que no está en absoluto reñido – sino que es sufundamento democrático – con el espíritu comunitario y el interés por lo público y la justicia social.
Y no digo todo esto por nada. El individuo es una flor tan rara como frágil, y que solo surge en la fase culminante (y por ello un tanto decadente ya) de la civilización. Por eso hay que defenderlo con ahínco. Desde la escuela, promoviendo y fortaleciendo el desarrollo personal (no hay fórmula mejor para combatir el acoso), y desde el compromiso con las libertades individuales, conquistadas y amenazadas hoy por dos colosales fuerzas en auge: el populismo y la autocracia. Estas dos fuerzas (perfectamente combinables, como sabemos), tienen como nexo común el desprecio al individuo y la exaltación de lo colectivo, y nos seducen con su promesa de orden, estabilidad política y eficacia económica (véase el espeluznante caso de China o de su secuaz, la Rusia de Putin). Salvarse de ellas requiere de un esfuerzo combinado en muchos frentes, pero también, y sobre todo, de la firme convicción de que la dignidad del ser humano es inversamente proporcional a sus instintos más gregarios.
Escribí recientemente por aquí, de pasada, que la infancia es la única etapa de la vida que no tiene etapas previas. Para la conciencia no hay una preinfancia. Uno llega al mundo sin memoria, vacío de experiencias y con expectativas que versan únicamente sobre lo inmediato. De ahí los caprichos del niño.
En la infancia todo parece estable, fijo, bien asentado. Las cosas son así porque no tenemos conciencia de que pueden ser de otro modo.
El mundo a estrenar por el niño solo es real para el niño.
A medida que vamos creciendo se acumulan las etapas previas al presente en el que vivimos. Y de ahí nace, por una parte, la conciencia de la fragilidad del presente y de lo inestable de las cosas humanas. El viejo tiene pocos motivos para ser dogmático; mientras que el niño los tiene todos.
La virtud del joven es el coraje; la del viejo, la prudencia.
El joven tiene más energía que sentido común para controlarla; el viejo no. Lo que tiene es más sentido común que energía, y de eso, con frecuencia, se lamenta.
El niño vive arrojado al futuro; al viejo todos los aromas del presente le despiertan recuerdos viejos, de ahí que más de una vez se lamente de su insensata prudencia. ¡Ah, si volviera a ser joven!
No hay actividad que me resulte más agotadora y, al mismo tiempo, me cree más inseguridad, que la de corregir galeradas.
La experiencia me dice que mientras corrijo unos errores, con la corrección introduzco otros, que son los que me avergonzarán al abrir el libro recién salido del horno.
Pero esto no es lo peor. Lo peor es que a cada momento tengo la tentación de romperlo todo y tirarlo a la basura. Veo con claridad que esto que acabo de leer se podría decir mejor de otra manera, pero no encuentras esa manera y me pierdo en versiones laberínticas de un párrafo... hasta que decido recuperar la versión inicial.
Me repito que deberían haber consultado a tal y a cual, que esa página sobra y que entre estas dos hace falta una que haga de puente. Quiero más fluidez, más ejemplos, más capacidad sintética al final de cada apartado.
Es agotador.
El pensar autónomo -o crítico, como todo el mundo dice ahora- tiene multitud de defensores, pero lo que yo constato es que, primero, pensar cansa, enerva y frustra. Agota. Y, con frecuencia, confunde.
Mi escena favorita de Matrix (1999) es la de la traición de Cifra. En un lujoso restaurante, uno de los miembros de la resistencia humana en la guerra contra las máquinas, Cifra (interpretado por Joe Pantoliano), conversa con el agente Smith (Hugo Weaving), un programa diseñado, precisamente, para ejecutar inmisericordemente a todo miembro de la resistencia.
— ¿Sabes? Sé que este filete no existe, sé que cuando me lo meto en la boca es Matrix la que le está diciendo a mi cerebro: es bueno y jugoso. Después de nueve años, ¿sabes de qué me doy cuenta? — Cifra saborea gustosamente el trozo de filete — La ignorancia es la felicidad.
— Entonces, tenemos un trato.
— No quiero acordarme de nada. DE NADA ¿Entendido? Y quiero ser rico… No sé… Alguien importante, como un actor.
— Lo que usted quiera, señor Reagan.
— Está bien, devuelve mi cuerpo a una central eléctrica, reinsértame en Matrix y conseguiré lo que quieras.
— Los códigos de acceso al ordenador de Sión.
— No, te lo dije, yo no los conozco. Te entregaré al que los conoce.
— Morfeo.
Cifra está negociando el precio de una terrible felonía: va a entregar al líder de la resistencia a sus enemigos, y lo hace de una forma muy inteligente. Subraya que no quiere acordarse de nada. Él volverá a Matrix sin recordar su malvado acto, regalándonos un bonito juego filosófico: ¿tendría el nuevo Cifra que cree que es un rico actor la culpa de lo que hizo el antiguo Cifra?
A bote pronto, diríamos que sí, pero veámoslo de la siguiente manera: supongamos que ahora aparece Neo en el salón de nuestra casa muy enfadado con nosotros. Le preguntamos que por qué está así y nos dice que nosotros somos Cifra, que nuestra traición tuvo éxito y que Morfeo es ahora rehén de las máquinas. Le respondemos que no sabemos nada de eso, que no recordamos haber hecho algo así, que somos buenas personas que siempre hemos llevado vidas normales…
¿Seríamos responsables entonces de la traición? A lo mejor somos verdaderamente Cifra.
El caso es que Cifra fue muy listo subrayando la petición de no querer recordar nada. Si su maquiavélico plan hubiera tenido éxito, él nunca se hubiese sentido culpable por nada, incluso podría haber muerto feliz pensando que fue una buena persona durante toda su vida de actor famoso ¿Habríamos hecho nosotros lo mismo? ¡No! ¡Por Dios que no! No traicionaríamos a nuestros amigos. Rebajemos entonces un poco el asunto. Supongamos que no tenemos que traicionar a nadie.
El agente Smith nos ofrece gratuitamente el mismo premio. Piensa que no es un mal trato porque al reintegrarnos en Matrix, al menos, se está quitando a un miembro de la resistencia del medio.
Cifra no se cree el rollo del elegido, no cree que se vaya a ganar la guerra contra las máquinas. Además, está enamorado de Trinity pero ésta no le corresponde. ¿Qué sentido tiene su vida en el mundo real? ¿Por qué entonces no elegir una segunda oportunidad en el mundo virtual? Podríamos seguir negándonos: ¡No! ¡Por Dios que no! La vida en Matrix no sería una vida real, sería un simulacro, un engaño… ¡Queremos vivir una vida auténtica!
¿Pero por qué la vida en Matrix no es auténtica?
Pensemos en el filete que Cifra degusta con gran deleite ¿Qué diferencia existe entre comerse un filete real y un filete digital? Si la simulación del sabor está perfectamente conseguida por el programa de realidad virtual, la única diferencia es la causa del efecto. Al comerme el filete real, es ese filete el que causa el sabor, mientras que cuando nos comemos el virtual, no es el filete real, sino un conjunto de bits digitales. La cuestión crucial es: si el sabor, que es lo que realmente nos importa cuando comemos un filete, es el mismo, ¿qué más da cual sea la causa?
Santiago Sánchez-Migallón, El filete de 'Matrix' siempre fue real: reflexiones filosóficas sobre el Metaverso, xataka.com 14/08/2022
Nos hemos olvidado de lo más importante: mi mundo subjetivo, mis estados mentales siguen siendo completamente auténticos aunque viva en un mundo completamente falso. Este era el mensaje de Descartes: cogito ergo sum. Puedo estar durmiendo y que lo que veo con mis ojos sean puras apariencias, pero el hecho de que existo, vivo, siento, pienso… es completamente indudable. Es más, eso constituye lo más importante de mi ser.
Yo seguiría siendo yo si me cercenasen mis brazos y mis piernas, pero no seguiría siendo yo si me quitasen mi forma de pensar, de sentir, si me extirpan mi consciencia de la realidad.
De hecho, gran parte de la filosofía griega y de la oriental, piensan que toda la realidad que observamos mediante los sentidos es falsa. En el hinduismo existe el concepto de Maya para representar esta ilusión que nos envuelve. Detrás de Maya, si conseguimos apartar su velo, está la auténtica verdad. Los griegos definían verdad como aletheia (αλήθεια), que significa "hacer evidente" o "desocultar", con una clara referencia a que la verdad no es lo que tienes ante tus ojos, sino algo que hay que descubrir, el resultado de un proceso de sacar a la luz.
Incluso tenemos una versión actualizada de estas nociones ancestrales: la hipótesis de la simulación del filósofo sueco Nick Bostrom. De forma resumida, dice que si en el futuro nuestra civilización es capaz de tener la suficiente tecnología para realizar una simulación total del mundo al estilo Matrix, lo más probable es que realice muchas. Entonces, por estadística, si hay un mundo simulado y uno real, tenemos un 50% de estar en el simulado. Si hay dos simulados, tenemos un 66,6%, y así sucesivamente.
Santiago Sánchez-Migallón, El filete de 'Matrix' siempre fue real: reflexiones filosóficas sobre el Metaverso, xataka.com 14/08/2022
El cuerpo deja de entenderse como un cuerpo recibido y pasa a concebirse como un cuerpo que si no está a disposición de otros es porque está a disposición propia. La reivindicación de una fluidez en las identidades sexuales y de género es la manifestación más visible de esta evolución; se rechaza toda asignación de un destino particular en razón de unos rasgos corporales, sea el sexo biológico (la mujer no está obligada a engendrar por el hecho de que tenga un útero) o una apariencia sexuada (la heterosexualidad no puede darse por sentada); hablamos de las nuevas masculinidades y de diversos feminismos; los debates en torno al comienzo y al final de la vidarevelan que tenemos una idea de la vida biológica como proyecto y no como destino; pensemos en la resistencia a que el nacimiento como hombre o mujer sea inmodificable, pero también a que pueda “reeducarse” a un homosexual; que una mujer esté embarazada no quiere decir necesariamente que deba engendrar; en virtud de las leyes de eutanasia la muerte ha dejado de ser algo sobre lo que no se puede decidir; las parejas infértiles disponen de tecnologías de fecundación o pueden optar por la gestación subrogada (aunque en este caso la realidad de un vientre de alquiler es una forma cuestionable de disponer del cuerpo de otra mujer); asistimos a una verdadera explosión de las posibilidades de intervención en el propio cuerpo gracias a la cirugía estética, las prótesis, los cuerpos tuneados y tatuados.
Todo este incremento de libertad en relación con el propio cuerpo no deja de plantear paradojas y dimensiones inquietantes. De entrada, constatemos la sorpresa de que se recurra tanto a lo artificial justo en un momento histórico en el que hay más referencias a la naturaleza en nuestras prácticas corporales. Reivindicamos el cuerpo que tenemos y nos hacemos vulnerables a la presión por tener el que otros desean. Se da además la circunstancia de que, si el cuerpo es modulable, cualquier “imperfección” es “culpable”, puede ser vivida como algo que se debía haber corregido y que exige una explicación de por qué no se hizo. Pensemos en el caso de la eugenesia o los trastornos en la percepción de la imagen corporal propia que tienen consecuencias dramáticas en la anorexia o la bulimia. Si el cuerpo es disponible ¿qué significado tiene la peculiaridad que no se ajusta a la “normalidad” y desde qué instancia se define el cuerpo adecuado? Una cierta aceptación de nuestra naturalidad corporal puede ser más emancipadora que el sometimiento a una idea de perfección física que no se sabe quién ha decretado.
Daniel Innerarity, El cuerpo en una democracia, El País 15/08/2022
Toda la sociedad —la política y el periodismo también— parece habitada por lo efímero. Cabalgamos olas que rompen, más allá de nuestra vista, contra los acantilados del hastío. Nuestro pensamiento se ha hecho frágil y discontinuo, tartamudo. Los estantes de nuestras bibliotecas están llenos de libros que ya no nos sentimos capaces de leer, y, como lo superfluo genera a menudo más ruido que lo importante, tendemos a pensar que nada lo es. Pero lo peor no es eso. Lo peor es que, viviendo en el presente constante, nos volvemos desmemoriados y, por tanto, tampoco nos preparamos para el porvenir.
Marcos Giralt Torrente, Habitantes de lo efímero, El País 15(08/2022
No intentamos, queremos, apetecemos ni deseamos algo porque lo consideramos bueno, sino que, al contrario, juzgamos que algo es bueno porque lo intentamos, queremos, apetecemos y deseamos.
Los algoritmos inteligentes ya se están utilizando, por ejemplo, como instrumentos de espionaje y manipulación, por parte de personas y organizaciones que persiguen diferentes objetivos. Sin embargo, ello no significa que la propia IA aspire a algo parecido a la dominación.
Los filósofos de la tecnología discuten esta cuestión bajo el término de «intencionalidad», es decir, la cualidad de llevar a cabo acciones deliberadas y orientadas a un objeto. Muchos autores consideran la intencionalidad como un componente permanente de la conciencia.
En su libro Psicología desde el punto de vista empírico (1874), Franz Brentano sostuvo que la intencionalidad es la característica esencial de todos los actos de conocimiento: siempre están referidos al objeto, es decir, dirigidos a algo.
Para Brentano, una característica básica de lo mental es dirigirse a un objeto o referirse a él. Por ejemplo, si pienso «la manzana está sobre la mesa», eso se refiere a los objetos manzana y mesa, así como a la relación espacial que guardan entre sí. Con respecto a este estado de cosas, el pensamiento puede ser verdadero o falso. Brentano consideraba por ello la intencionalidad algo exclusivamente psíquico: «Ningún fenómeno físico muestra nada semejante».
Los sistemas de las máquinas no conocen las conexiones mecánicas, ni las comunicativas u otras. El significado de sus reacciones se deriva solo de la intencionalidad humana. En otras palabras: si un vehículo autónomo frena para no atropellar a un peatón, ese «para» procede de los seres humanos. Los motivos y consideraciones legales, sociales o morales solo los conocemos nosotros.
Para Searle, la intencionalidad no se basa únicamente en la comprensión del significado. Más bien, se vincula con determinados «actos de habla». En la teoría de los actos de habla de Searle, los actos comunicativos deben ser interpretados como acciones. El lenguaje humano, más allá de la gramática y el significado, tiene siempre un propósito intencional, ausente en los sistemas de signos de la máquina.
Junto con Paul Grice y otros teóricos, Searle desarrolló la tesis de que la intencionalidad se manifiesta solo en la capacidad para el uso dirigido del lenguaje. Este surge cuando una persona persigue una intención que la hace hablar. Por ejemplo, una madre y Alexa de Amazon pueden responder con las mismas palabras cuando un niño grita «¡Ay!»: «Oh, lo siento, ¿puedo ayudarte?» El contenido significado, sin embargo, difícilmente podría ser más diferente: la empatía y el cuidado, por un lado; una simple fórmula de cortesía programada, por otro.
En vista de las posibilidades técnicas en constante crecimiento, se dice que la IA conquistará en breve el último bastión de lo humano: la intencionalidad. Pero la atribución de esta es el resultado de una necesidad humana primaria. Como seres sociales, dependemos tanto de no perder de vista las propias intenciones como de atribuírselas también a nuestros respectivos compañeros.
Una sociedad sin intencionalidad que le sirva de base no sería solo disfuncional, sino también carente de sentido: solo ella me permite comprender como «yo» a la persona que está en el espejo. Como los psicólogos del desarrollo mostraron en la década de 1970, los bebés reconocen después de pocos meses de vida que un punto rojo en la imagen que se refleja en el espejo procede de un punto igual que está en su frente. Refieren el punto a sí mismos.
Dado que por ahora no hay ningún otro método comparable para demostrar la intencionalidad, es muy difícil «consultarla» en la IA. La inteligencia, en cambio, es más fácil de medir. Un equipo de investigadores chinos desarrolló en 2016 un método que podía hacer comparables los cocientes intelectuales de sistemas artificiales y naturales. La IA del asistente de Google obtuvo así una puntuación de apenas 50 (más o menos el nivel de un niño pequeño). Sin embargo, esta atribución es, en el mejor de los casos, un indicio débil, y de ninguna manera suficiente, para acreditar la intencionalidad de una IA.
Posiblemente esto no es más que otra muestra del modo en que nuestro propio pensamiento influye en nuestra visión de la realidad. Que atribuyamos intencionalidad a la IA es un acto de antropomorfización y, por tanto, de humanización. Los humanos consideramos que la IA es intencional porque nosotros mismos lo somos.
Las dudas relativas a que las máquinas puedan desarrollar alguna vez intencionalidad se alimentan también de otra fuente: la lógica. Dado que calcular y pensar son procesos fundamentalmente diferentes, es de suponer que solo a partir del primero no se llega nunca al segundo. Las operaciones de cálculo no llegan más allá de las premisas establecidas para ellas; la mente humana, en cambio, gracias a la intencionalidad, tiene la capacidad de reflejarse a sí misma.
La intencionalidad constituye una facultad humana original. Crea la posibilidad de reconocer el sentido, al que solo nosotros tenemos acceso como seres pensantes y sociales. Por tanto, el dominio mundial de la IA debería seguir siendo, también en el futuro, una pesadilla hollywoodiense.
Dorothea Winter, Por qué la inteligencia artificial no puede querer nada, Investigación y Ciencia septiembre 2022
Este artículo fue originalmente publicado por el autor en El Periódico Extremadura
Tras un verano tremebundo, en el que a las catástrofes en curso (pandemia, guerras, crisis energética, inflación galopante…) se han sumado incendios, sequías y salvajes olas de calor fruto del cambio climático, a uno le van faltando fuerzas para imaginar el futuro. No ya el suyo propio (que tampoco es fácil), sino el de las generaciones venideras, algo que se antoja casi imposible, sobre todo si se quiere imaginarlo bueno.
«¿Y a nosotros que nos importa?», podría pensar, sin embargo, buena parte de la ciudadanía. El pesimismo y la sensación de impotencia es tal, que parte de la población ha adoptado una actitud entre evasiva y resignada, entre un «que no me amarguen lo que queda de la fiesta» y un «que sea lo que Dios quiera». Y lo peor es que no les falta razón. Tanto por motivos coyunturales como por otros más estructurales, la situación política global parece impredecible y fuera del alcance de cualquier iniciativa que pueda tomarse a pequeña escala.
Es cierto que el compromiso personal con las medidas que se están tomando (muy tímidamente) para mitigar los dos grandes desastres en ciernes, el climático y el energético, es importante, pero aquí el asunto adquiere otra dimensión aún más decisiva: el de los argumentos éticos. Porque el «y a mí que me importa»de la gente no solo obedece al pesimismo y la impotencia ante una situación aparentemente inmanejable, sino a una ausencia radical de razones para comprometerse con el bienestar de los demás, especialmente el de los demásque han de venir.
La cuestión de por qué han de importarme los demás es la cuestión central de la ética. Sin plantearla e intentar resolverla todo otro debate político o social carece absolutamente de sentido. Pese a ello, nadie o casi nadie la plantea públicamente. Tal vez porque es una cuestión filosófica, es decir, una cuestión tan imposible de resolver como de evitar.
Pero si ya es difícil justificar el altruismo con nuestros contemporáneos (especialmente con aquellos con los que no mantenemos vínculos o proximidad), mucho más lo es con quienes ni siquiera existen todavía. ¿Por qué habrían de importarnos las generaciones futuras? Esta es la gran pregunta que late tras las propuestas y debates sobre ética y política socioambiental. Y si queremos que la población asuma voluntariamente los costes que implica adoptar estilos de vida ecosocialmente sostenibles o incluso decrecentistas (sin esperar a que la situación obligue traumáticamente a hacerlo a los que vengan detrás) toca responder a esa pregunta.
¿Por qué me han de importar, entonces, las generaciones futuras? Los planteamientos hedonistas y utilitaristas, comunes hoy, no ofrecen una respuesta satisfactoria. El imperativo utilitarista de «procurar la mayor felicidad para el mayor número»no parece sostenerse sobre ninguna razón que convenza a todos. ¿Por qué habría de querer la felicidad de la mayoría, sobre todo si eso implica sacrificar o aminorar la de la minoría de la que formo parte (y que en muchos casos depende de la infelicidad de los primeros)? – podría preguntarse alguien –¿Por temor a una rebelión de los infelices? La historia nos enseña que ese riesgo es casi infinitesimal. ¿Para ser buenos? ¿Pero qué significa eso? ¿Y por qué habríamos de ser buenos, así, sin más?
El asunto se complica cuando introducimos la variable temporal: ¿Por qué habría de querer procurar la felicidad (o siquiera la supervivencia) de la mayoría futura(es decir de gente no solo desconocida para mi sino además inexistente)? Tal vez, si uno supusiera que va a reencarnarse una y otra vez (como propone Williams MacAskill, uno de los prohombres de la secta pseudofilosófica del «largoplacismo») la cosa podría tener sentido. ¿Pero quién cree hoy en la reencarnación?
¿Entonces? ¿Por qué debería importarnos lo que les suceda a las futuras generaciones? Ya hemos visto que ni el hedonismo ni el utilitarismo sirven para responder a esta pregunta. Tampoco el voluntarismo ciego del «deber por el deber». Ni el cientifismo, pues aquí la ciencia nada tiene que decir. Solo caben, pues, la religión o la metafísica. La opción racional es, desde luego, esta última. La metafísica busca construir una concepción o imagen racional y armónica de la totalidad del mundo; una concepción en la que sea posible conectar los fines particulares con los generales más allá de circunstancias y coyunturas personales, culturales o históricas (es decir, de modo trascendente, más allá del tiempo y el espacio). Hemos asumido, tal vez atolondradamente (o sin razones de peso), que la posibilidad de erigir esa metafísica de forma convincente no es viable, pero no estaría mal pensarlo de nuevo. Sobre todo, porque en otro caso, me temo que solo nos quedaría rezar.
Cuando en el marxismo se habla de realidad se analizan o disuelven sus estructuras si habla el propio Marx a diferencia de si es un texto que estudia los textos marxistas que lo que hace es integrar el texto como objeto histórico dentro de ese contexto que llamamos <realidad>. Hablar de lo que no funciona o lo que se considera criticable negativamente hablando convertimos precisamente eso en algo positivo. Cuando se habla del mal funcionamiento del Estado en el fondo lo que hacemos es construirnos otro tipo de Estado diferente de aquel que estamos negando. El legado de Marx puede ser violento y activo frente a un Orden actual en tanto al discutir y hablar de ese marxismo lo convertimos en algo que estamos asimilando como tal. Aprender de Marx es no hacerle hablar por lo que queremos que diga sinó que Marx hable por si mismo con su método de análisis . Por tanto no podemos derivar de lo que se dice en su pensamiento lo que queramos que diga . Hacer hablar a un cadáver no puede sinó servir para convertirlo en un exquisito postre placentero.
Marx habla de opresión y de miseria y ataca esa realidad pero cuando lo incorporamos en lo que consideramos que dice en el fondo asimilaremos y mantendremos la propia opresión y miseria misma.
Su doctrina no puede ser reificada o cosificada como mercancia de la propia ideologia misma. Cierto es que como sistema que no admite crítica alguna , o sea, cerrado o ideologicamente autoreferencial nos obliga a tener cuidado con aquello que el propio Marx habla . ¿Se puede matar lo que está muerto ?
Con esta crítica ideológica se convierte así en un medio asimilado por el poder mismo y la economia , y se materializa aquello que era marxista. Por eso la vulgarización de las ideas del marxismo que corren por la sociedad convierte en vendible o exportable cualquier Capital presentado con formato amable para disolver la propia lucha de la clase obrera. "Libertad o Comunismo " por ejemplo .
En el marxismo la vulgarización de sus fuentes e ideas precisamente ha valorado lo menos reaccionario . Para subvertir el orden reinante hay que aprender del tipo de dialéctica que se utiliza hoy. Creer por ejemplo que para que el sistema neoliberal caiga lo que conviene es una fuerte organización de la clase obrera no deja de ser una forma de convertir a Marx en un objeto de consumo fácil y gratuito. Así esa autoridad de al uso vender un Marx compañero de masas no tiene en cuenta que el sentido común para el marxismo es reaccionario. Los bienes sin propiedad de nadie y entendidos como algo común permite incluso comprender que la inteligencia es un bien común para la especie. Hoy esta inteligencia no deja de ser una propiedad del Estado , o sea propiedad privada que garantiza el Orden dominante, como se demuestra por el mismo Orden. Por eso el Estado dice lo que conviene que el sentido común oiga para que sobreviva el propio poder del sistema.
Ese uso de la palabra "marxismo" lo convierte en algo aceptable y asimilable o perpetuable para facilitar la convivencia pacífica con otras ideologias como pragmatismo, positivismo, ... Y así se rebajan las exigencias mismas de un poder que engulle todo.
Asi se identifica en el sentido común marxismo con utopia ...Pero esta sociedad sigue siendo objeto adecuado para la crítica marxista .. Así el concepto de materialismo dialéctico o dialéctica histórica son realmente ideas o doctrinas que establecen un diálogo entre un yo y un no yo , podríamos decir ? Esa antítesis entre personas y cosas o de la voluntad y el condicionamiento o de lo subjetivo y objetivo , pero esto que andamos diciendo es como si pensamos si el trabajo mismo tiene una relación con el trabajador y con la cosa que este trabaja , cosa que le permie ser o no ser o le hace ser. Sin embargo el trabajo ¿tiene sentido alguno esencialmente hablando si no es ninguna relación viva ? El ser humano se convierte en ser económico porque se vende a si mismo. Así el trabajo será mercancia donde el hombre se mide por tiempo y se cosifica o socializa como tal. Así hombre y cosa coinciden , y se anula la antítesis anterior . Pasa lo mismo con la idea de materia que es la necesidad de la ley económica y sus condicionamientos , así no hay más sintesis de las antitesis que su falta de irrealidad misma.
Hemos puesto la escuela en manos de quienes saben que hay niños porque han leído sobre ellos.
La plataforma de Filósofos asesores té com a objectiu difondre la pràctica de l‟assessorament filosòfic en l‟enfocament sapiencial i facilitar recursos, que comprenen des de lectures de llibres, articles i tesis doctorals fins a algunes pràctiques que possibiliten un procés d‟autoconeixement filosòfic. Podeu descarregar-vos gratuïtament alguns d'aquests recursos i rebre notícies i actualitzacions quan us registreu amb el vostre correu electrònic a la Web.
Normal 0 21 false false false ES X-NONE X-NONE /* Style Definitions */ table.MsoNormalTable {mso-style-name:"Taula normal"; mso-tstyle-rowband-size:0; mso-tstyle-colband-size:0; mso-style-noshow:yes; mso-style-priority:99; mso-style-parent:""; mso-padding-alt:0cm 5.4pt 0cm 5.4pt; mso-para-margin-top:0cm; mso-para-margin-right:0cm; mso-para-margin-bottom:8.0pt; mso-para-margin-left:0cm; line-height:107%; mso-pagination:widow-orphan; font-size:11.0pt; font-family:"Calibri",sans-serif; mso-ascii-font-family:Calibri; mso-ascii-theme-font:minor-latin; mso-hansi-font-family:Calibri; mso-hansi-theme-font:minor-latin; mso-bidi-font-family:"Times New Roman"; mso-bidi-theme-font:minor-bidi; mso-fareast-language:EN-US;}
Entre aquests recursos n'hi ha un que he elaborat jo mateixa: La importància de fer-se bones preguntes a l'assessorament filosòfic. Consisteix en un text breu i un exercici que ens permet veure la importància i les repercussions que es donen en relació amb el tipus de preguntes que ens plantegem de forma recurrent.
La niñez es la única etapa de la vida a la que no se llega. Simplemente se está viviendo allí. El niño no tiene conciencia de haber sido pre-niño. Para él, el presente inmediato es más intenso que su memoria. El niño vive precipitándose en el futuro que se anuncia. Por eso el niño melancólico -que alguno habrá- es un contrasentido. A las demás etapas de la vida, sin embargo, se va llegando.
La adolescencia, la primera, es, de hecho, una revuelta contra la niñez; un intento bastante chapucero de dejar de ser niño. Después las siguientes etapas se anuncian intensamente en las vidas de los otros, ya que un número creciente de miembros de nuestra generación va llegando a ellas.
Ahí está, por ejemplo, el momento en que la gente comienza a emparejarse y a mostrarse en ufanamente con su novia o novio, de manera que, en poco tiempo, lo extraño es la soltería. Después a la gente le da por casarse y tener hijos y por mostrar con su coche y su casa lo que ha hecho con su vida. Los hijos crecen, estudian, se independizan y entonces la gente comienza a jubilarse.
Hasta aquí el proceso tiene una naturalidad que a todos nos parece obvia. Una etapa nos lleva a la otra. Y en eso estamos cuando la gente comienza a morirse. Y esto, entonces, se pone serio. Hasta hace poco la muerte de alguien de tu generación era lamentable por extraño; pero llega el momento en que no hay mes que no traiga la noticia de un deceso y, entonces, lo que comienza a ser extraño es tu condición de notario -sin duda, interino- de las muertes ajenas.
En los cuadernos que publica "Cristianisme i Justícia" número 224 , Joan Garcia del Muro, F,Javier Vitoria y Sonia Herrero presentan sus aportaciones en unas Jornadas sobre; Pensamiento, Fe i Justicia.
La temática sobre la que tratan es el concepto de Verdad. Este concepto precisamente es uno de los que me ha obsesionado a lo largo de los años. En estos tiempos la verdad está cuestionada como un concepto que se pueda defender de forma absoluta. Por consiguiente se habla de la época de la Post verdad. Sin embargo estos tres autores han introducido una idea sugerente , el secuestro de la verdad. Al introducir esta idea ponen el acento en la dimensión ética y no sólo epistemológica. En tiempos de pandemia y de grandes cambios e incertidumbres económicas y climáticas, la relación que establecemos con la verdad resulta importante.
¿A qué llamamos verdad? ¿Resulta cierto que hemos perdido la verdad hoy? . Lee McYntyre en su libro " Posverdad/verdad" escrito en el 2018 intentó puntualizar sobre esta idea nacida de la postmodernidad y del pensamiento débil, sostenido por autores como G. Vatimo y Lyotard . Bajo esta idea se suceden otras muchas ideas que puede que compliquen la claridad . La gente que sigue mi blog sabe que en los cafés filosóficos que venimos realizando en Barcelona planteamos el tema de la mentira. Una pregunta que obligaba a los participantes a diferenciar entre mentir o equivocarse . Queda claro que la posverdad no seria un mentir sin más. La posverdad tiene claro su propósito que no es otro que faltar a la verdad sin desafiar autoridad alguna , sin determinar criterio de demarcación alguno que someta los hechos a ciertos parámetros de objetividad.
García del Muro señala que la posverdad no sería sólo pues una cuestión epistemológica o de sesgo cognitivo , sino también con implicaciones éticas por la relación que se establece entre el emisor y el receptor del mensaje. Por consiguiente nos señala que la verdad anda secuestrada . Al hablar de secuestro introduce la idea de una apropiación indebida de los hechos o las ideas . Una ausencia de verdad indica pues que no existe verdad alguna. Para ello, recorre a la historiografía del concepto. Fue en la Segunda Guerra Mundial y con la barbarie de Auschwitz cuando se establece que se puede promover la maldad absoluta y de forma dogmática, absoluta, totalitaria. En este sentido la verdad se define como violenta porque puede convertirse en fanática. Las Guerras de Religión son un claro ejemplo de esto . Parece pues como sostenía la postmodernidad que conviene huir de estos fanatismos de la verdad absoluta y totalitaria. Pero el resultado continua diciendo el autor, es la generación de un relativismo que encubre de nuevo el totalitarismo cuando consigue l banalizarlo absolutamente todo.
En este sentido en base a la palabra libertad se acentúa un auténtico fanatismo y dogmatismo social y político. Ese totalitarismo digital de las redes sociales algorítmico totalmente pervierte incluso la idea de que sea necesario defender una verdad que no sean mis intereses y deseos personales. Por eso la posverdad no es la mentira , va más allá de esta. ¿Qué sucede cuando no hay verdad ? En el debate del todo vale , todo es opinable, todo es sugerible, se suceden algunas características de estos tiempos continua el autor :
És una bona notícia perquè respon a una inquietud davant de la incertesa dels temps que vivim. La filosofia dona una resposta des de la racionalitat, des d´aquest camí del pensar que hem anat construïnt durant segles. És una bona caixa de eines per orientar-se en el món.
Sense pretensions eurocèntriques ens centrarem en la tradició que comença en Grècia, continua per Europa i es va globalitzant. No perquè sigui la millor, sinó perquè és la nostra i, precisament per això, hem de partir necessàriament d’aquí.
Hi ha l’opció de fer el curs en dues modalitats diferents:
Per poder reservar plaça en aquest curs, és necessari fer un pagament inicial de 60€. Un cop iniciat el curs, caldrà facilitar les dades per poder fer els cobraments corresponents, ja siguin mensuals, trimestrals o anuals. A tots els ex-alumnes de cursos semestrals o anuals se’ls descomptarà l’import dels 60€ de la reserva de plaça del primer rebut del curs.
Si et matricules a més d’un curs anual o semestral, s’aplicarà un 10% de descompte en la quota mensual, trimestral o anual.
TEMARI PRIMER BLOC: EL QUE PODEM APRENDRE DELS ANTICS : LA FILOSOFIA COM A FORMA DE VIDAEn aquest primer bloc ens introduirem en el camí del pensar que es forma a partir dels grecs i al que hem donat el nom de la filosofia. La figura polèmica i pertorbadora de Sòcrates. La relació complexa entre les dues gran creacions de la polis d´Atenes : filosofia i democràcia. Aristòtil com l´autèntic configurador de la nostra manera de pensar. L´aparició d´ escoles filosòfiques com escoles de vida en l´època incerta de l’hel·lenisme i la continuació a l´Imperi romà.
La civilització occidental apareix a partir del creuament d´aquesta tradició clàssica grecoromà amb una altra que arriba de l´Orient pròxim : el cristianisme. Durant segles el cristianisme serà l´unificador del pensament occidental i d´Europa. A partir del renaixement, i sense qüestionar la religió, apareixerà un nou humanisme. Els segles XVII i XVIII seran els que donaran lloc a las grans conceptualitzacions i argumentacions sobre els nous fonaments del saber, l´ètica i la política. Com a rerefons, la gran revolució científica del segle XVII a Europa, la instauració progressiva de la economia-món capitalista i la legitimació de l´Estat modern. I l´aparició del subjecte individual com a referent.
El segle XIX comença amb les grans construccions metafísiques de Hegel o l´optimisme cientifista de Comte. No trigarà molt en aparèixer les teories crítiques de la modernitat : el mestres de la sospita ( Freud, Marx, Nietzsche). Fins arribar a totes les seves derivacions al segle XX : de Wittgenstein i Heidegger a Foucault. I les noves aportacions del segle XXI.
Leo, ya sin sorpresa, que en una discoteca de no sé dónde han prohibido mirar a nadie sin su permiso. Visto cómo está circulando la noticia por los medios, me imagino que se trata de una inteligente campaña publicitaria, porque, ¿cómo sabemos que nos mira otro sin nuestro permiso si no lo estamos mirando sin su permiso?
A una desconocida no se le puede decir que es fea por la misma razón por la que tampoco se le puede decir que es guapa, por no pecar contra la denostada galantería. Como aconsejaba don Luis Morcillo en Unas gotas de humor, a una desconocida lo que hay que decirle, si es que nos vemos en la ineludible necesidad de hablarle, es algo así como "A mí, usted, ni fu ni fa".
O sea, hay que reaccionar ante las desconocidas de la misma manera que reaccionaríamos ante un comedor estilo renacimiento (con la inseguridad de los que han de aparentar que conocen la palabra adecuada para nombrar estas cosas).
La primera, esta de Sanz Irles: "Primero fuimos la 3ª edad, después, “nuestros mayores”, luego nos quisieron dignificar y fuimos “seniors” y ahora oigo que somos los “silver”. Vamos a ver, atajo de GILIPOLLAS (que no se puede ser más gilipollas), somos viejos, los viejos de toda la vida, ¡bobos de los cojones!"
La segunda. Ayer La Vanguardia nos hizo a los rosamerones un magnífico e inesperado regalo: dedicó dos páginas a una muy sustanciosa entrevista a nuestro autor Álvaro Pombo. "¿Usted cree en Dios", le preguntaron. Y Pombo contestó: "Habría que cambiar la palabra creencia, que es fe, por confianza. Yo tengo confianza".
Me preguntan desde Somiedo -tengo que hablarles un día del Monstruo de Somiedo- cuál es la clave de la vida en pareja.
Buena pregunta, aunque no estoy seguro de que se pueda generalizar una respuesta. Posiblemente los emparejados sean como los no emparejados: no hay dos iguales.
Cuando estaba sometido a las rigideces de la vida laboral y sus horarios, pudiera haber contestado que la vida en pareja nos hace más soportables las tardes de domingo. Pero ahora ya no hay tardes de domingio Con la jubilación, las tardes de domingo se domestican y se convierten en un fragmento más del presente continuo.
Ante preguntas así uno siente la tentación de ponerse tremendo y dedicarle unas cuantas frases redondas a su propio narcisismo.
Recuerdo aquello que decía Balmes: que el hombre es como un borracho a caballo, que si lo enderezas por aquí se te tuerce por allí. Pues bien, tu pareja es tu caballo.
Dice Aristóteles en la Ética a Nicómaco que el ser humano es "syndiastikós" (1162 a). Podemos traducir este término como "emparejado". Estas son las palabras de Aristóteles: "La relación (philía) entre marido y mujer parece darse por naturaleza. El hombre, por naturaleza, es antes un "syndiastikós" que un "politikós".
El segundo: la lectura lenta es un ejercicio muy razonable de humildad. Para leer con atención rumiante conviene no creerse más listo que el autor de cualquiera de los grandes libros de nuestra tradición y, por lo tanto, conviene dejar abierta la posibilidad de que ese autor pueda saber sobre nosotros algunas cosas importantes que el presente nos oculta o ignora. Aceptar como punto de partida que el pasado puede iluminar el presente, nos anima a buscarnos a nosotros mismos, con la mayor atención, en los grandes textos (cuyo tiempo es el presente continuo).
El tercero: La lectura lenta es la mejor vacuna contra el historicismo de baratillo dominante. Hoy es necesario recordar que es un poco ingenuo creer que escribes mejor que Proust por el mero hecho de escribir después de él. Pero eso significa que Proust sigue siendo un maestro de todo aquel que tenga altas expectatvas sobre su escritura. A mi modo de ver, reconocer a otro como maestro no es un gesto de sumisión, sino de grandeza, ya que todo maestro genuino sabe que, al ponernos en contacto con lo grande, está cumpliendo con su deber de incubar deslealtades.