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Ara Norenzayan |
Los historiadores consideran que
Pierre Bayle (1647-1706) fue el primer europeo en defender que una sociedad virtuosa de ateos era teóricamente posible. Para
Bayle, el ateísmo en ningún caso era un mal peor que la idolatría: “l’athéism ne conduti pas necesairement à la corruption des moeurs”. Estas peligrosas ideas de
Bayle no sólo le granjearon la oposición de los eclesiásticos, sino comúnmente también del partido de los “ilustrados”. Para
Locke “quienes niegan la existencia de Dios no deben ser tolerados en absoluto. Las promesas, los compromisos y los juramentos, que son los lazos de la sociedad humana, no pueden ser sostenidos por un ateo. Retirar a Dios, incluso en el pensamiento, lo disuelve todo”. Y
Locke no estaba solo.
Voltaire, y buena parte de los “moderados”, por utilizar la terminología de Jonathan Israel, sostenían en buena medida el mismo punto de vista y se opusieron tenazmente a la “moral atea” de los radicales. A su vez
Helvetius,
Diderot y
Holbach tuvieron que hacer frente a la acusación de que el ateísmo conducía al nihilismo, como mostró el escándalo continental en torno a la publicación de
El hombre máquina de
La Mettrie.
Las ideas de
Locke aún son típicas para entender la desconfianza y persecución que experimentan muchos no creyentes, incluso en países occidentales que alardean de vivir en sociedades abiertas. En Estados Unidos, quizás el caso más extremo, los ateos son uno de los grupos de población que más desconfianza social continuan provocando (más desconfianza que las minorías étnicas, los homosexuales o incluso los pederastas).
Mientras que tradicionalmente las opiniones sobre la moral religiosa y atea se basaban exclusivamente en conjeturas y convicciones filosóficas, no siempre justificadas, en los últimos tiempos la discusión está enriqueciéndose con evidencias empíricas y experimentales más consistentes.
Ara Norenzayan, psicólogo social en la universidad de British Columbia, pasa revista a algunos de estos resultados en un interesante trabajo de revisión (
2014) (PDF). Y puede que las conclusiones no satisfagan a algunos abogados de posturas extremas.
Las ventajas de la religiónComo recuerda
Norenzayan, la idea de que la religión aporta beneficios sociales y ventajas adaptativas cuenta con distinguidos defensores, desde
Spinoza a los modernos evolucionistas y científicos cognitivos. La religión ciertamente no es “la raíz de todo mal”. Actualmente se piensa que las creencias religiosas son un gran candidato para resolver el rompecabezas de la cooperación humana a gran escala, muy extendida ya, tras un periodo acelerado de evolución cultural durante el menos los últimos 12.000 años.
La solidaridad religiosa, sin embargo, no es universal y, obviamente, no ha suprimido los conflictos humanos: “contrariamente a muchas enseñanzas teológicas, hay pocas razones para esperar que este tipo de prosocialidad se extienda a todo el mundo. Las mismas fuerzas que cimentan y expanden la solidaridad social dentro del propio grupo también poseen el potencial de alimentar las llamas de la intolerancia y el conflicto entre comunidades religiosas rivales”.
Hoy es posible medir los efectos de la religión en los comportamientos morales empleando métodos experimentales. Además de las encuestas tradicionales y los análisis de correlaciones, los estudiosos disponen de técnicas bastante sutiles que pueden reproducir en el laboratorio, como estudios de “priming” cognitivo y juegos de la economía conductual. “Primar” a los sujetos del experimento con términos asociados con la religión de hecho aumenta la generosidad de las personas en estos juegos económicos. Pero los investigadores también han descubierto que exponer a las personas con los términos relacionados con la ética y la justicia “secular” provocan los mismos efectos.
Otro conjunto de evidencias sugiere que la vigilancia sobrenatural, caracteristica de las religiones abrahámicas, junto con la amenaza de castigo divino, sirve también para prevenir conductas fraudulentas. También se sabe que la creencia en el Dios de las grandes religiones incrementa las ofertas en los “Juegos de dictador” y “juego del ultimatum” de forma estadísticamente significativa.
…y las ventajas de la increenciaNo hay duda de que la religión (especialmente las grandes religiones donde las creencias sobrenaturales tienen un claro contenido “ético”) está positivamente relacionada con la colaboración entre extraños, pero existen poderosas alternativas seculares.
Norenzayan explica en este sentido cómo los mecanismos de la ley y las normas éticas del humanismo secular pueden sostener el comportamiento prosocial. Ya hay evidencias empíricas que muestran cómo una fuerte exposición a los conceptos de ley y orden secular es capaz de aumentar la confianza social en condiciones experimentales. De hecho, aunque las reglas religiosas y seculares conviven en el mundo moderno, es interesante que “el rol de la religión decaiga en las sociedades a medida que se desarrollan alternativas seculares”, como ha mostrado el enfoque de los nuevos científicos sociales.
El conjunto de estas evidencias explicarían por qué algunas de las sociedades menos religiosas del mundo, como las noreuropeas, también se encuentran entre las más cooperativas y donde hay más confianza social. No es una inexplicable paradoja: “Las mismas fuerzas de la evolución cultural que dieron lugar a las religiones prosociales con grandes Dioses también han dado lugar, recientemente, a mecanismos seculares que promueven la cooperación a gran escala y la confianza”.
Eduardo Zugasti,
¿Te hace "moral" la religión?, cultura 3.0, 05/05/2014
Referencia:
Norenzayan, A. (2014).
Does religion make people moral? Behaviour, 151, 365-384