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Hablábamos ayer en una clase de ética (en realidad educación ético-cívica, tanto da) de la libertad humana, tema que nos viene ocupando las últimas semanas. Y discutíamos la concepción de Spinoza de la libertad humana, según la cual la libertad pasa necesariamente por el control de los propios deseos y pasiones. Habitualmente suelo plantear un ejemplo muy cercano a la adolescencia, pero que tampoco es inadecuado para hablar con más edad: el amor. Precisamente porque durante la adolescencia hay una tendencia a buscar esas relaciones tormentosas y llenas de dificultades y los amores imposibles que tanto hacen sufrir a quinceañeros de la más diversa índole. Suele aparecer una expresión muy gráfica y que nos ayuda a comprender la relación con Spinoza: enamorarse de la persona equivocada. Laconcepción spinozista sería directamente aplicable: el que se ha enamorado de alguien que terminará hiriéndole, sea porque no le corresponde, o porque le corresponde pero le trata de forma inadecuada, ha de tener la suficiente fuerza de voluntad (expresión utilizada con toda la intención en este contexto) para desenamorarse. El ejercicio de libertad aquí sería querer dejar de amar incluso contra los propios sentimientos. La cuestión es sencilla: ¿Acaso es esto posible?
Plantéese esta pregunta en cualquier aula de secundaria y la respuesta mayoritaria será un no rotundo. No son nada spinozistas nuestros adolescentes: conciben el amor como una especie de fuerza arrebatadora contra la que es inútil luchar. Nadie es libre de elegir a quien ama. Quizás llevados por ese tópico de que el amor es ciego y loco, o por las canciones pop de turno que a menudo presentan el amor como un asunto tremendo y truculento, casi trágico, tienden a pensar que no es posible oponerse a un sentimiento tan fuerte y poderoso. Y se me ocurren dos cosas: o realmente llevan razón o algo estamos haciendo mal para que de alguna manera lleguen a pensar casi que toda relación amorosa va de la mano con una cierta dosis de sufrimiento inevitable. No es ya que estén en contra de Spinoza, lo cual es absolutamente irrelevante, sino que en cierta manera esta visión del asunto denota una educación errada de los sentimientos y emociones humanos. Algo hacemos mal si una parte significativa de los adolescentes piensan que no es posible afrontar las emociones y pasiones desde un punto de vista un tanto racional. Nadies está diciendo aquí que enfoquemos la vida despreciando o ignorando lo que sentimos, sino muy al contrario: siendo totalmente conscientes de ello.
Frente a esta concepción de la libertad que prácticamente nos ata a las pasiones, uno querría pensar que el ser humano es capaz de algo más. No podemos, ciertamente, elegir nuestros sentimientos. Pero sí podemos, o al menos eso me gustaría pensar, elegir qué actitud tenemos ante ese sentimiento: negarlo, aceptarlo, dejarnos llevar por él, tratar de controlarlo… y Spinoza no se equivocaba al concebir este tipo de comportamientos como uno de los mayores ejercicios de libertad que puede hacer el ser humano. Esto y no otra cosa es elegirse, en el pleno sentido de la palabra. Todos nacemos con una serie de condicionantes, hoy sabemos que la genética es en parte responsable de los mismos y la sociedad de otros. Pero entre ambas fuerzas ha de quedar un espacio, por pequeño que sea, para decidirnos a nosotros mismos, para, sabiendo quiénes somos, decidir quiénes queremos ser. Y los ejemplos abundan por doquier: una persona perezosa que lucha contra su tendencia al “dolce far niente”, y logra aumentar su ritmo de trabajo. O el que tiende a ser agresivo, habiendo llegado incluso a agredir a otros, y es capaz de no dejarse llevar por esa violencia que ha marcado parte de su vida. ¿Por qué no extender estos mismos ejemplos al amor? Spinoza lo tendría claro: no somos libres de amar a quien amamos, pero sí de dejar que ese amor tenga una mayor o menor influencia en nuestra vida, para lo bueno o para lo malo. Y en este tema, como en tantos otros, no nos viene nunca mal una buena dosis de spinozismo.
José Gaos |
Protàgores |
Hi ha notícies que indiquen que un món a Internet s’està acabant i que allò que s’acosta pot ser terrible. El suïcidi d’Aaron Swartz, per exemple.
Pensábamos que este día no iba a llegar, pero aquí está. En los algo más de nueve años que está disponible la práctica totalidad de los materiales que hemos publicado son gratuitos, abiertos y libres. Cuando todo esto empezó, los costes de la web no eran muy elevados: de hecho, el primer año nos regalaron el espacio en la web, por lo que tan solo hubo que pagar el dominio. La red era algo muy distinto a lo que es hoy. Con el tiempo, apareció la opción de la publicidad, que nos ayudó a pagar un servicio americano, que resultaba más barato. Gracias a los ingresos de Google Adsense, nos permitimos estar alojados en empresas como Dreamhost o Navigatoris. La web funcionaba bien, aunque algún que otro mes nos tocaba aumentar el ancho de banda contratado por exceso de tráfico (no siempre, por cierto, de visitantes de la web, sino en ocasiones por los robots que rastrean los contenidos de la misma). Fueron tiempos en los que se siguió aumentando el material disponible: más apuntes, más comentarios de texto y, por supuesto, todos los ejercicios interactivos de la sección “didáctica”.
Hoy la situación es algo distinta. Lo que empezó siendo un pequeño rinconcito, casi destinado sólo a los amigos y gentes cercanas, se ha convertido en una más de las muchas páginas de contenido filosófico de la red, pero con un cierto tráfico. Esto nos obliga a contratar servicios de alojamiento con un espacio suficiente, pero fundamentalmente con una alta tasa de trasferencia de ancho de banda. Coincide en el tiempo esta tendencia con una drástica disminución de los ingresos por publicidad, que según dicen por ahí es común a muchas páginas web. Así que la cuestión que surge ahora es la de la viabilidad económica de la página. Nunca quiso uno hacerse de oro con una página dedicada a la enseñanza de la filosofía, pero tampoco destinarles anualmente los más de 250 euros que cuesta la web, cuando la publicidad no llega a cubrir ni la mitad de esta cantidad. Por ello, hemos activado un botón de paypal en la parte inferior de la web, tratando de facilitar que todos aquellos que lo deseen puedan colaborar en el pago del alojamiento y el dominio.
Nadie está pidiendo grandes esfuerzos económicos, ni mucho menos. El objetivo es modesto: lograr una cantidad que nos permita, con la ayuda de la publicidad, pagar el alojamiento de la web. Es suficiente con un pequeño gesto: si eres profesor o estudiante de filosofía, visitas la web a menudo y sacas partido a sus materiales y quieres que otros puedan hacer lo mismo, colabora con una cantidad simbólica: 50 céntimos, 70, un euro. Lo que quieras. No esperamos grandes mecenas ni mucho menos, sino un respaldo mucho menor: si somos muchos los que ponemos muy poco, entre todos lograremos cubrir los gastos. Con una pequeña cantidad anual por parte de un grupo relativamente grande de visitantes, la web tendrá asegurada su permanencia para todo el 2013. Y el año que viene, también a primeros de año, volveremos a recordar, si acaso es necesario, que esta web no solo exige muchas horas de trabajo, sino también una cantidad económica, cuyos precios van subiendo año a año debido a las exigencias del tráfico que genera. Estamos seguros de que con la ayuda de todos lograremos cubrir gastos. ¡Gracias!
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Alan Turing |
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Maquiavel |
“La cadena es muy simple si pensamos en ella desde esta perspectiva: las desigualdades suponen jerarquías rígidas; las jerarquías conllevan distinciones sociales y exclusión que refuerzan el estatus bajo y provocan una humillación constante, estresante, a grandes sectores de la población. Por consiguiente, las sociedades jerárquicas (y los lugares de trabajo), donde impera la desigualdad, tendrán peores consecuencias para la salud y causarán más violencia que las sociedades más igualitarias y menos jerárquicas”.
"Una sociedad igualitaria quizás parezca más cara de mantener, pero es una ganga si pensamos en las alternativas: la enfermedad, el crimen, la mala salud, el estrés y todos los demás impactos suponen costes enormes, también de carácter financiero".
La muerte es algo que todos solemos percibir como un sentimiento de tristeza, la mayoría de veces somos egoístas con la muerte, es decir, casi siempre cuando oímos que ha muerto algún ser querido nos ponemos tristes y porque? Si él ha dejado todos los problemas mundanos y en el peor de los casos estaría en la “nada “ después de su muerte, entonces no deberíamos preocuparnos pero es totalmente al contrario, eso sí, siempre incluyendo excepciones de personas religiosas, ateas…etc. Hay gente que dice que la muerte solo es un cambio de mundos (religiosos), otros dicen que no sentiremos nada “desapareceremos” (ateos) y otros que les da totalmente igual y no saben dónde van a parar. Siempre hemos pensado alguna vez en nuestras vidas que pasara después de la muerte, pero no hemos logrado saber nada y no creo que algún día lo hagamos, pero siempre tendremos esa inquietud de saber que pasara después de “dormirse del todo”. Las personas religiosas que deciden acabar sus vidas muriendo como mártires, muy pocas de esas personas tienen miedo de la muerte y por eso llega un punto que hasta la desean para poder descansar de la vida mundana e ir a algún sitio mejor en el que esté todo preparado y no haya que preparar, trabajar ni tampoco hacer el mínimo esfuerzo para nada, todo esto es desde el punto de vista de la persona “muy” religiosa y con objetivos “claros” en esta vida. Desde el punto de vista de un ateo, o al menos las personas que les da igual lo que pasara después de la muerte, tienen el sentimiento de que la muerte es un acto un poco duro y impactante en su vida, siempre están deseando vivir más y más deseando cada día más fama y fortuna, pero siempre digo que hay excepciones. Después de todo lo que acabo de decir no hay que confundir que el religioso no disfruta de la vida y pensamientos parecidos sino totalmente al contrario, hay personas en este mundo que lo tienen todo y al mismo tiempo no tienen nada o al menos eso es lo que sienten, y por eso acuden a psicólogos y médicos para que les den la panacea adecuada. En conclusión, cada uno de nosotros tiene que buscar la libertad en esta vida y por supuesto no dejar de pensar en los objetivos que queremos alcanzar y así poder reanimarnos a nosotros mismos y no solo pensar en la muerte, que es un factor que nadie sabe cuándo ni dónde se dará, todos sabremos lo que se esconde en el otro lado cuando estemos en el ataúd o no.
by Enrique Flores |
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