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Fases | Funció dels enunciats | Tipus d’acte de parla |
Confrontació Es palesa la diferència de punts de vista | Expressió d’un punt de vista | assertiu |
Acceptació/refús del punt de vista, manteniment del refús | compromissori | |
[Petició d’acte declaratiu | directiu] | |
[Definició, precisió, amplificació, etc | declaratiu d’ús] | |
Obertura Les persones interlocutores decideixen discutir i acorden les regles | Invitació a defensar un punt de vista | directiu |
Acceptació del repte de defensar un punt de vista | compromissori | |
Acord en les premisses i regles de la discussió | compromissori | |
Decisió de començar una discussió | compromissori | |
[Petició d’acte declaratiu | directiu] | |
[Definició, precisió, amplificació, etc | declaratiu d’ús] | |
Argumentació Les parts expressen els arguments i presenten i responen objeccions | Petició d’argumentació | directiu |
Presentació d’argumentació | assertiu | |
Acceptació o no acceptació de l’argumentació | compromissori | |
[Petició d’acte declaratiu | directiu] | |
[Definició, precisió, amplificació, etc | declaratiu d’ús] | |
Clausura Una part assoleix la seva fita, l’altra concedeix | Acceptació o no acceptació d’un punt de vista | compromissori |
Manteniment o retractació del punt de vista | assertiu | |
Establiment del resultat de la discussió | assertiu | |
[Petició d’acte declaratiu | directiu] | |
[Definició, precisió, amplificació | declaratiu d’ús] |
Andamos en estos días cerrando el inicio de curso en historia de la filosofía, discutiendo en clase las ideas de los presocráticos y del enfrentamiento entre Sócrates y los sofistas. Una tendencia habitual, siendo docentes, es echar balones fuera y plantear que los sofistas, hoy, se buscarían su propio hueco dentro del mundo de la política y el periodismo. Espacios en los que el lenguaje se vuelve dúctil y maleable, y es posible encontrarse con la transustanciación del lenguaje: palabras que significan hoy una cosa y mañana otra. Muertos que se sustituyen por daños colaterales, guerras que pasan a ser misiones de paz, y demás rarezas lingüísticas movidas por el interés. No obstante esta es solo una de las muchas formas de enfocar el asunto. Y no necesariamente la mejor: no hemos de olvidarnos de que la enseñanza era la ocupación fundamental de los sofistas. De manera que tampoco está de más hacer un poco de autocrítica y revisar cómo está el propio patio antes de ponerse a limpiar el de los demás. Los sofistas en el mundo educativo son como las meigas: haberlos haylos.
Sofistas particulares e incluso institucionales. Porque se hace difícil no entender como uno más de los sofistas a todo aquel que entienda la educación meramente como un negocio, una más de las profesiones al alcance de la mano para lograr el ansiado sueldo a fin de mes. Es este uno de los rasgos definitorios de los sofistas hace ya más de dos mil años: cobrar sumas nada despreciables por sus enseñanzas. Nadie trabaja en nuestros días por amor al arte, pero sí que hay una clara diferencia entre aquellos que entienden la enseñanza como una tarea vital o vocacional, y estos otros, que consideran a sus alumnos meras herramientas para ver cómo su cuenta corriente va nutriéndose convenientemente. Alguna vez oí decir por ahí que los profesores que no tienen vocación hacen daño al sistema educativo. A los que verdaderamente hacen daño es a todos sus alumnos, que tienen que soportar la circunstancia de que la persona en cuestión no fuera capaz de encontrar otro hueco en el mercado laboral. Sólo desde la sofistería se puede defender que sea lícito trabajar en la enseñanza por dinero. Situación que, por desgracia, no es tan excepcional como se pudiera pensar, y que a menudo viene acompañada de un recurso retórico bien curioso: quienes abanderan los “intereses de los alumnos” lo hacen a menudo para camuflar los suyos propios.
Con todo, no sólo en unos pocos docentes se abona la enseñanza sofista: hay instituciones creadas específicamente para ello. Porque los sofistas, no lo olvidemos, enseñaban a ser virtuoso, pero bajo una concepción bien particular de la virtud: éxito social, económico, político. De lo que se trataba ayer, como hoy para algunos, era de llegar lejos. Por eso todos estamos cansados de ver en televisión universidades que presumen de su grado de inserción laboral, o incluso del tipo de puesto al que se puede acceder si puedes permitirte pagar las astronómicas cifras de la matrícula. La cuestión no queda ahí: los colegios que crean modelos educativos para las elites sociales son el semillero de estas universidades. Esos colegios en los que no tienen cabida la mayoría de adolescentes de la sociedad, sea por insuficiencia económica o académica. Los que sacan pecho de educar con Ipad’s y estar a la última en cuestiones tecnológicas, entre otras cosas porque la propia tecnología, y la inversión que requiere, es utilizada como un factor de exclusión educativa. Los mismos que después sacan pecho, orgullosos, del tipo de alumno que sale de su centro, llamado a ser un número uno en su carrera correspondiente (claro está, para estos centros estudiar un ciclo formativo es algo propio de clases inferiores). Carreras que, necesariamente, han de ser las que tengan una mayor proyección social. Dobles titulaciones, ciencias políticas con asiento asegurado, medicina o las más diversas ingenierías. Sofistas de la enseñanza que logran engañar a quienes no conocen el mundo educativo desde dentro, pero que conviene ir desenmascarando.
Como el propio Aristóteles se ocupa de precisar, los jonios admitieron la causa material y la eficiente, Platón la formal, y la final fue barruntada por Anaxágoras. Pero ninguno percibió unitariamente la totalidad que representan. Una vez más, el Estagirita reelabora de modo original el pensamiento anterior a él, y lega un concepto –el de las cuatro causas- que la posteridad sigue aceptando sin el más mínimo retoque. No es posible retocar una noción impecable.«Causa primera llamamos a la substancia y a la esencia necesaria, pues el por qué se reduce en última instancia a la razón (logos). La segunda causa es la materia o fundamento. La tercera es la causa eficiente, esto es, el principio del movimiento. La cuarta es la causa opuesta a esta última, el objetivo que es el fin de cada generación y de cada devenir».
Sin embargo, esas substancias primeras observan una gradación en su theos o divinidad, de acuerdo con la proporción de materia y forma en ellas vigente. Si bien no hay —«en acto» o «actualmente»— una materia desprovista por completo de forma (un perfecto ápeiron o «caos»), sí hay una forma sin materia o con un mínimo de materia, que constituye para Aristóteles la substancia más «noble» y evidente a la vez. Esta forma sin materia es la inteligencia (nous), que atraviesa el mundo de parte a parte. Las cosas llevan la inteligencia dentro, pero su sutileza hace imposible retenerla en envoltura material alguna.«las substancias primeras son dioses, y lo divino abraza a la naturaleza entera. Todo lo demás ha sido añadido más tarde, para persuadir a la gente y para servir a las leyes y al interés común».
San Agustí |
Esta respuesta es inquietante: los humanos somos incansables buscadores de significados y hemos desarrollado muchas maneras de hacer inteligible todo lo que nos sucede. Pero hallamos aquí una imposibilidad: el mal, en esta concepción, es mal justamente porque no tiene ni puede tener sentido. Cualquier sentido lo disminuye y evapora. Extrae por completo el sentido de una acción, destruye por destruir, daña por dañar: ahí tienes el mal destilado y puro.— ¿Por qué hiciste eso que hiciste?
— Porque sí, no tengo ninguna razón.
by Quentin Shih |
Director: "Para mí, nuestra empresa es como una familia".
Sindicalista: "Me permito recordar a nuestro director que él, como hijo único, desconoce la experiencia de la fraternidad".
Y también:«Uno es lo sabio, el juicio que gobierna todo de parte a parte» (frag. 41).
Aristóteles se aplicará a lo común del logos con un rigor sin precedentes. En realidad, ninguna ciencia nace tan entera en la obra de un solo hombre como la que él llamó «Analítica» y nosotros Lógica.«Aunque el logos es común a todos, la multitud vive como si cada uno tuviese su privado entender» (frag. 2).
Un silogismo aristotélico sería: si A cabe entero en B (como «caballo», en «animal» o «línea» en «punto») y B cabe entero en C (como «animal», en «viviente», o «línea» en «plano»), A cabe entero en C. También podemos decir que si A no pertenece a ningún B, y B pertenece a todo C, C no pertenece a ningún A. El nuevo descubrimiento -tan asombroso como cada uno de los pasos previos- es que A y C, los términos reunidos (positiva o negativamente) en la conclusión, constituyen meros extremos. B, que está ausente pero implícito en la conclusión constituye el eje del razonamiento, y a este enlace lo llama Aristóteles meson, «término medio». Descubrir el meson o mediador nos permitirá saber si la conclusión es fundada o infundada, y –llevándolo un poco más allá- permitirá hacer ciencia, en vez de circunscribirnos a opiniones arbitrarias sobre esto o lo otro, porque la mediación en general marca la frontera entre meras sensaciones y sensaciones fundadas.«Un discurso donde una vez establecidas algunas cosas resulta necesariamente de ellas —por ser lo que son— otra cosa distinta de las antes establecidas».
Para nada necesita el razonamiento dos premisas y una conclusión. No es necesario formalismo alguno, porque lo esencial está en descubrir la mediación. Esa mediación pone de relieve la causalidad, que constituye la meta del saber propiamente dicho. La razón o mediador transforma el aislamiento de lo inmediato en relación de determinaciones “mediadas” o complejas, y eso es en general la ciencia.«La vivacidad de la inteligencia es la facultad de descubrir instantáneamente el término medio. Es el caso, por ejemplo, de que viendo cómo tiene la luna su lado brillante vuelto siempre hacia el sol, comprendemos inmediatamente la causa del fenómeno, esto es, su recibir la luz solar. O si observamos a alguien ocupado en hablar con un hombre rico adivinamos que le pide dinero prestado. Es también el caso de adivinar que el fundamento de la amistad de dos personas consiste en tener un enemigo común. En todos estos casos, ha sido bastante ver los extremos para conocer también los términos medios, que son las causas».
Hace ya siglos que se viene buscando un fundamento universal para el comportamiento humano. Una de las metas permanentes de la filosofía: encontrar normas morales de valor universal. Cuánta sesuda y profunda reflexión se ha desarrollado al respecto. Quizás el problema resida en que lo planteamos ya siendo adultos, cuando la moral de cada uno se ha formado y petrificado lo suficiente como para lograr acuerdos, como para impulsar el diálogo, como para estar abiertos a otras formas de entender la vida. Así que hoy, de forma tan experimental como provocativa proponemos un enfoque totalmente lúdico e infantil. Porque quizás lográramos crear una moral universal si nos encargáramos de que todos los niños crezcan con los preceptos del parque. A saber:
A más de un lector se le habrá dibujado una sonrisa. Lo trágico del asunto: hay padres que educan a sus hijos en el incumplimiento sistemático de dos o más normas de las anteriores. Y esto debería ser un asunto filosófico de primera magnitud.
Quan diem "Cal dialogar", a què ens referim? a establir un diàleg inquisitiu? una discussió? una negociació? una disputa? una controvèrsia? una polèmica? un debat? una querella? un litigi? una picabaralla? una entrevista? una deliberació? un diàleg "socràtic"?- Calla!
- Calla tu, imbècil!
«El desarrollo rutinario del mundo de los pensamientos es en cierto modo una huida continua ante el asombro. Un asombro semejante fue el que experimenté de niño cuando mi padre me mostró una brújula. El hecho de que esa aguja se comportara de una manera tan determinada no cuadraba en absoluto con el tipo de acontecimientos que podían tener cabida en el mundo de conceptos inconscientes. Detrás de las cosas debía haber algo que estuviese profundamente oculto. Con todo, lo que el hombre ve desde pequeño no suele provocar en él una reacción de este tipo; no se asombra ante la caída de los cuerpos, ni ante el viento y la lluvia, ni ante la luna, ni ante el hecho de que ésta no se caiga, ni ante la diversidad de lo viviente y lo no viviente».